Enfrentando la seudocultura deshumanizante globalizada con la más profunda gozadera entramos al día de la Cultura Cubana montados en el poderoso tren de los Van Van (como se merecía este II Congreso de la AHS). No podía existir mejor cierre para un evento que me atrevo a calificar de trascendencia vital para la salvaguarda de la nación.
La extensa e intensa jornada de plenaria en el Palacio de las Convenciones tuvo un nivel conceptual y expositivo del más alto vuelo intelectual. No hubo bodega, no fueron los jóvenes a pedir; oh sí, pidieron armas, dijeron cuál era la guerra de guerrillas que vienen desarrollando; denunciaron, desenmascararon con valentía a los enemigos —externos e internos—, expusieron sus planes y demostraron ser el pelotón de vanguardia que le hace falta al país para ser plenamente “libre —cual solamente puede ser libre”. No hubo una sola intervención que no mostrara gran riqueza espiritual y altruismo, que no tuviese como fin llevar a la sociedad cubana hacia el más liberador humanismo. Con valentía analizaron la Cuba de ahora mismo, desde la lucidez del conocimiento y reconocimiento de la herencia que han recibido, con sus luces y sombras; dijeron sus verdades, nuestras verdades sin medias tintas, a las instituciones diversas, el gobierno y el Partido representadas allí por sus máximos dirigentes.
Los que estuvimos allí de épocas anteriores de la AHS (algunos incluso fundadores) Alpidio Alonso, Fernando León Jacomino, Bladimir Zamora, Joaquín Borges Triana, Fernando Rojas, Edel Morales, Jorge Luis Sánchez, coincidimos en que esta generación trae más claridad, mejor proyección y un nivel para teorizar y exponer ideas que el de cualquier momento anterior.
Mi teoría —que a no pocos les parece descabellada—, de que tenemos una juventud con una vanguardia, con mucho más solidez de pensamiento, incluso mayor en cantidad, que la de tiempos anteriores, se pudo comprobar con este Congreso de la Asociación Hermanos Saíz. Ciertamente, nos ha venido preocupando progresivamente, hasta niveles de que algunos llegan a pensar que se perdió el sueño revolucionario, la pérdida de valores —que no es para nada exclusiva de los jóvenes. Hoy Cuba está más expuesta que nunca a la globalización de la sociedad de consumo, y su deterioro espiritual, que padece el mundo en niveles alarmantes; la mundialización mediática del egoísmo trae consigo la violencia, la enajenación, la despoetización del pensamiento, el hábito a formas epidérmicas de vida y comunicación, de comportamiento primitivo. Eso no es nada nuevo, la seudocultura consumista, ha estado siempre en el punto central del colimador de los que hemos integrado desde 1986 la AHS. Los años 90 con la crisis económica que trajo el derrumbe del campo socialista, aquellos años que sobrevivimos a punto de extinguirnos, fueron una lección de dignidad del pueblo y su capacidad para resistir, y a la vez trajo un deterioro social consustancial a las condiciones extremas que padecimos.
Las transformaciones actuales de nuestra sociedad, partiendo de nuevos conceptos económicos, en los que juega un papel mayor los trabajos por cuenta propia, refuerzan la tendencia al equivoco de pensar en un capitalismo entre nosotros, lo cual favorece la filosofía que propone la seudocultura globalizada. Pero nuestro país, desde 1959, creó múltiples mecanismos para diseminar un alma solidaria, un pensamiento y espiritualidad que se eleva desde la cultura integral ajena al mercantilismo. Cierto que siempre el enfrentamiento ha sido fuerte y en desventaja de recursos, pero no hemos perdido.
Yo he estado en todos los Congresos de la AHS, que son como cuatro o cinco, por alguna misteriosa razón solo dos se han reconocido como tal y a otros se les ha llamado eufemísticamente Consejo Nacional Ampliado, u otras denominaciones al estilo de Reunión Nacional con invitados, Jornada de Reflexión... o títulos por el estilo, pero lo cierto es que han sido encuentros similares, en el Palacio de la Convenciones con delegados de todo el país, con las instituciones y el gobierno, incluso hasta con Fidel. En ellos se han debatido los problemas de la Asociación, de la sociedad, de la cultura y las maneras de intentar mejorar la vida del pueblo con la recreación culta, con el arte auténtico, liberador. He estado en todos, en algunos formando parte incluso de la Dirección Nacional, y no tengo dudas de que este ha subido la varilla notablemente. Organización impecable, pero, sobre todo, puso en primer plano a una vanguardia artística
admirable.
Los viejos conspiradores no tuvimos otra opción que reconocer que los muchachos nos superan —y no porque tengamos baja la estima los que venimos batallando desde 1986 (y hasta antes). Si bien no pocos han quedado en el camino —algunos vencidos por la tentación (sea fama o consumo), otros por envejecimiento del alma, otros simplemente dándose por vencidos ante tantos golpes que les dio la vida— miramos aquellos compañeros de “luchas” de otras épocas con visos hasta de leyenda, pues han sido duras las guerras y a veces peleando como los mambises, semidesnudos y apenas con un machete hasta de filo mellado. La hemos echado al duro (y sin guante) contra la gran maquinaría que monta desde el Norte la feria de ilusiones despoetizadora, descerebradora, exterminadora de la cultura auténtica de los pueblos. La pelea ha sido de león pa´mono pero no nos han podido ganar y los nuevos lo demostraron en este Congreso.
Algún muchacho se plantó contra la frivolidad en los medios masivos y me vi en él, planteando temas similares, pero ese yo de hoy le supo dar más vueltas al asunto: “¡cómo he aprendido en estos años!” me dije, ya sabiéndome él. Otro muchacho exponía la necesidad de promover a tantos ídolos naturales que tiene nuestra sociedad, en el deporte, en el arte, en la ciencia y que no sabemos exponerlos a la luz de la juventud; a diferencia de los putos yanquis que fabrican los suyos, superficiales, vanidosos, huecos, y en no pocas ocasiones más figurines armados y exaltados que realmente talentosos. Nuestro joven delegado exponía la necesidad de una industria de objetos ornamentales o prendas de vestir con valores artísticos, pulóveres, afiches, almanaques, programas, en fin un sistema que promueva a esos talentos nuestros auténticos. Miré hacia donde estaba sentado Omar Valiño, que en otro tiempo hizo una exposición muy parecida sobre lo que llamó ¨la industria de la mierdita¨. Y así, íbamos intercambiando guiños reconociéndonos en los que vienen, con similares batallas pues los molinos de vientos son los mismos. Abel Prieto en su diálogo recordaba otros momentos coincidentes por ejemplo con una intervención de Alpidio Alonso, y no es que sea más de lo mismo (como están diciendo los enemigos para minimizar, el batazo). Claro, que hay problemas que persisten, burocratismos y carencias que no han sido superadas, y aunque el contexto es otro —y eso también demostraron los argumentos—, en esencia se trata de la misma pelea cubana contra los demonios. Nos satisface enormemente que los que vienen sean —como corresponde—, mejores y hasta más comprometidos, en tiempos que pretenden premiar a los que viran la cara, a los que encojen los hombros.
En el receso, almorzando en el siempre apreciable Bucán (la comida no quiso tampoco quedarse atrás con respecto a eventos anteriores) hicimos nuestro post-debate los de la vieja guardia y nos declaramos ya oficialmente y por unanimidad —con tremendo placer—, superados por los nuevos en la manera y profundidad de exponer las ideas. Conspirábamos orgullosos, diciéndonos como Tallet que si bien en nuestro tiempo de asociados no pudimos quebrar las cadenas, algo menos duras las encontraron ellos por los golpes con las que no pudimos romperlas.
Hay que felicitar a Morlote, Jaime, Lazarito, en fin a toda la dirección saliente de la Asociación Hermanos Saíz, pues sabemos que ese Congreso es el examen que muestra el trabajo realizado durante tanto tiempo, en el que además, sacaron 100 puntos. Ah, retornando al Bucán (no para comer doble) felicitar la idea de invitar al Septeto Habanero para que tocara durante el almuerzo. Podrían haber invitado a una joven agrupación, y fueron más allá, con espíritu aglutinador, gracias a lo cual pudimos bailar con nuestro son en su más pura manera de tocarse, con ese Septeto pionero del son fundado en 1920.
Luego en la sesión final las palabras de Abel Prieto, quien fue retocando las principales intervenciones, redondeando ideas, y exponiendo la seguridad de que estamos en un momento en el que tenemos no solo la urgencia sino la posibilidad de dar un salto hacia el humanismo socialista al que no puede renunciar la Revolución Cubana y que estuvo claramente planteada en los delegados que argumentaron desde el más profundo Martí, desde una cita de Silvio Rodríguez, de Fernando Ortiz o del pensamiento de Alfredo Guevara, o de una canción (de las que disfrutamos allí mismo, antes de comenzar la sesión final) del trovador Leo García “tanta pobre gente que no ve que el futuro apremia”. Por supuesto no podía quedarse Abel sin el chiste del Congreso. Cuando comentaba la esencia de una intervención de un joven que expresó que ser joven no era una condición de ser creativo persé, no por ser joven se es automáticamente revolucionador, portadores de ideas nuevas, dijo Abel que estaba muy de acuerdo: —Ser joven no te hace bueno. Hitler tuvo también 18 años.
Otra ocurrencia, compitiendo por el premio del humor del Congreso, es también de Abel cuando explicaba el relativismo que propone la globalización consumista para que ninguna idea tenga valor especial, si todo vale, todo se anula. El imperio ha logrado expandir su concepto de democracia, con espacios para todos, fraccionando las fuerzas, atomizándolas hasta individualizarnos; un proceso de división para mutilar la capacidad de enfrentar el sistema, el clásico divide y vencerás. Citó un personaje de la novela “Los hermanos Kamarazov” de Dostoiewski, comentó que ahora con el desborde tecnológico en el mundo ya casi ni se lee y menos obras voluminosas, dijo entonces que los muchachos deberían hacer un video clip de “Los hermanos Karamazov” a ver si así al menos la gente se entera de quiénes son.
Miguel Díaz Canel, en calidad de vicepresidente del gobierno cubano, se refirió a la madurez con que fueron emplazadas las instituciones, con que fueron expuestos las deficiencias, las trabas, y a la vez el compromiso que mostraron los muchachos con su tiempo, que no es solo hoy, sino también la herencia y el mañana. Llamó igualmente a las instituciones, representadas por sus principales dirigentes, a desterrar de una vez por todas los burocratismos, las puertas cerradas, los acomodamientos e inmovilismos y que atendieran y discutieran a profundidad con los jóvenes sus proyectos, sus planteamientos.
Del Palacio de la Convenciones, tras la clausura, nos fuimos a la actividad final en el centro cultural El Sauce, lugar paradigmático por defender lo más auténtico de la música cubana y del mundo, desde su slogan promocional: “El Sauce, zona libre de reggaetón”. Algo que le debemos a Frank Delgado, quien ha diseñado y sostenido una envidiable programación.
A propósito, solemos ver a Frank como el muy importante trovador que es y no como el no menos importante promotor cultural que ha sido desde los años 80 con su labor en Radio Ciudad de La Habana y otras muchas acciones promocionales.
Pues gozamos de lo lindo en esa noche del 19 de octubre; primero con la música grabada conducida, cual si fuera un programa de radio en vivo, por el actor Luis Alberto Ramírez y Frank Delgado, que animaron con la profundidad poética y la gracia que les otorga su monto como creadores. Nos regalaron una rica y variada producción para que la gente bailara (con la cabeza y el alma puestas) con no pocos momentos sublimes como cuando nos entregaron la pieza “Santa Cecilia” de Manuel Corona interpretada nada más y nada menos que por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Luego Los Van Van en vivo, delirio total. A las doce de la noche, como clímax de lujo, Don Juan (Formell) anunciaba la llegada del 20 de octubre, felicitándonos (felicitándose) por el Día de la Cultura Cubana. Canté para mis adentros el himno Nacional (aunque sonaban los Van Vana con sus himnos de esencia espiritual) y me corrió alguna lágrima de emoción mirando alrededor —entre delegados e invitados—, a varias generaciones de auténticos creadores hermanados en esta cruzada por la libertad que solo otorga, como decía Martí, la cultura. Debo confesar que hasta me felicité, no por creerme que he hecho mucho (lo cual sería suicidarme) sino por el simple hecho de no haberme bajado nunca de Rocinante, de estar siempre, como dijo el Che, con la adarga al brazo.
Somos ya varias generaciones de la AHS, relevándonos en el pelotón de la vanguardia, aunque todas seguimos en el mismo ejército. Me queda expresar el agradecimiento eterno a nuestra Esther Montes de Oca, esa venerable mujer cubana de 103 años, presente allí, como siempre, aliviando su alma con las nuevas voces, que esgrimen el espíritu revolucionario, en toda la extensión del término; como siempre ha dicho ella, sus hijos, Sergio y Luis, siguen combatiendo en estos tantos hermanos Saiz, día a día, y por toda la isla.
La extensa e intensa jornada de plenaria en el Palacio de las Convenciones tuvo un nivel conceptual y expositivo del más alto vuelo intelectual. No hubo bodega, no fueron los jóvenes a pedir; oh sí, pidieron armas, dijeron cuál era la guerra de guerrillas que vienen desarrollando; denunciaron, desenmascararon con valentía a los enemigos —externos e internos—, expusieron sus planes y demostraron ser el pelotón de vanguardia que le hace falta al país para ser plenamente “libre —cual solamente puede ser libre”. No hubo una sola intervención que no mostrara gran riqueza espiritual y altruismo, que no tuviese como fin llevar a la sociedad cubana hacia el más liberador humanismo. Con valentía analizaron la Cuba de ahora mismo, desde la lucidez del conocimiento y reconocimiento de la herencia que han recibido, con sus luces y sombras; dijeron sus verdades, nuestras verdades sin medias tintas, a las instituciones diversas, el gobierno y el Partido representadas allí por sus máximos dirigentes.
Los que estuvimos allí de épocas anteriores de la AHS (algunos incluso fundadores) Alpidio Alonso, Fernando León Jacomino, Bladimir Zamora, Joaquín Borges Triana, Fernando Rojas, Edel Morales, Jorge Luis Sánchez, coincidimos en que esta generación trae más claridad, mejor proyección y un nivel para teorizar y exponer ideas que el de cualquier momento anterior.
Mi teoría —que a no pocos les parece descabellada—, de que tenemos una juventud con una vanguardia, con mucho más solidez de pensamiento, incluso mayor en cantidad, que la de tiempos anteriores, se pudo comprobar con este Congreso de la Asociación Hermanos Saíz. Ciertamente, nos ha venido preocupando progresivamente, hasta niveles de que algunos llegan a pensar que se perdió el sueño revolucionario, la pérdida de valores —que no es para nada exclusiva de los jóvenes. Hoy Cuba está más expuesta que nunca a la globalización de la sociedad de consumo, y su deterioro espiritual, que padece el mundo en niveles alarmantes; la mundialización mediática del egoísmo trae consigo la violencia, la enajenación, la despoetización del pensamiento, el hábito a formas epidérmicas de vida y comunicación, de comportamiento primitivo. Eso no es nada nuevo, la seudocultura consumista, ha estado siempre en el punto central del colimador de los que hemos integrado desde 1986 la AHS. Los años 90 con la crisis económica que trajo el derrumbe del campo socialista, aquellos años que sobrevivimos a punto de extinguirnos, fueron una lección de dignidad del pueblo y su capacidad para resistir, y a la vez trajo un deterioro social consustancial a las condiciones extremas que padecimos.
Las transformaciones actuales de nuestra sociedad, partiendo de nuevos conceptos económicos, en los que juega un papel mayor los trabajos por cuenta propia, refuerzan la tendencia al equivoco de pensar en un capitalismo entre nosotros, lo cual favorece la filosofía que propone la seudocultura globalizada. Pero nuestro país, desde 1959, creó múltiples mecanismos para diseminar un alma solidaria, un pensamiento y espiritualidad que se eleva desde la cultura integral ajena al mercantilismo. Cierto que siempre el enfrentamiento ha sido fuerte y en desventaja de recursos, pero no hemos perdido.
Yo he estado en todos los Congresos de la AHS, que son como cuatro o cinco, por alguna misteriosa razón solo dos se han reconocido como tal y a otros se les ha llamado eufemísticamente Consejo Nacional Ampliado, u otras denominaciones al estilo de Reunión Nacional con invitados, Jornada de Reflexión... o títulos por el estilo, pero lo cierto es que han sido encuentros similares, en el Palacio de la Convenciones con delegados de todo el país, con las instituciones y el gobierno, incluso hasta con Fidel. En ellos se han debatido los problemas de la Asociación, de la sociedad, de la cultura y las maneras de intentar mejorar la vida del pueblo con la recreación culta, con el arte auténtico, liberador. He estado en todos, en algunos formando parte incluso de la Dirección Nacional, y no tengo dudas de que este ha subido la varilla notablemente. Organización impecable, pero, sobre todo, puso en primer plano a una vanguardia artística
admirable.
Los viejos conspiradores no tuvimos otra opción que reconocer que los muchachos nos superan —y no porque tengamos baja la estima los que venimos batallando desde 1986 (y hasta antes). Si bien no pocos han quedado en el camino —algunos vencidos por la tentación (sea fama o consumo), otros por envejecimiento del alma, otros simplemente dándose por vencidos ante tantos golpes que les dio la vida— miramos aquellos compañeros de “luchas” de otras épocas con visos hasta de leyenda, pues han sido duras las guerras y a veces peleando como los mambises, semidesnudos y apenas con un machete hasta de filo mellado. La hemos echado al duro (y sin guante) contra la gran maquinaría que monta desde el Norte la feria de ilusiones despoetizadora, descerebradora, exterminadora de la cultura auténtica de los pueblos. La pelea ha sido de león pa´mono pero no nos han podido ganar y los nuevos lo demostraron en este Congreso.
Algún muchacho se plantó contra la frivolidad en los medios masivos y me vi en él, planteando temas similares, pero ese yo de hoy le supo dar más vueltas al asunto: “¡cómo he aprendido en estos años!” me dije, ya sabiéndome él. Otro muchacho exponía la necesidad de promover a tantos ídolos naturales que tiene nuestra sociedad, en el deporte, en el arte, en la ciencia y que no sabemos exponerlos a la luz de la juventud; a diferencia de los putos yanquis que fabrican los suyos, superficiales, vanidosos, huecos, y en no pocas ocasiones más figurines armados y exaltados que realmente talentosos. Nuestro joven delegado exponía la necesidad de una industria de objetos ornamentales o prendas de vestir con valores artísticos, pulóveres, afiches, almanaques, programas, en fin un sistema que promueva a esos talentos nuestros auténticos. Miré hacia donde estaba sentado Omar Valiño, que en otro tiempo hizo una exposición muy parecida sobre lo que llamó ¨la industria de la mierdita¨. Y así, íbamos intercambiando guiños reconociéndonos en los que vienen, con similares batallas pues los molinos de vientos son los mismos. Abel Prieto en su diálogo recordaba otros momentos coincidentes por ejemplo con una intervención de Alpidio Alonso, y no es que sea más de lo mismo (como están diciendo los enemigos para minimizar, el batazo). Claro, que hay problemas que persisten, burocratismos y carencias que no han sido superadas, y aunque el contexto es otro —y eso también demostraron los argumentos—, en esencia se trata de la misma pelea cubana contra los demonios. Nos satisface enormemente que los que vienen sean —como corresponde—, mejores y hasta más comprometidos, en tiempos que pretenden premiar a los que viran la cara, a los que encojen los hombros.
En el receso, almorzando en el siempre apreciable Bucán (la comida no quiso tampoco quedarse atrás con respecto a eventos anteriores) hicimos nuestro post-debate los de la vieja guardia y nos declaramos ya oficialmente y por unanimidad —con tremendo placer—, superados por los nuevos en la manera y profundidad de exponer las ideas. Conspirábamos orgullosos, diciéndonos como Tallet que si bien en nuestro tiempo de asociados no pudimos quebrar las cadenas, algo menos duras las encontraron ellos por los golpes con las que no pudimos romperlas.
Hay que felicitar a Morlote, Jaime, Lazarito, en fin a toda la dirección saliente de la Asociación Hermanos Saíz, pues sabemos que ese Congreso es el examen que muestra el trabajo realizado durante tanto tiempo, en el que además, sacaron 100 puntos. Ah, retornando al Bucán (no para comer doble) felicitar la idea de invitar al Septeto Habanero para que tocara durante el almuerzo. Podrían haber invitado a una joven agrupación, y fueron más allá, con espíritu aglutinador, gracias a lo cual pudimos bailar con nuestro son en su más pura manera de tocarse, con ese Septeto pionero del son fundado en 1920.
Luego en la sesión final las palabras de Abel Prieto, quien fue retocando las principales intervenciones, redondeando ideas, y exponiendo la seguridad de que estamos en un momento en el que tenemos no solo la urgencia sino la posibilidad de dar un salto hacia el humanismo socialista al que no puede renunciar la Revolución Cubana y que estuvo claramente planteada en los delegados que argumentaron desde el más profundo Martí, desde una cita de Silvio Rodríguez, de Fernando Ortiz o del pensamiento de Alfredo Guevara, o de una canción (de las que disfrutamos allí mismo, antes de comenzar la sesión final) del trovador Leo García “tanta pobre gente que no ve que el futuro apremia”. Por supuesto no podía quedarse Abel sin el chiste del Congreso. Cuando comentaba la esencia de una intervención de un joven que expresó que ser joven no era una condición de ser creativo persé, no por ser joven se es automáticamente revolucionador, portadores de ideas nuevas, dijo Abel que estaba muy de acuerdo: —Ser joven no te hace bueno. Hitler tuvo también 18 años.
Otra ocurrencia, compitiendo por el premio del humor del Congreso, es también de Abel cuando explicaba el relativismo que propone la globalización consumista para que ninguna idea tenga valor especial, si todo vale, todo se anula. El imperio ha logrado expandir su concepto de democracia, con espacios para todos, fraccionando las fuerzas, atomizándolas hasta individualizarnos; un proceso de división para mutilar la capacidad de enfrentar el sistema, el clásico divide y vencerás. Citó un personaje de la novela “Los hermanos Kamarazov” de Dostoiewski, comentó que ahora con el desborde tecnológico en el mundo ya casi ni se lee y menos obras voluminosas, dijo entonces que los muchachos deberían hacer un video clip de “Los hermanos Karamazov” a ver si así al menos la gente se entera de quiénes son.
Miguel Díaz Canel, en calidad de vicepresidente del gobierno cubano, se refirió a la madurez con que fueron emplazadas las instituciones, con que fueron expuestos las deficiencias, las trabas, y a la vez el compromiso que mostraron los muchachos con su tiempo, que no es solo hoy, sino también la herencia y el mañana. Llamó igualmente a las instituciones, representadas por sus principales dirigentes, a desterrar de una vez por todas los burocratismos, las puertas cerradas, los acomodamientos e inmovilismos y que atendieran y discutieran a profundidad con los jóvenes sus proyectos, sus planteamientos.
Del Palacio de la Convenciones, tras la clausura, nos fuimos a la actividad final en el centro cultural El Sauce, lugar paradigmático por defender lo más auténtico de la música cubana y del mundo, desde su slogan promocional: “El Sauce, zona libre de reggaetón”. Algo que le debemos a Frank Delgado, quien ha diseñado y sostenido una envidiable programación.
A propósito, solemos ver a Frank como el muy importante trovador que es y no como el no menos importante promotor cultural que ha sido desde los años 80 con su labor en Radio Ciudad de La Habana y otras muchas acciones promocionales.
Pues gozamos de lo lindo en esa noche del 19 de octubre; primero con la música grabada conducida, cual si fuera un programa de radio en vivo, por el actor Luis Alberto Ramírez y Frank Delgado, que animaron con la profundidad poética y la gracia que les otorga su monto como creadores. Nos regalaron una rica y variada producción para que la gente bailara (con la cabeza y el alma puestas) con no pocos momentos sublimes como cuando nos entregaron la pieza “Santa Cecilia” de Manuel Corona interpretada nada más y nada menos que por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Luego Los Van Van en vivo, delirio total. A las doce de la noche, como clímax de lujo, Don Juan (Formell) anunciaba la llegada del 20 de octubre, felicitándonos (felicitándose) por el Día de la Cultura Cubana. Canté para mis adentros el himno Nacional (aunque sonaban los Van Vana con sus himnos de esencia espiritual) y me corrió alguna lágrima de emoción mirando alrededor —entre delegados e invitados—, a varias generaciones de auténticos creadores hermanados en esta cruzada por la libertad que solo otorga, como decía Martí, la cultura. Debo confesar que hasta me felicité, no por creerme que he hecho mucho (lo cual sería suicidarme) sino por el simple hecho de no haberme bajado nunca de Rocinante, de estar siempre, como dijo el Che, con la adarga al brazo.
Somos ya varias generaciones de la AHS, relevándonos en el pelotón de la vanguardia, aunque todas seguimos en el mismo ejército. Me queda expresar el agradecimiento eterno a nuestra Esther Montes de Oca, esa venerable mujer cubana de 103 años, presente allí, como siempre, aliviando su alma con las nuevas voces, que esgrimen el espíritu revolucionario, en toda la extensión del término; como siempre ha dicho ella, sus hijos, Sergio y Luis, siguen combatiendo en estos tantos hermanos Saiz, día a día, y por toda la isla.
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