Revista mensual Somos Jóvenes No. 191 Enero de 2001 |
Aventurarme hacia los mares insondables de tu espíritu, es más que el ejercicio habitual de un escribano, es el acto vital de desnudarme en palabras ante una incógnita que nunca se despejará: siempre serás un alguien imaginado(ada), aunque en este instante en que tus ojos me leen seas tan real como yo en el instante en que escribo (pasado para ti que solo tienes de mí un texto del que puedes sacar una imagen quién sabe cuan cercana o distante de aquel que lo redactó). ¿Quién sabe qué soy —si acaso algo soy— en este preciso momento que has elegido? ¿Quién puede asegurarme que esta revista llegue a tus manos en enero del 2001 o quede olvidada en una gaveta de tu cuarto o en un rincón de una biblioteca y sea hojeada 30 años más tarde por un curioso que busca ideas de archivo? ¿Qué habrá sido de aquel, o sea, ese yo que ahora redacta, en la hora futura —este ahora— en que me persigues línea a línea? No puedo predecir mi futuro, ni saber rasgo alguno de tu rostro, o tener la más remota idea de tu voz o los sentimientos que pudieses experimentar con lo que escribo, tú tienes mejor suerte, pues —aún sin verme— algo podrás descifrar de lo que sintió y dejó expresado en este mensaje… El Diablo Ilustrado
En el cuarto del sabio, los libros, no parecían libros sino huéspedes: todos llevaban ropas de familia, hojas descoloridas, lomos usados. He aquí el tesoro que nos une a ti y a mí, los libros, la lectura. De ella, una de las más preciadas, la de Martí; por ello comienzo citándolo y quiero que en este enero sea nuestro cordón umbilical. Los goces comunes son dotes de bellacos. La vida tiene goces suavísimos, que vienen de amar y de pensar. Ir más allá del buen vivir elemental que proponen los tontos (esos que piensan en lujos como su obsesión, desconociendo que la mayor felicidad es uno mismo), el saber moldearse con el conocimiento y los sentimientos, debe ser nuestra divisa. Amar para saber, saber para amar: esa debe ser la aspiración de los seres humanos, la única que conduce a la felicidad. El lucro viene y se va, o se queda, o no viene, en cualquier caso se puede o no ser feliz con él, lo que no se puede es llevar una vida plena en la ignorancia ni con limitado espíritu. Solo la elevación constante del alma deja un camino insondable al placer, porque lo único que nadie te puede robar es lo que eres: lo que tienes, se te puede perder o, al fin y al cabo, te aburrirá.
Te tengo una proposición. Con este enero ha llegado un nuevo milenio, este especie de borrón y cuenta nueva implica casi siempre que hagamos grandes proyectos. Quisiera que a los tuyos le sumes un regalo que quiero hacerte, el mejor que puedo y sé hacer. Te confieso que no me gusta regalar flores, ni las naturales —mucho menos esas que los mercaderes ahogan en papel celofán— he preferido siempre llevar a quien amo hasta un jardín para observar juntos la belleza viva. Mi regalo, como supondrás, no puede ser material, —de estas páginas no puede saltar un paquete. Pero tengo un tesoro al que acudo con frecuencia y saco de él fuegos para mi alma. Mi regalo es proponerte que busques las Obras Escogidas de José Martí, de la Editorial Ciencias Sociales. Son tres tomos. Puede que esté en alguna librería, prefiero que el libro sea mío para ir subrayando todo lo que me interesa y volver sobre esas líneas a estudiarlas. Pero si no puedes conseguirlos ve a una biblioteca y copia cada idea que te impacte en una libreta. No leas por acabar, quizás le dediques todo un año, no te apures, aprender el camino de la vida, el secreto del amor, es algo que vale la pena. Hay quienes consumen toda su existencia y no llegan ni a asomarse a él. Yo te aseguro que si sigues con devoción esas páginas serás al final alguien que, sobre todas las cosas, tendrá en su espíritu no solo grandes respuestas sino, sobre todo, grandes preguntas. Los tontos no se preguntan nada, el mundo rueda bajos sus pies y no lo sienten.
Como dedicatoria a mi regalo una de las frases que tengo subrayadas en el tomo 1 de las Obras Escogidas de Martí.
Le sirvieron sus estudios, como de crisol, que es de lo que han de servir, y no de grillos, como sirven a otros. Tanta era su luz propia, que no pudieron cegarla reflejos de otras luces. Fue de los que dan de sí, y no de los que toman de otros. Le graznaron cuervos, que graznan siempre a las águilas. Le mordieron los envidiosos, que tienen dientes verdes. Pero los dientes no hincan en la luz.
Te tengo una proposición. Con este enero ha llegado un nuevo milenio, este especie de borrón y cuenta nueva implica casi siempre que hagamos grandes proyectos. Quisiera que a los tuyos le sumes un regalo que quiero hacerte, el mejor que puedo y sé hacer. Te confieso que no me gusta regalar flores, ni las naturales —mucho menos esas que los mercaderes ahogan en papel celofán— he preferido siempre llevar a quien amo hasta un jardín para observar juntos la belleza viva. Mi regalo, como supondrás, no puede ser material, —de estas páginas no puede saltar un paquete. Pero tengo un tesoro al que acudo con frecuencia y saco de él fuegos para mi alma. Mi regalo es proponerte que busques las Obras Escogidas de José Martí, de la Editorial Ciencias Sociales. Son tres tomos. Puede que esté en alguna librería, prefiero que el libro sea mío para ir subrayando todo lo que me interesa y volver sobre esas líneas a estudiarlas. Pero si no puedes conseguirlos ve a una biblioteca y copia cada idea que te impacte en una libreta. No leas por acabar, quizás le dediques todo un año, no te apures, aprender el camino de la vida, el secreto del amor, es algo que vale la pena. Hay quienes consumen toda su existencia y no llegan ni a asomarse a él. Yo te aseguro que si sigues con devoción esas páginas serás al final alguien que, sobre todas las cosas, tendrá en su espíritu no solo grandes respuestas sino, sobre todo, grandes preguntas. Los tontos no se preguntan nada, el mundo rueda bajos sus pies y no lo sienten.
Como dedicatoria a mi regalo una de las frases que tengo subrayadas en el tomo 1 de las Obras Escogidas de Martí.
Le sirvieron sus estudios, como de crisol, que es de lo que han de servir, y no de grillos, como sirven a otros. Tanta era su luz propia, que no pudieron cegarla reflejos de otras luces. Fue de los que dan de sí, y no de los que toman de otros. Le graznaron cuervos, que graznan siempre a las águilas. Le mordieron los envidiosos, que tienen dientes verdes. Pero los dientes no hincan en la luz.
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