Ahora que me pongo a sacar cuentas, debo haber sido uno de los primeros fans de Santiago Feliú. Me casé con Rita a mediados o finales del 81; estaba en el Servicio Militar todavía y yo salí por la Orden 20, en febrero del 82. Ya desde que noviábamos ella me enseñó la misteriosa casa verde, de madera, circundada por un soberano matorral que cogía toda la cuadra y tres o cuatro más por el costado, allá en Lawton. Nos quedaba entre la parada y la casa de Rita. Solíamos coger la ruta 174 y cuando dejaba la avenida Porvenir nos quedábamos en el parque (me parece que de la calle B). Lo nuestro era andar un par de cuadras loma arriba y allí estaba el hogar del trovador, frente a un gran murallón viejo, descascarado, con árboles de potentes raíces que llenaban el piso de hojas secas; tras el murallón, una colosal escuela, que debió ser un Convento, lo cual le ponía un extra al embrujo de la casa del Santi.
Bajábamos por esa misma esquina, calle 12 a buscar Pocito, donde vivíamos. Cierto que podíamos quedarnos en la parada siguiente —la distancia era la misma, o un tin menos—, pero preferíamos coger por el camino de Santiago a ver si lo tropezábamos, (o a Vicente, soñábamos) cosa que nunca sucedió. Como las que salen en las películas pobladas de fantasmas, nunca vi ni una luz en esa casa, ni escuché una guitarra, o una conversación siquiera; y eso que pasaba a diario y despacito, a ver. Si no fuera tan seria y sincera Rita, habría pensado que me jugó una eterna broma por mis sueños de ser trovador. Tenía 20 años, machucaba la guitarra y recuerdo que hice un par de canciones, de esas que uno le saca al “gorrión” del Servicio Militar. Ahora, tampoco el Santi era por entonces un famoso trovador ni mucho menos; tenía mi misma edad, 20 años, sin discos aun. Su primero, el Vida, es de 1986, como tres años después de mi temporada en Lawton. La primera grabación en que interviene es Para germinar (un disco de acetato, de esos grandes, Long play) obra colectiva donde cantan también Donato Poveda, Xiomara Laugart, Alberto Tosca, Marta Campos y Anabel López y es de 1982. Supongo que en lo que salió a la calle el disco y me empatara con él ya estaría separado de Rita, así que la admiración por el trovador únicamente podía estar relacionada con Silvio Rodríguez (del que soy seguidor desde chiquitico) que en 1980 defiende en el Concurso Adolfo Guzmán —y de paso convierte en la primera pieza antológica del muy joven creador— “Para Bárbara”. Frank y Santiaguito en la casa de Lawton |
Quizás lo había visto en alguna descarga o programa de TV con Donato Poveda, pero me parece que en ese tiempo estaban muy verdecitos, a no ser en algún programa donde estuvieran Vicente o Silvio; no me parece. En los años 80 y 81, en que empecé a rondar la casa verde, ni siquiera se había encontrado Santiago con Gerardo, Frank, Varela, o, en todo caso, se estaban dando las primeras descargas de ellos. Me asombro sacando esos cálculos, porque ahora es que vengo a comprender que estoy siguiendo a estos trovadores desde su misma génesis. Y con las fechas no hay error pues todo el que ha pasado el SMG, tiene claros los llamados: entré en el 18 y salí en el 20, o sea, de febrero de 1980 a febrero de 1982. No me explicó cómo por ese entonces yo tenía como un ídolo trovadoresco al Santi, quizás alguna grabación sencilla se ponía en la radio… ni siquiera pudo ser que lo escuchara en la Casa del Joven Creador de la avenida del Puerto, pues la Asociación Hermanos Saíz se funda en 1986, así que no pudo ser mucho antes que ese lugar cogiera voltaje como sede de la AHS.
Me choca una fecha: tengo registrado el concierto mitológico de Santiago, Gerardo, Frank y Varela, en aquel patio central de ese palacio colonial en enero de 1986, fecha en que aún no se había fundado la Asociación (18 de octubre de ese mismo año) por lo que supongo que sería antes sede la Hermanos Saíz como Brigada. Aquel lugar ha quedado como leyenda de las noches más bohemias de La Habana, se amanecía entre guitarrazos, exposiciones, el Bar-tolo, oyendo clásicos de la música cubana. Y recuerdo veladas donde aquellos trovadores, con aspecto bien hippie, nos hacían cómplices de una especie de herejía poética —mal mirada por no pocos allende los mares de la AHS.
Yo empecé en Radio Cadena Habana a finales del 82, pero de CVP; a meter cabeza como guionista y director de programas, sería finales de 1983 o 1984. Recuerdo que el jefe de la redacción musical de la emisora me quería sancionar (hasta me dijo que tenía “problemas ideológicos”) por poner precisamente “Para Bárbara” en la voz de Santiaguito en un programa que era una discoteca variada, creo que se llamaba el espacio “Formato abierto” y el locutor era Aldo Ramírez Calderón. Aquel hombre me llamó a su oficina y con cara de “te cogí” me pedía sanción pues yo sabía muy bien que aquello era trova y que, por tanto, no se podía poner por la mañana, que eso era ir en contra del gusto del pueblo. ¡Ataja!
Me choca una fecha: tengo registrado el concierto mitológico de Santiago, Gerardo, Frank y Varela, en aquel patio central de ese palacio colonial en enero de 1986, fecha en que aún no se había fundado la Asociación (18 de octubre de ese mismo año) por lo que supongo que sería antes sede la Hermanos Saíz como Brigada. Aquel lugar ha quedado como leyenda de las noches más bohemias de La Habana, se amanecía entre guitarrazos, exposiciones, el Bar-tolo, oyendo clásicos de la música cubana. Y recuerdo veladas donde aquellos trovadores, con aspecto bien hippie, nos hacían cómplices de una especie de herejía poética —mal mirada por no pocos allende los mares de la AHS.
Yo empecé en Radio Cadena Habana a finales del 82, pero de CVP; a meter cabeza como guionista y director de programas, sería finales de 1983 o 1984. Recuerdo que el jefe de la redacción musical de la emisora me quería sancionar (hasta me dijo que tenía “problemas ideológicos”) por poner precisamente “Para Bárbara” en la voz de Santiaguito en un programa que era una discoteca variada, creo que se llamaba el espacio “Formato abierto” y el locutor era Aldo Ramírez Calderón. Aquel hombre me llamó a su oficina y con cara de “te cogí” me pedía sanción pues yo sabía muy bien que aquello era trova y que, por tanto, no se podía poner por la mañana, que eso era ir en contra del gusto del pueblo. ¡Ataja!
Madrugada en el parque Vidal |
Mirándolo bien, la radio misma debió adentrarme tan temprano en esa generación de trovadores, recuerdo que Jorge Gómez (grupo Moncada) y Roberto José, tenían un programa de crítica musical “Ahora” en el que hablaban especialmente de la nueva trova y la nueva canción de España, Brasil, el rock argentino… programa que heredé cuando pasé de CVP a realizador. Con ellos me nutrí, seguramente, de las primeras grabaciones de aquella generación naciente de trovadores. Luego vino el boom de Radio Ciudad, donde la música de vanguardia aparecía en la programación gracias a poetas y escritores que tomaron los espacios como Sigfredo Ariel, Alberto Rodríguez Tosca, Ramón Fernández Larrea, Bladimir Zamora, o el propio Frank Delgado. Eso sería a mediados de los 80, momento cumbre en que Silvio, Pablo, Noel, Vicente, protagonizaron el ambiente sonoro nacional con resonancia en toda Hispanoamérica. Ya en 1983, llegan Silvio y Pablo de Argentina, se pasa por TV ese concierto y viene el de la Escalinata de la Universidad de La Habana, multitudinario. Luego Silvio hace otro en la misma escalinata con Afrocuba en 1985, allí invita al “sobrinito” a cantar “La historia de las sillas”, y luego dice: “Los dejo, un poco, con uno de los mejores talentos de la nueva canción cubana Santiago Feliú”, es decir que estamos ya en el 85 y es para el gran público una promesa, como suele decirse. Esa noche el Santi canta “Trovadores”, “Ayer y hoy enamorado” con Hernan Lopez Nussa al piano, y “Vida”, a dúo con Gunilla. También acompaña haciendo voces a Silvio, especialmente en la canción “Vamos a andar” que cierra el concierto.
Por ese entonces Santiago hace una gira por Argentina que comienza con Silvio y en la que hace un concierto con ese grande que es León Gieco, donde interpretan juntos varias piezas entre ellas “Para Bárbara” y “Como la cigarra” de Maria Elena Walsh. Luego empieza a ser ya reconocido, y somos muchos los que seguimos sus discos y presentaciones. De señalar con asteriscos, aquel espectacular concierto con Estado de Ánimo en el teatro Nacional, otros con Elmer Ferrer donde las guitarras llegaban a un virtuosismo roquero violento; recuerdo uno en el cine teatro Astral… con el Caimán Barbudo hicimos varias acciones, ya en los 2000: presentamos la revista con un concierto suyo en la capilla de la Cabaña en una Feria del libro; presentamos el cancionero “Cualquier flor de la trova tradicional cubana” en el Centro Hispanoamericano, con un megaconcierto en el que estuvieron trovadores de diversas generaciones y donde —como quien no quiere las cosas— logramos que cantaran juntos Gerardo, Frank, Varela y Santiago, suceso que no se repetía (ni ha vuelto a repetirse) desde aquellos 80.
Por ese entonces Santiago hace una gira por Argentina que comienza con Silvio y en la que hace un concierto con ese grande que es León Gieco, donde interpretan juntos varias piezas entre ellas “Para Bárbara” y “Como la cigarra” de Maria Elena Walsh. Luego empieza a ser ya reconocido, y somos muchos los que seguimos sus discos y presentaciones. De señalar con asteriscos, aquel espectacular concierto con Estado de Ánimo en el teatro Nacional, otros con Elmer Ferrer donde las guitarras llegaban a un virtuosismo roquero violento; recuerdo uno en el cine teatro Astral… con el Caimán Barbudo hicimos varias acciones, ya en los 2000: presentamos la revista con un concierto suyo en la capilla de la Cabaña en una Feria del libro; presentamos el cancionero “Cualquier flor de la trova tradicional cubana” en el Centro Hispanoamericano, con un megaconcierto en el que estuvieron trovadores de diversas generaciones y donde —como quien no quiere las cosas— logramos que cantaran juntos Gerardo, Frank, Varela y Santiago, suceso que no se repetía (ni ha vuelto a repetirse) desde aquellos 80.
Bladimir Zamora, el Telonero, Santiago y Tere Crespi |
Recuerdo especialmente un encuentro con Santiaguito en el parque Vidal de Santa Clara, como a las 2 de la madrugada, tras un concierto suyo en el Mejunje con Yusa y Elmer. Descargábamos y apareció de sopetón, me quitó la guitarra y de las canciones suyas pasó a otras de Vicente, Silvio, Noel y por ahí hacia Serrat, Gardel, y sabrá dios todo lo que cantó hasta rayar el amanecer. En un momento de esa madrugada, pidió unos minutos para ir a orinar; cogí la guitarra y me puse a seguir la cantata. Cuando Santiago regresó, tomó enseguida la guitarra y me dijo: “Eres el mejor telonero del mundo”…. Cuando se dio cuenta que estaba traicionando su ego, repuntó: “Después de mi, claro”.
Pues así se me han ido 30 años de fans a Santiaguito sin darme cuenta; desde aquel noviazgo en Lawton, hasta el libro “Trovadores de la herejía”, que hice con Bladimir Zamora, donde recopilamos buena parte de la obra de esos cuatro creadores que marcan toda una época (que llega desde inicios de los 80 hasta hoy mismo): Gerardo Alfonso, Santiago Feliú, Frank Delgado y Carlos Varela. Por cierto, ahora que miro nuevamente la foto de cubierta del libro, están ellos cuatro, muy jóvenes, con aspecto de filibusteros, recostados a un muro; precisamente al murallón del Convento, frente a la misteriosa casa de madera verde, esa que tanto rondé en mis tiempos de Rita, esperando en vano encontrarme al trovador para presentarme y mostrarle alguna incipiente canción. Y mira tú, cuándo y cómo vino a salir.
Tomado de La Jiribilla
Tomado de La Jiribilla
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