—Papi: ¡El mundo no puede existir!
Dijo Amalia, rotundamente plantada en sus 8 años. Realmente, no me cogió por sorpresa, pues hace ya... quizás dos años que ella viene dando vueltas filosóficas.
—¿Cómo es eso?
—Después de lo último, sea lo que sea, tuvo que haber algo, y luego algo que lo hiciera... y a eso ¿quién lo hizo?
Ya el tema había sido abordado alguna vez de sobremesa, le hablé entonces de los religiosos diversos que abanderan su dios, y las teorías del big bang. De todos modos, le dije vagamente (pues me interesaba la Mesa Redonda sobre la Asociación Hermanos Saiz que ella había interrumpido), que los físicos hablaban de una explosión inicial...
—Si, si, eso yo lo sé, pero antes de eso tuvo que haber algo para que explotara... siempre tiene que haber otro último....
—Un antes, será, pues estamos hablando del principio.
Le aclaré, aunque la entendía perfectamente. Ella estuvo de acuerdo, y me rehízo su planteamiento cambiando último por antes, lo cual no me variaba el problema.
—Mira, chica, desde niño yo tengo esa misma interrogante y todavía no le he encontrado solución, me pasa como a ti, no puedo entender el concepto infinito, ni que antes de lo primero no hubiera nada. Ahora, de alguna manera el mundo tiene que existir porque nosotros estamos aquí.
Sonrió y puso cara de ¡Bueeeenooo! En lo que entraba su madre al cuarto, que al parecer había cogido el final de la conversación:
—Ella no quiere saber la respuesta, es un capricho para congraciarse, ya le dije el libro donde se explica, que esa es una respuesta que han buscado siempre los filósofos y con los avances de la ciencia se ha logrado saber... que busque en el libro... pero ella insiste en que no puede ser, cerrada.
O sea que ya había expuesto Amalia su verdad filosófica a la madre en la cocina y no se habían puesto de acuerdo.
—Es que no puede ser —volvía Amalia a la carga— ¿no entiendes que no puede ser? Después de lo primero tuvo que haber algo.
La madre vuelve a sus trajines contrariada por la tozudez de la hija. Sé que Amalia no buscará libro alguno pues su manera de exponer es fruto, obviamente, de largas reflexiones, por eso no lo planteó como pregunta, sino como conclusión: ¡El mundo no puede existir!
Dijo Amalia, rotundamente plantada en sus 8 años. Realmente, no me cogió por sorpresa, pues hace ya... quizás dos años que ella viene dando vueltas filosóficas.
—¿Cómo es eso?
—Después de lo último, sea lo que sea, tuvo que haber algo, y luego algo que lo hiciera... y a eso ¿quién lo hizo?
Ya el tema había sido abordado alguna vez de sobremesa, le hablé entonces de los religiosos diversos que abanderan su dios, y las teorías del big bang. De todos modos, le dije vagamente (pues me interesaba la Mesa Redonda sobre la Asociación Hermanos Saiz que ella había interrumpido), que los físicos hablaban de una explosión inicial...
—Si, si, eso yo lo sé, pero antes de eso tuvo que haber algo para que explotara... siempre tiene que haber otro último....
—Un antes, será, pues estamos hablando del principio.
Le aclaré, aunque la entendía perfectamente. Ella estuvo de acuerdo, y me rehízo su planteamiento cambiando último por antes, lo cual no me variaba el problema.
—Mira, chica, desde niño yo tengo esa misma interrogante y todavía no le he encontrado solución, me pasa como a ti, no puedo entender el concepto infinito, ni que antes de lo primero no hubiera nada. Ahora, de alguna manera el mundo tiene que existir porque nosotros estamos aquí.
Sonrió y puso cara de ¡Bueeeenooo! En lo que entraba su madre al cuarto, que al parecer había cogido el final de la conversación:
—Ella no quiere saber la respuesta, es un capricho para congraciarse, ya le dije el libro donde se explica, que esa es una respuesta que han buscado siempre los filósofos y con los avances de la ciencia se ha logrado saber... que busque en el libro... pero ella insiste en que no puede ser, cerrada.
O sea que ya había expuesto Amalia su verdad filosófica a la madre en la cocina y no se habían puesto de acuerdo.
—Es que no puede ser —volvía Amalia a la carga— ¿no entiendes que no puede ser? Después de lo primero tuvo que haber algo.
La madre vuelve a sus trajines contrariada por la tozudez de la hija. Sé que Amalia no buscará libro alguno pues su manera de exponer es fruto, obviamente, de largas reflexiones, por eso no lo planteó como pregunta, sino como conclusión: ¡El mundo no puede existir!
Yo me estaré volviendo niño, pero desconfió de que Anita, o algún libro, puedan tener esa respuesta cósmica, y antes de retornar al Congreso de la AHS, le confieso a Amalia, más por pura sinceridad que por padre malcriador:
—Estoy de acuerdo contigo, Coqui, por muchos documentales científicos y artículos sobre eso, todas las teorías y sus puntos de vista de los grandes cerebros... no he logrado meter en mi cabeza la idea de que hubiese un remoto instante en el que no existió nada. Esa nada yo no lo entiendo tampoco.
Me adentro en la TV, y vuelve ella a su patinar, al menos con mi complicidad; lo cual no le da respuesta, ni le hace falta pues no la quiere, pues está segura de que no existe. De mí solo se ha llevado una duda: de alguna manera debió ser el inicio pues estamos aquí. Estoy seguro que, la Coqui no se va a quedar así, por lo que estas líneas pueden cerrar como los seriales televisivos: Continuará...
—Estoy de acuerdo contigo, Coqui, por muchos documentales científicos y artículos sobre eso, todas las teorías y sus puntos de vista de los grandes cerebros... no he logrado meter en mi cabeza la idea de que hubiese un remoto instante en el que no existió nada. Esa nada yo no lo entiendo tampoco.
Me adentro en la TV, y vuelve ella a su patinar, al menos con mi complicidad; lo cual no le da respuesta, ni le hace falta pues no la quiere, pues está segura de que no existe. De mí solo se ha llevado una duda: de alguna manera debió ser el inicio pues estamos aquí. Estoy seguro que, la Coqui no se va a quedar así, por lo que estas líneas pueden cerrar como los seriales televisivos: Continuará...
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