Fidel es un país

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____________Juan Gelman

miércoles, 7 de mayo de 2014

El Diablo en Somos Jóvenes No 31

Revista mensual 201, Noviembre de 2001
Esta dicha de cabalgar hacia ti por los montes frescos y naturales del espíritu me da el goce de alejarme de la podredumbre universal que es expande entre guerras y miserias. Es difícil abstraerse de tanto dolor pero el aliento de tu pureza, de esos ojos que esperan la otra cara de la humanidad —la de “los buenos, al final vencedores”— me lleva a la grupa de estas páginas, si no salvado, al menos esperanzado. Sé de un jardín sin puertas, hondo y sincero, sin avaricias, ni desigualdades, que me espera adonde quizás no llegue. Pero dándome plenamente a ti, sé que de alguna manera estaré en esa mañana limpia de otro mundo mejor, aunque sea como un recuerdo que quedará para entonces en tu alma como un nombre... El Diablo Ilustrado 

Le adjudican a Confucio la frase: los cautelosos muy poco se equivocan. Y es cierto que no andar a la ligera evita problemas. Cada paso en la vida debe llevar una previsión, un estudio previo, un objetivo sano. Pero, ojo, porque la cautela extrema limita la osadía y como dice Edwar J. Phelps el hombre que no comete errores, hace muy poco en la vida. Y es que toda empresa que se salga de convencionalismos o formalidades conlleva cierta dosis de riesgo. Hay un refrán consumista, muy empleado en el mercado: el que no se arriesga no gana; muy socorrido en la publicidad para arrastrar a la gente a comprar nuevos productos. A esto se le podría agregar que el que no se arriesga tampoco pierde.
Ahora, más allá de los juegos o las ventas —y otras manquedades de ese mundo de marcas y etiquetas— la frase puede incitarnos en un buen sentido: el riesgo es algo que debemos correr siempre que nos propongamos una noble empresa. No por temor a que las cosas nos salgan mal debemos achantarnos, el emprendimiento, la búsqueda de nuevos horizontes debe ser propósito constante. Por supuesto, que no se trata de buscar el equívoco, el error, pero no por temor al fracaso debemos limitar nuestras posibilidades.  
Alguien dijo que solo los emprendedores consiguen llegar lejos. Claro que esta frase tiene un cierto tufillo a “hombre de éxito”, otro de los slogans del mundo de mercado, pero igualmente me parece buena la frase aunque turbio sea el manejo que se suele hacer de ella. La constancia, el arrojo, la superación constante, ese dirigirse hacia un objetivo sin reconocer obstáculos insalvables, da sus frutos en la vida —sobre todo (o únicamente) si ese objetivo va aparejado con la nobleza y la elevación espiritual. Se podría decir que también consiguen su objetivo los que emplean el emprendimiento en cosas turbias o tontas (esas que van dirigidas a la acumulación de objetos o de status material) pero a estos, a la larga, la vida les pasa la cuenta: ese precioso tiempo que invirtieron en rodearse de objetos era el necesario para cultivar el alma. Resultado: desperdiciaron el tiempo vital en cosas secundarias, se les fue la vida sin saber que vivieron. Como dijera el poeta: pasarás por la vida sin saber que pasaste.
Creo, y la misma vida me ha dado la razón, que no se debe malgastar un segundo en algo que no sea alimentar el alma. Abrir los sentidos, agudizar el conocimiento, es la única manera de encontrar espacios cada vez más hondos e ilimitados por donde transitar. La bondad, la verdad y el bien deben ser la guía para andar. Todo interés mezquino que anime a un caminante le crea úlceras en el alma que cuando menos se imagine afloran en las relaciones humanas, en el interior mismo de ese ser, llevándolo a la infelicidad.
Dejó escrito nuestro José Martí: era de la raza selecta de los que no trabajaban para el éxito sino contra él. Fama o éxito no deben estar en el fin de nuestros propósitos, quien cree en otras cumbres que no sean las del conocimiento y el darse a los demás está ahuecándose el alma. Uno debe cada día crecer como una planta, sin otro fin que disfrutar ese crecimiento. La savia para tal empresa es la sencillez, la humildad, el goce infinito que la sabiduría ofrece al que se empeña en mejorarse. Solo las plantas que se empinan logran acercarse al sol, las que se retuercen esquivando la luz terminan mustias o marchitas.
Los errores son la escuela de la vida, ciertamente cada vez que nos equivocamos aprendemos algo —siempre que sepamos ser críticos y no entremos en justificaciones. Lo digo porque también hay quienes no sacan nada de los errores, tropiezan infinitamente con la misma piedra porque no analizan los fracasos, los inconvenientes que sus actitudes o acciones les traen. Se autojustifican echando siempre la culpa a los demás y evitan la esencia de los problemas. No hay peor error que el no reconocerlo escribió Escandón y Caroline L Gascoine afirmaba que un error reconocido es una victoria ganada.    
No escatimes fuerzas para emprender buenas acciones, para ser mejor cada día, ellas te llevarán a un modesto sitio siempre mas hermoso, el de la paz con uno mismo, el de la visión que adquieren las almas, mientras crecen, para ver más lejos. No te achantes, corre el riesgo de equivocarte, con una sola condición: se justo en tu osadía.         

1 comentario:

  1. Desde hace no me acuerdo cuando, soy admirador del diablo ilustrado. Tengo los libros y cada texto como libro de cabecera. Siempre encuentro una frase para cada tema y para cada ocasión, sobre todo las citas de grandes escritores, como Martí, por ejemplo.
    A propósito del tema en este escrito me recuerdo de algo que escribió Eduardo Galeano:
    Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

    A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

    -El mundo es eso - reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

    Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
    Gracias.

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