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| Foto: Richard |
Se ha escapado a sus cielos Teresita, sin llevarse nada, porque nada tuvo. Se ha escapado traviesa, casi desnuda, con su guitarra al hombro, su sonrisa limpia, cómplice y el eterno mocho de tabaco entre sus labios cantores. No hace falta que la viera partir para saber que iba con paso martiano medular esparciendo sueños para niños y advertencias para que no se enmohezcan los mayores (en las trampas materiales que el modo de vida consumista impone a troche y moche). Tras ella irá seguramente una tropa de animales infinita, encabezada por el gatico Vinagrito (alma de todos), su cubanísimo Zunzuncito, Vicaria la lechucita la Tía Jutía, la Señora Manatí, la Lagartija verde, El conejito majadero, El grillito acatarrado ¿con quiénes jugaremos los niños ahora?
Debemos, a pesar de la ausencia, cantar con ella; pues no se llevó nada, porque nada tuvo, pero nos dejo mucho, porque mucho hizo en cuanto a tareas del alma. Nos toca cantarnos y cantar a los que vienen, con su corazón feliz, hacer su ronda de los pobres de la tierra, darnos las manos y danzar, poniéndole amor a las cosas feas, como ella, —maestra mágica— nos enseñó, con su obra y con su vida; nos toca esparcir la felicidad profunda de la sencillez y la poesía, que es la herencia que nos deja. Cantar y ser feliz, cantar para hacer feliz, es la mejor manera de decirle adiós a Teresita Fernández; feliz, feliz, feliz, porque sabemos que ha partido en infinita procesión de la naturaleza, como alita de cucaracha llevada hacia al hormiguero.
Muñeca de trapo
Teresita Fernández
Muñeca de trapo soy,
muñeca de trapo,
juguete de mi corazón
que yo puse en tus manos.
Juega, juega conmigo
que soy de trapo
y si lloro son lágrimas
de aserrín.
Si te preguntan di
que no has visto mi alma
que todo te lo di
por un poco de nada.
…Y llegó el domingo 17 de noviembre y se hizo el día y con alegría el sol de oro vimos salir, un nuevo día que con sus colores nos puso el corazón feliz… Llegó con sol radiante, pero podía haber sido con lluvia, ella hubiera jugado con nosotros y con ella nosotros en medio de su Tin-Tin ¡Ay que día esplendoroso! Bueno, como solo podía ser la jornada en que nos uniríamos muchos de tus amiguitos que nos convocamos por Facebook para cantar contigo, la Juglar de nuestro tiempo y ya de todos los tiempos que vendrán.
ResponderEliminarEmocionados todos fuimos llegando desde algo antes de las diez que era la hora fijada para encontrarnos todos estos niños que somos cuando te tenemos cerca Cantora nuestra. ¡Que alegría llegar a la plaza del Convento de San Francisco de Asís y ver que ya estaban allí, Vinagrito, el gatico que parece de papel, Pitusa con Eusebio, el ratoncito al que le cuelga del rabo un farol y de la mano de la muñeca que sonreía con sus dos dientecitos brillando más que nunca, seguro que contenta al ver, como nosotros al conejito majadero.
Nos fuimos acercando a todos estos personajes y entonces vimos que el revoloteo de palomas que notamos desde la lejanía era alrededor tuyo, que te nos habías adelantado y con las piernas cruzadas estabas sentada a un lado de la plaza, casi pegadita a las antiquísimas paredes del Convento. Estuvimos varios días pensando que iríamos a cantarte, a devolverte las historias que por tanto tiempo nos has estado regalando y de esta manera invocarte y tener el honor de verte llegar y resulta que nos estabas esperando con tu guitarra entre las manos convidándonos a guitarrear con las nuestras, a unir nuestras voces a la tuya.
Enorme coro el que hicimos para abrazar a Vinagrito después que verle meter sus bigotes, las patas y la nariz en un plato de leche y oírle preguntarse si abrían sardinas allí, fue entonces que una muchacha comentara que su gatico “Pollo” se le parecía mucho. ¿La oíste? Yo se que ella piensa que esos dos son familia. Nos deleitamos con el conejito, que sin majaderías, ahora reposaba en tus piernas sin sustos por algún movimiento que pudieras hacer en tus rasgueos sosteniendo en sus paticas una enorme zanahoria con algunos flequillos de hierba verde, que esta vez no había olvidado su llavero.
Entonada, alguna, en el reencuentro lagrimeó recordando amoríos pasados en el que él le halagaban diciendo…”mi pedacito de zanahoria, rayillo de sol, mariposita de cartón, Pitusa, chiquitica, capullito en flor, mi corazón te quiere mucho” y ella lo seducía…”Eusebio mi muchachito, negrito de mi amor, mi pastillita de chocolate te llamo yo, mi corazón te quiere mucho”… frases que se respondían como estos aliados de juegos infantiles cantaban ahora auxiliados por nuestro grupo: “Muchísimo te quiero yo”. ¿La viste? Yo le tenía muy cerca y me contagió.
Pero, nada de tristeza, mientras cantábamos vimos florecer Coralillo en un caracol vacio y muchas, muchas violetas crecer al rozarlas una niña de cristal azul que con su frescura el aire nos perfumó.
¿Cómo separarnos entonces cuando cada historia compartida nos unía más? De la única manera que nos permitías despedirnos para alejarnos un poquito de ti, solo un poquito, un tiempito pequeño porque sabemos que precisas de esta chiquillera como esta chiquillera de ti, pues, haciendo una ronda. Nos fuimos solo después que te vimos elevarte cantándonos como mismo te cantábamos en esa ronda que te regalamos, una gran ronda muy cerca del mar en la que jugamos al mundo besar.
Aun lejos de la plaza, lejos ya de La Habana Vieja, con la certeza de que estarás por acá para nosotros y unas cuantas generaciones venideras seguimos cantando: “Dame la mano y danzaremos, dame la mano y me amarás como una solo flor seremos como una flor y nada más”. Bueno, y mucho más porque tú, tú eres mucho, mucho más Teresita.