Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

miércoles, 6 de mayo de 2015

El canto de todos 3: Me quedaré en España, compañero

Miguel Hernández en el frente

Pero que el siglo veinte 
es un despliegue 
de maldá insolente, 
ya no hay quien lo niegue. 
Vivimos revolcaos en un merengue 
y en el mismo lodo 
todos manoseados.                                  
                         Enrique Santos Discépolo
Los cantores, como parte activa de los pueblos, van registrando la esencia de su tiempo en sus canciones. Empezando el siglo, el 20 de noviembre de 1910, la Revolución Mexicana sacude a nuestro continente. No faltaba en las tropas de Emiliano Zapata, de Pancho Villa…
aquellos combatientes que junto a sus fusiles y cananas llevaban la guitarra para narrar en sus cantos, como Homero, los pasajes de la contienda, buscando melodías o poniendo nuevos versos a cantos tradicionales. Corridos que eran coreados muy pronto por las tropas y los pueblos que recibían a los guerreros.
En lo alto de una abrupta serranía,
acampado se encontraba un regimiento,
y una joven que valiente lo seguía,
locamente enamorada del sargento.
Popular entre la tropa era Adelita,
la mujer que el sargento idolatraba,
que además de ser valiente era bonita,
que hasta el mismo coronel la respetaba.
Fueron cientos los corridos que nos cuentan la Revolución Mexicana; canciones que estaban traduciendo las vivencias inmediatas, el canto que es noticia y credo de los que abren un camino de justicia.  Cancionero antológico  con piezas como “Adelita”, “Corrido de Pancho Villa”, “El soldado”, “La entalladita”, “Corrido de la expropiación”, “Corrido de la muerte de Emiliano Zapata”, “La toma de Cuautla”, que resaltan entre tantas con las que se puede viajar hacia esos históricos días. 
Murió aquel grande patriota
que al Estado defendió
con las armas en la mano
luchando con gran valor,
el General Emiliano
cual Hidalgo reencarnó
al libertar a su pueblo
de aquel Gobierno opresor.
El nombre de guerrillero
grabado en el corazón
a los hijos de Morelos
con letras de oro quedó;
yo como humilde versista
la rendiré ovación
a nuestro invicto guerrero
Zapata el Libertador.
Se puede contar la historia de la Revolución Mexicana con aquellos corridos, detalladas crónicas de
los sucesos históricos, y también de las vivencias íntimas, de los romances de sus guerreros; un buen ejemplo, “Adelita” que más cien años después continúa en la memoria popular.
Y si Adelita quisiera ser mi esposa,
si Adelita fuera mi mujer,
le compraría un vestido de seda
para llevarle a bailar al cuartel.
Y si Adelita se fuera con otro,
la seguiría por tierra y por mar,
si por mar en un buque de guerra,
si por tierra en un tren militar.
La Guerra Civil Española (1936 a 1939), tuvo igualmente sus himnos y canciones que iban por las trincheras a veces como alivio, a veces como energía para enfrentar la muerte: “Ay Carmela”, “A las barricadas”, “El quinto regimiento”, “Viva la XV Brigada”, “El paso del Ebro” por mencionar solo algunas, donde el amor y las luchas se funden. 
Los moros que trajo Franco
en Madrid quieren entrar.
Mientras quede un miliciano
los moros no pasarán.

Si me quieres escribir
ya sabes mi paradero
Tercera Brigada Mixta,
primera línea de fuego.
En aquella contienda civil se jugaban los destinos del mundo, era el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Los intelectuales de izquierda de todo el mundo alzan sus voces por la República y el 30 de julio de 1936, se crea la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura; nombres como María Zambrano, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis Buñuel, Louis Aragón, Luis Cernuda, César Vallejo, Max Aub, María Teresa León, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Ernest Hemingway, Octavio Paz, y André Malraux entre muchos otros, exponen su apoyo en artículos, proclamas, poemas, manifiestos, contra el fascismo. 
Viva la Quince Brigada,
rumba la rumba la rumba la
que nos cubrirá de glorias,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
que nos cubrirá de glorias,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Luchamos contra los moros,
rumba la rumba la rumba la
mercenarios y fascistas,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
mercenarios y fascistas,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Al igual que en la Revolución Mexicana, La Guerra Civil Española trae cientos de cantos que surgen o adaptan con nuevas letras viejas melodías asentadas en la memoria popular. Estos cantos de resistencia no solo cobran gran importancia en ese momento como factor movilizador, con el paso de los años se convierten en testimonios que permiten apresar ese tiempo. Por otra parte, va dejando asentado en los cantores un grado de comprometimiento, una mayor claridad en el papel que juega como relator y vocero de su pueblo.  
Para la libertad sangro, lucho, pervivo. 
Para la libertad, mis ojos y mis manos, 
como un árbol carnal, generoso y cautivo, 
doy a los cirujanos. 
Escribió Miguel Hernández, “El poeta del pueblo”, llamado así en aquellos días en que agitaba a los guerreros leyendo sus versos en el frente de batalla. Esta guerra aúna voluntades en todo el mundo, los artistas alzan sus voces volcándose hacia ella, por lo que su connotación se expande en el tiempo: el grito de indignación del Guernica de Pablo Picasso, los múltiples poemas por el asesinato de Federico García Lorca, la muerte en prisión del poeta Miguel Hernández, la muerte en combate del periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, quedan como símbolos que llegarán a nuestros días. 
“Me quedaré en España compañero”,
me dijiste con gesto enamorado.
Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero
en la hierba de España te has quedado.
De una forma vestida de preclara,
has perdido las plumas y los besos,
con el sol de España puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos. 
“Elegía segunda” de Miguel Hernández, está dedicada al escritor y periodista Pablo de la Torriente Brau, (uno de los 1400 cubanos que integran la Brigada Internacionalista), cuando cae combatiendo en el frente, como Comisario Político.      
Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.
No temáis que se extinga su sangre sin objeto
porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.
Esta “Elegía segunda” sería musicalizada en los años 70 por el trovador Silvio Rodríguez; así mismo el cantautor español Paco Ibáñez y el chileno Víctor Jara, acuden a la poesía de Miguel Hernández, que encuentra su más resonante eco en un disco que en 1972 graba Joan Manuel Serrat. Con sus constantes giras por América y especialmente por Cuba, Serrat ¬—quien tiene otro antológico disco con poemas de Antonio Machado (grabado en 1969)—, reactiva el espíritu de aquella contienda, donde la intelectualidad asume una posición de combate, de compromiso, no sólo con su terruño, sino con los acontecimientos en cualquier rincón del mundo.          
Al fin de la batalla,
y muerto ya el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
“Masa” poema de César Vallejo, es una de las tantas huellas que reactivan en el cancionero latinoamericano el espíritu revolucionario que dejó la Guerra Civil Española. Perteneciente al poemario “España, aparta de mí este cáliz”, donde el poeta peruano testimonia aquellos días, fue musicalizado a inicios de los años 70 por el trovador cubano Noel Nicola y grabado por el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Sirvió de tema de presentación al serial  televisivo “Tierra o sangre” inspirado las luchas campesinas en Cuba contra los terratenientes y los latifundios norteamericanos que desalojaban a las familias de sus tierras con la Guardia Rural, a punta de fusiles.  El suceso histórico ocurrió en 1934 y fue conocido como “Realengo 18”,  a partir de un reportaje que publicó precisamente el periodista Pablo de la Torriente Brau, quien caería combatiendo en Majadahonda, España, defendiendo la República, el 19 de diciembre de 1936.  
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
La presentación del serial televisivo muestra al líder campesino, baleado por los militares en una manifestación; sus compañeros quedan petrificados. El líder, moribundo, intenta incorporarse, las tropas amenazan con sus fusiles. Sangrando, hace un nuevo intento por incorporarse, sus compañeros sacan valor, lo ayudan desafiando la amenaza; trabajosamente el herido mortal se incorpora apoyándose en los hombros de sus hermanos de lucha y avanzan. 
Aquella secuencia, que tiene su inspiración en los versos escritos por Vallejo durante la Guerra Civil, se adapta con esta obra musical y televisiva, a otro momento histórico, y queda en el imaginario popular como símbolo de      trascendencia de los que mueren combatiendo injusticias, de esa “reencarnación” en el espíritu de quienes continúan la lucha. 
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Desde aquella España defendiendo la República contra el fascismo se expande una actitud internacionalista, y de comprometimiento del creador con su tiempo, que la realidad latinoamericana refuerza en su cancionero hasta llegar a la actualidad.  
Con el Quinto, Quinto, Quinto
con el Quinto Regimiento.
Madre, yo me voy p'al frente
para las líneas de fuego.
Anda jaleo, jaleo
Aquel canto con que partían a las trincheras los combatientes por la República, inspira en pleno siglo XXI un joven trovador cubano, Ariel Barreiros. Su primer disco “Medio lento” del año 2002, contiene una canción tejida con las memorias de su abuelo, combatiente cubano en aquella guerra; de tal manera que resurge en su voz el espíritu de aquel legendario “5to. Regimiento”.       
Mare, mare, mare, mare
5to. Regimiento, se acerca cantando.
Dice mi abuelo ayer, dice mi abuelo ayer, dice mi abuelo ayer
que él estuvo en la bomba, en el muerto, en Madrid,
en el pan para tres, y la luna, y la luna, y la luna,
y en el pobre cobarde, y en la puta más fiel
y en el bueno de Antonio, 
Antonio, el barbero que no iba a volver.
Y en el peso y en Dios, y en la herida del pie,
y en el cáliz que acaso más tarde te apartan,
y luego demora otro día vivir,
y en el sol, y en la cruz, y en el fin.

Viajar por la historia de la mano de la canción nuestra, la de todos, es un ejercicio que enriquece y ennoblece, nos adentra en un coro de fantasmas poéticos de dónde procedemos –o de donde viene lo mejor de nosotros; proceso que a veces está envuelto en la niebla del seudoarte comercial y no vemos, no sentimos,  no somos. Volveré sobre el canto nuestro, ahora vayamos hacia la España de la Guerra Civil y Miguel Hernández escribiendo un poema por la muerte en el frente de Pablo de la Torriente Brau; se rompe el tiempo, gracias a la poesía y Silvio Rodríguez le pone música y la empina con su guitarra.


Elegía segunda  


—Me quedaré en España compañero—,
me dijiste con gesto enamorado.
Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero
en la hierba de España te has quedado.

De una forma vestida de preclara,
has perdido las plumas y los besos
con el sol de España puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos.

Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.
No temáis que se extinga su sangre sin objeto
porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.  

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