Fidel es un país

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____________Juan Gelman

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Teresita: Juglaresa de Dios...

A partir de un pequeño texto que el eterno canto de Teresita Fernández me imprimió ayer, he recibido algunos mensajes que quiero compartir con unas fotos tomadas por Richard Gómez, fotorreportero de  El Caimán Barbudo, en uno de aquellos encuentros imborrables en la Ceiba de Don Alejo, que cada diciembre organiza la AHS. 

El mayor regalo que nos puede dejar una persona es vivir consecuente con ella misma. Teresita cantó como quiso, vivió como quiso, amó como quiso. Espéranos en algún lugar de ese universo desconocido que nos cobija, mientras aquí seguiremos cantando tus canciones y aprendiendo de tu memoria. Gracias.
Julia León
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Realmente me has conmovido con tu escrito, ...pienso que todos derramamos una lágrima al saber la noticia, pero ya era evidente que ese ¨angel¨ que nos visitó tenía que partir para el mejor lugar, ya necesitaba ser recibida/bendecida en el reino de los cielos, solo llevando como equipaje su desmedido amor/ternura, segura estoy que fue recibida con infinita alegría,....los que tuvimos el privilegio de trasmitirle esa sabiduría llena de fantasías/sueños a los hijo/nietos, le debemos un eterno/infinito agradecimiento, ella quedará eternamente bendiciendo con sus canciones a los niños en esta mi amada ¨lasquita verde que flota en el Mar Caribe¨...gracias por dedicarle tan tierno homenaje, recibe siempre mi más sincero cariño....
Lily

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Juglaresa de Dios, cantora de los pobres y los niños

Por Jesús Lozada Guevara


Este relato es una mentira que esconde una verdad y la Verdad. Ya no tendremos la mirada, la sensibilidad y la historia que podría armar el triángulo y confirmar el círculo. Faltará -  ¿para siempre?-  el ojo y la lengua de Teresita Fernández.
Una tarde en la Peña Literaria del Parque Lenin, cuando, con la adolescencia rota, llegué hasta aquellas piedras y yagrumas, reino que los pobres construyeron, estaba ella. Mujer de fuego, pelo hirsuto, vestida de negro, que, poniendo sobre sus rodillas uno de los tomos de las Obras Completas de José Martí, leía, como un escolar. Ese sonido solo era comparable al de Miguel, Ramón o Filiberto, los venerables curas de mi ciudad, cuando musitaban los evangelios “ a riesgo de su vida”. El Apóstol recobraba la música que debió tener, la serena majestad de los zapatos agujereados y la pulcra aristocracia del traje a punto de estallar. La trovadora no se atrevía a comentarlo, lo proclamaba.
Entonces, puesta de pie, dijo: Yo, que creo, me atrevo a repetir con Li Po, el gran poeta chino, que “los hombres nos pasamos la vida luchando por esa fruta inútil que es la eternidad”. Nunca me atreví a preguntarle a cuál de las eternidades se refería; pero al verla, enseguida, supe que era a esa campana que suena, a ese címbalo que retumba, vacío de Amor, y que pretende entrar apartándolo todo, arrasándolo todo, para ocupar el espacio de lo sagrado. La obra y la vida de mi amiga hay que mirarla desde el prisma de Jesús de Nazaret, abandonado en la cruz, sufriente, que se vacía, se abaja. En el corazón de ella se mezclaban el dolor de siglos de las mujeres que fabricaban camisas de lino en Valencia, de los trabajadores y aparceros de Asturias, de los impotentes veracruzanos que veían como los interventores gringos refrescaban a sus bestias con hielo, mientras bajo la canícula y el hambre dejaban a los lugareños, hay que verla en los ojos de la niña de siete años que en Santa Clara pescaba guajacones en el río y aprendía a tocar tres acordes de guitarra que, sin embargo, le bastaron para horadar el tiempo y rasguñar la piedra.
Podría contar de nuestros viajes y actuaciones en México, Venezuela, España y Colombia. Podría decir que nos peleamos a muerte y nos reconciliamos, tantas veces, como esos viejos matrimonios que aman y odian con idéntica pasión; contar que generalmente admiramos a las mismas personas, y que la última vez que nos vimos estaba Antonio González o que Sor Acela Fernández miraba desde lejos, severa y adusta, como corresponde a una monja; y que ahora ellos tres deben estar enredados en una charla interminable o discuten. ¿Quién sabe qué sucede por esos lugares que están más allá de la recóndita armonía o de la oscura raíz del grito? Podría evocar conversaciones para las que no había reloj. Podría, pero no quiero y no debo. Quizás alguno piense, y es cierto, que este texto es tan personal que bordea la impudicia. Podría ser, podría ser, pero no es. Teresa le pertenece a Cuba y al mundo. Ella, que no tuvo nada,  hoy tiene más de lo que aspiró.
Entre Teresita del Carmen Fernández y García y yo media el silencio, que “tiene palabras más claras”, y que suena como el tambor de agua, las chirimías, el bajo pedal de los mozárabes y la recia polifonía de los sefarditas. Entre los dos está Dios, todo Dios, todo en Dios.
¡Espérame, juglaresa, cantora de los pobres! ¡Espérame, amiga mía, espérame junto a Li Po, Francisco de Asís y Teresa de Ávila! Sigo roto. Ahora más. Deja la ruta, el territorio, el mapa; déjalo como las migajas de pan del cuento de Hansel y Gretel que tanto nos hacían llorar.
¡Espérame en Bethania!
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Ella es ahora la Tierra que tanto amo. La naturaleza misma.
Heidi Igualada
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Lamentablemente así es la vida, yo lo siento mucho pues crecí escuchando sus canciones, sin duda alguna es una gran pérdida.
Yamila
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Teresita Fernández se marchó a las estrellas
Cubana, brillante, inteligente
Tuve la suerte de hacer dos giras por Venezuela con Teresita 
Estar en su casa en La Habana
Fue una de mis grandes maestras desde que la conocí
Cantaba a los niños, a Martí, a América Latina, al universo
Una flor y una sonrisa a Teresita en su rumba (no en su tumba)
Una conversa con ella eran horas de poesía, música, alegría y sabiduría
Siempre será un referente fundamental su ética a prueba de todo
Hasta siempre Teresita
Somos muchos los colombianos que te amamos y te seguiremos amando
disfrutando su música y sus muchas enseñanzas
Seguirás siendo para todos LA MAESTRA QUE CANTA
Julian Rodriguez -Cali

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