Silvio y su bandera Foto: Iván Soca |
“Una vez comprendí que mi voz no era mía, que era sólo del mundo, del mar y los días…” con intimidad, como un susurro profundo, progresivamente intenso, llegó para entregarse nuevamente a su tiempo, Silvio Rodríguez.
Hace 45 años, ese mismo Museo de Bellas Artes fue escenario de la vez primera, del encuentro inicial del trovador con el público, gracias a la pandilla de escritores y poetas de El Caimán Barbudo. Aquel concierto fue llamado “Teresita y nosotros”; ella, era Teresita Fernández y “nosotros” los muchachos revoltosos de la revista, de la que era parte —como hermano inseparable—, aquel flaco con guitarra, cuasi huraño de tanta timidez, entonces completamente desconocido. Hoy una gran multitud viene a verlo; el mismo patio se desbordó de amantes de muchos rincones del mundo, entre ellos René Pérez y Eduardo Cabra con buena parte de la familia. Quizás deba decirlo de otra manera: en primera fila unos hermanos puertorriqueños que han entrado en la vanguardia de la música de nuestro continente, como Residente y Visitante, o sea, los muchachos de Calle 13.
De aquel Silvio que se estrenaba aquel 1ro de julio de 1967, hasta el que nos canta este jueves 26 de enero de 2012, podrán existir muchas diferencias, pero ninguna de esencias, sigue siendo el Silvio que sale a decir lo que piensa y siente, un hombre que, con su guitarra denuncia los males del universo, del ser humano, y también sus esperanzas, sus sueños.
Una vez comprendí que mi voz no era mía,
que era sólo del mundo, del mar y los días,
y la llevé en mi viaje entre amores y horror.
Y canté noche a noche, aunque nadie me vio
cuando me iba solo, arrastrando los pies,
para llegar tan tarde a mi casa otra vez,
dejando atrás sonrisas,
sonrisas de papel.
Con estas “Sonrisas de papel” inició el decir del trovador, pero antes nos hizo un par de regalos, el intro trovadoresco que hizo Trovarroco, y el Coro Exaudi, que, como jugando con el calendario y la ocasión, inicio su pequeño concierto con “Buena mañana tenga febrero” de Silvio.
Suena la noche por la ventana
viene de enero mi corazón.
Buena mañana tenga febrero,
siempre que siga
yendo y viniendo el amor.
Luego “Hay quien precisa”, también de Silvio. Continuó el coro con una estremecedora versión de un clásico venezolano “Pueblos tristes” de Otilio Galindez; así mismo “Este son homenaje” (a Miguelito Cuní) de Juan Almeida, “La canción del bongó” poema de Nicolás Guillén y “Sublime ilusión” de Salvador Adams, como un rosario de joyitas para el alma.
Mientras escuchaba a Exaudi, con temas de Silvio, me decía “¡qué cantidad de canciones tiene este “loco!” yo que soy viejo rastreador de su obra, no puedo salir del asombro ante tanta poesía cantada; escuchaba al coro con aquellas dos piezas que están como en el cajón de los recuerdos y al resaborearlas, pensaba en cuántas de esas canciones están por ahí, como bellezas, útiles bellezas, esparcidas por los rincones, con la falta que hacen para aliviar al menos la contaminación (también) sonora que corre por estos días.
Silvio fue alternando algunas de las piezas más conocidas con otras de esas del baúl de los recuerdos, que salen ahora revestidas, mejor cantadas, y tan nuevas por lo que dicen y el cómo lo dice.
La escenografía un telón negro con una bandera cubana, sin artificios, sin otro elemento que no sea la poesía de sus canciones. Con sencillez martiana recitó “Sea señora” antes de cantarla, acentuando su llamado a unirnos, a darnos plenamente por la patria. Envió su “Carta a Violeta Parra” como para aliarse a los mejores fantasmas de la América Nuestra”.
Momentos muy especiales y sorpresivos, con temas añejos como “De la ausencia y de ti, Velia” que entró susurrado y se fue tornando un canto desgarrado, como en combate por un amor que escapa, como si el cantor fuese aquel mismo adolescente, (acaso lo era) en el mismo escenario, de una vez casi medio siglo atrás:
Ahora solo me queda
buscarme de amante
la respiración,
no mirar a los mapas,
seguir en mí mismo,
no andar ciertas calles,
olvidar que fue mío
una vez cierto libro,
o hacer la canción
y decirte que todo está igual:
la ciudad, los amigos y el mar,
esperando por ti.
“Cuentan” es otra pieza retomada, ahora llevada a un sabrosísimo y muy divertido son que da margen a gran destaque de los músicos que acompañan, con signos de admiración para Maykel Elizarde en el tres y Niurka Gonzalez en la flauta, quienes arrancaron ovaciones en sus solos; y bueno, sabemos que Trovarroco es un trío (quinteto en estas ocasiones con Niurka y Oliver Valdés en la percusión) de virtuosismo en su interpretación (que incluye creación) musical.
Otra canción que viaja al menos tres destacadas para decir urgencias, como grito de alerta ante las guerras de siempre y todavía es “La virgen de occidente”
Y la galaxia estaba enferma,
grave de ataúd,
que iba enredándose,
iba enredándose,
como remolino,
como caracola,
como universo,
como el olvido.
Anoche tarde ardió mi frente
bañada en fuego artificial.
Era la Virgen de Occidente
era la Virgen infernal.
Vino con todos sus ungüentos,
vino fingiendo ser la luz,
vino con átomos sangrientos,
vino demócrata y con cruz.
Otra de esas que hace años esperamos que retorne a los conciertos es “Paula” que llegó tierna, cálida, solidaria, dadora:
Paula,
pequeña hermanita, niña sin jardín,
por no tener flores sembraste una en ti,
sembraste una en ti.
Paula,
Yo pudiera darte un inmenso jardín
si pudiera darte todo mi país,
todo mi país.
El canto de los guerreros del continente llegó con esa canción leyenda que es “Mariposas”, y otros guerreros nuestros como el Abel Santamaría de la “Canción del elegido” y “El mayor” Ignacio Agramonte, fueron aplaudidos con pasión por el público.
Otras de las más conocidas fueron coreadas como “El reparador de sueños”, “Oleo de una mujer con sombrero” y “Quién fuera” (tocada dos veces por problemas en el audio), aunque no exactamente repetida pues Silvio la cantó con variaciones. Para el cierre el clásico de clásicos “Ojalá” y ante la insistencia del público ese “Escaramujo” travieso con que el trovador expone esa mirada siempre interrogadora del niño travieso que nunca abandona.
No sé si el 1ro de julio Silvio tenga pensado hacer otro concierto en Bellas Artes para celebrar lo que, en término de homenajes (a los que él no es precisamente un adicto) se llamaría los 45 de “vida artística”; ojalá haga un concierto a guitarra, que no por las excelencias de hoy se dejan de extrañar. En todo caso, si los celebró con éste, pues agradecidos por empujarnos, una vez más, hacia el mundo, con afán curandero. Y gracias por esa coherencia que aporta a la dignidad humana.
Y pensé en los contrastes malditos que hay
entre un viaje al espacio y un niño sin pan.
Y hace tiempo dejé de arrastrarme los pies,
pero siguió pasando la vida después
con sus mismas sonrisas,
sonrisas de papel.
Un hermoso homenaje, por su ética y poética, de Silvio Rodríguez a nuestro Martí que este 28 está de cumpleaños. Y ese día estará el trovador nuevamente en los barrios, en el Parque Quintín Banderas –conocido como Parque Trillo- en el municipio capitalino de Centro Habana.
De manera que él la acentuó, yo me sumo a su acento y cierro esta croniquilla con el texto de “Sea señora”.
Sea señora la que fue doncella.
Hágase libre lo que fue deber.
Profundícese el surco de la huella;
reverdézcanse sol, luna y estrellas
en esta tierra que me vio nacer.
A desencanto, opóngase deseo.
Superen la erre de revolución.
Restauren lo decrépito que veo,
pero déjenme el brazo de Maceo
y, para conducirlo, su razón.
Seguimos aspirantes de lo mismo
que todo niño quiere atesorar:
una mano apretada en el abismo,
la vida como único extremismo
y una pequeña luz para soñar.
Las fronteras son ansias sin coraje.
Quiero que conste de una vez aquí.
Cuando las alas se vuelven herrajes,
es hora de volver a hacer el viaje
a la semilla de José Martí.
(2008)
Hace 45 años, ese mismo Museo de Bellas Artes fue escenario de la vez primera, del encuentro inicial del trovador con el público, gracias a la pandilla de escritores y poetas de El Caimán Barbudo. Aquel concierto fue llamado “Teresita y nosotros”; ella, era Teresita Fernández y “nosotros” los muchachos revoltosos de la revista, de la que era parte —como hermano inseparable—, aquel flaco con guitarra, cuasi huraño de tanta timidez, entonces completamente desconocido. Hoy una gran multitud viene a verlo; el mismo patio se desbordó de amantes de muchos rincones del mundo, entre ellos René Pérez y Eduardo Cabra con buena parte de la familia. Quizás deba decirlo de otra manera: en primera fila unos hermanos puertorriqueños que han entrado en la vanguardia de la música de nuestro continente, como Residente y Visitante, o sea, los muchachos de Calle 13.
De aquel Silvio que se estrenaba aquel 1ro de julio de 1967, hasta el que nos canta este jueves 26 de enero de 2012, podrán existir muchas diferencias, pero ninguna de esencias, sigue siendo el Silvio que sale a decir lo que piensa y siente, un hombre que, con su guitarra denuncia los males del universo, del ser humano, y también sus esperanzas, sus sueños.
Una vez comprendí que mi voz no era mía,
que era sólo del mundo, del mar y los días,
y la llevé en mi viaje entre amores y horror.
Y canté noche a noche, aunque nadie me vio
cuando me iba solo, arrastrando los pies,
para llegar tan tarde a mi casa otra vez,
dejando atrás sonrisas,
sonrisas de papel.
Con estas “Sonrisas de papel” inició el decir del trovador, pero antes nos hizo un par de regalos, el intro trovadoresco que hizo Trovarroco, y el Coro Exaudi, que, como jugando con el calendario y la ocasión, inicio su pequeño concierto con “Buena mañana tenga febrero” de Silvio.
Suena la noche por la ventana
viene de enero mi corazón.
Buena mañana tenga febrero,
siempre que siga
yendo y viniendo el amor.
Coco Exaudi Foto: Iván Soca |
Mientras escuchaba a Exaudi, con temas de Silvio, me decía “¡qué cantidad de canciones tiene este “loco!” yo que soy viejo rastreador de su obra, no puedo salir del asombro ante tanta poesía cantada; escuchaba al coro con aquellas dos piezas que están como en el cajón de los recuerdos y al resaborearlas, pensaba en cuántas de esas canciones están por ahí, como bellezas, útiles bellezas, esparcidas por los rincones, con la falta que hacen para aliviar al menos la contaminación (también) sonora que corre por estos días.
Silvio fue alternando algunas de las piezas más conocidas con otras de esas del baúl de los recuerdos, que salen ahora revestidas, mejor cantadas, y tan nuevas por lo que dicen y el cómo lo dice.
La escenografía un telón negro con una bandera cubana, sin artificios, sin otro elemento que no sea la poesía de sus canciones. Con sencillez martiana recitó “Sea señora” antes de cantarla, acentuando su llamado a unirnos, a darnos plenamente por la patria. Envió su “Carta a Violeta Parra” como para aliarse a los mejores fantasmas de la América Nuestra”.
Momentos muy especiales y sorpresivos, con temas añejos como “De la ausencia y de ti, Velia” que entró susurrado y se fue tornando un canto desgarrado, como en combate por un amor que escapa, como si el cantor fuese aquel mismo adolescente, (acaso lo era) en el mismo escenario, de una vez casi medio siglo atrás:
Ahora solo me queda
buscarme de amante
la respiración,
no mirar a los mapas,
seguir en mí mismo,
no andar ciertas calles,
olvidar que fue mío
una vez cierto libro,
o hacer la canción
y decirte que todo está igual:
la ciudad, los amigos y el mar,
esperando por ti.
“Cuentan” es otra pieza retomada, ahora llevada a un sabrosísimo y muy divertido son que da margen a gran destaque de los músicos que acompañan, con signos de admiración para Maykel Elizarde en el tres y Niurka Gonzalez en la flauta, quienes arrancaron ovaciones en sus solos; y bueno, sabemos que Trovarroco es un trío (quinteto en estas ocasiones con Niurka y Oliver Valdés en la percusión) de virtuosismo en su interpretación (que incluye creación) musical.
Y la galaxia estaba enferma,
grave de ataúd,
que iba enredándose,
Silvio ante el telón del mundo Foto: Iván Soca |
como remolino,
como caracola,
como universo,
como el olvido.
Anoche tarde ardió mi frente
bañada en fuego artificial.
Era la Virgen de Occidente
era la Virgen infernal.
Vino con todos sus ungüentos,
vino fingiendo ser la luz,
vino con átomos sangrientos,
vino demócrata y con cruz.
Otra de esas que hace años esperamos que retorne a los conciertos es “Paula” que llegó tierna, cálida, solidaria, dadora:
Paula,
pequeña hermanita, niña sin jardín,
por no tener flores sembraste una en ti,
sembraste una en ti.
Paula,
Yo pudiera darte un inmenso jardín
si pudiera darte todo mi país,
todo mi país.
El canto de los guerreros del continente llegó con esa canción leyenda que es “Mariposas”, y otros guerreros nuestros como el Abel Santamaría de la “Canción del elegido” y “El mayor” Ignacio Agramonte, fueron aplaudidos con pasión por el público.
Otras de las más conocidas fueron coreadas como “El reparador de sueños”, “Oleo de una mujer con sombrero” y “Quién fuera” (tocada dos veces por problemas en el audio), aunque no exactamente repetida pues Silvio la cantó con variaciones. Para el cierre el clásico de clásicos “Ojalá” y ante la insistencia del público ese “Escaramujo” travieso con que el trovador expone esa mirada siempre interrogadora del niño travieso que nunca abandona.
No sé si el 1ro de julio Silvio tenga pensado hacer otro concierto en Bellas Artes para celebrar lo que, en término de homenajes (a los que él no es precisamente un adicto) se llamaría los 45 de “vida artística”; ojalá haga un concierto a guitarra, que no por las excelencias de hoy se dejan de extrañar. En todo caso, si los celebró con éste, pues agradecidos por empujarnos, una vez más, hacia el mundo, con afán curandero. Y gracias por esa coherencia que aporta a la dignidad humana.
Y pensé en los contrastes malditos que hay
entre un viaje al espacio y un niño sin pan.
Y hace tiempo dejé de arrastrarme los pies,
pero siguió pasando la vida después
con sus mismas sonrisas,
sonrisas de papel.
Un hermoso homenaje, por su ética y poética, de Silvio Rodríguez a nuestro Martí que este 28 está de cumpleaños. Y ese día estará el trovador nuevamente en los barrios, en el Parque Quintín Banderas –conocido como Parque Trillo- en el municipio capitalino de Centro Habana.
De manera que él la acentuó, yo me sumo a su acento y cierro esta croniquilla con el texto de “Sea señora”.
Silvio con Trovarroco Foto: Iván Soca |
Sea señora la que fue doncella.
Hágase libre lo que fue deber.
Profundícese el surco de la huella;
reverdézcanse sol, luna y estrellas
en esta tierra que me vio nacer.
A desencanto, opóngase deseo.
Superen la erre de revolución.
Restauren lo decrépito que veo,
pero déjenme el brazo de Maceo
y, para conducirlo, su razón.
Seguimos aspirantes de lo mismo
que todo niño quiere atesorar:
una mano apretada en el abismo,
la vida como único extremismo
y una pequeña luz para soñar.
Las fronteras son ansias sin coraje.
Quiero que conste de una vez aquí.
Cuando las alas se vuelven herrajes,
es hora de volver a hacer el viaje
a la semilla de José Martí.
(2008)
Estuve anoche, fue maravilloso, emotivo y como siempre casi nuevo, lo que es tan conocido, un acto de pueblo con el pueblo es la identidad del trovador andante que aunque arrastre sus pies y deje sonrisas de papel siempre sorprende porque parecieran siluetas de cada cubano en las voces y los lamentos o alegrias de sus cuerdas.Gracias Silvio!
ResponderEliminarEDI:
ResponderEliminarNo se bajo que forma, reencarnado en quien, en que momento llegaste a Trocadero y Monserrate , ni como entraste al edificio de Arte Cubano del Museo de Bellas Artes, pero se que advertiste, porque tus misterios presentí allí en todo momento, que comenzando la tarde, cuando muy distante aun estaba el momento en que se nos escondiera el Sol como para avisarnos que ya estaría por comenzar el concierto del más trovador de los trovadores que ya estábamos en la entrada de la edificación un gran grupo de trovadictos de todas las edades y varias nacionalidades para asegurarnos de esta forma un lugarcito en su patio.
Linda tarde en la que nos hicimos de amigos, sin mediar presentaciones, con los que compartimos los escalones de la entrada, las meriendas que muchos traíamos por miedo a que el apetito arreciara y nos hiciera alejarnos para agenciarnos algún refrigerio, en la que conversamos de todo lo que sabíamos del cantor. En un hervidero de comentarios viajamos por su vida, sus canciones, sus actitudes. ¡Cuántas anécdotas se hicieron! Todos estaban al tanto de algo que creían de su conocimiento absoluto y tenían que comunicar, de esta forma supimos que Silvio había dicho que nuestra entrada debía ser libre y si el Museo se empeñaba en cobrarla, él pagaría la de todos.
Debes haber visto que llegado el ansiado momento, ni el desespero por entrar, ni aun el gran temor a quedar fuera hizo que nos olvidáramos unos de los otros, aumentó la solidaridad para lograr franquear la puerta y ubicarnos en aquel espacio, no importó donde sentarnos, cualquier rincón fue bueno para recordar, soñar, para viajar en la poesía, para estar cerca de él, cerca de Silvio Rodríguez, ese Silvio ya no nuestro como cubanos, ni aun nuestro como latinoamericanos, sino nuestro, de todos los que en este planeta nos sentimos identificados con su música, su poética, sus ideas.