Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

sábado, 3 de diciembre de 2016

Fidel ha entrado en Santiago: No me dan pena los burgueses vencidos

Fidel acaba de entrar a Santiago de Cuba, punto final de sus dos caravanas, -la de la vida, y la de la muerte- que son las mismas, las caravanas del amor, (como las tres heridas del poema de Miguel Hernández). Y otro poeta, Rubén Martínez Villena lo recibe con un verso: “¡Qué maremágnum has ocasionado con tu entrada!”
Lleva días viajando hacia Martí con su pueblo, redimensionando, a una altura de dignidad jamás vista, a un pueblo que sabe tanto como quien viene de mañana; más patriota (desde el concepto de que Patria es humanidad) que nunca antes, diciendo una y otra vez, “yo soy Fidel” como liderando una nueva revolución dentro de la revolución.
Y una vez más, Fidel le está quitando la careta al imperio y sus esclavitos, por las reacciones que provoca en Miami, y las oligarquías representadas por algunos medios, pocos, los que se atreven desde la depravación moral a desafiar un huracán de dignidad global que impone al menos prudencia en los ataques.       
Del lado de allá “del charco” también los hay que respetan y hasta admiran a Fidel y su obra, muchos no alzan la voz por temor al poder de los ultraderechistas, una jauría que en su impotencia muestra descarnadamente el “lodazal humano” –como dice la trova- en el que se revuelcan sobrepasando todo límite de bajeza, la ausencia total de valores.
Lástima inspira saberlos en desbordadas fiestas por la muerte de un ser humano, o tomar las imágenes del dolor del pueblo cubano y burlarse en los medios o hacer declaraciones descabelladas al estilo de que en Cuba se asesina a los niños, o hasta el absurdo de que la Revolución le quitó la tierra a los campesinos, o que ha puesto al pueblo a pasar hambre; en fin, la ignorancia y mentira desmedidas que son parte consustancial de la “cultura” capitalista globalizada, esa que enseña a no tener otro dios que el dinero, a no tener prójimo, ni ética, ni historia, ni identidad, ni verdad, ni sueños, ni otra realidad que no sea la feria de ilusiones, que nos inventan los mega imperios mediáticos de los poderosos, (ese puñado de oligarcas universales que controlan ferozmente lo que se dice para imponer ese modo de vida conveniente a sus intereses, despoetizado, descerebrado, egoísta, con etiqueta  de modernidad). Es como la ceguera que nos muestra José Saramago en su inolvidable novela, clara metáfora sobre la falta de visión humana, o sea la deshumanización hacia la que nos arrastra la sociedad de consumo con su irracionalidad.          

“No hay mayor fracaso que alegrarse por la muerte de aquel hombre que no pudiste vencer en vida” 
Mi viejo amigo Omar Valiño, (crítico y teórico teatral) me recordaba que cuando murió Ronald Reagan -uno de los más genocidas presidentes de los Estados Unidos (lo cual no es poco decir) a un periodista de la radio se le ocurrió esbozar un cierto aire de celebración por la muerte de Reagan y luego Fidel en una intervención pública puso como un “c…” al periodista –sin mencionar su nombre, (ya sabemos la dimensión ética de El Caballo-) diciendo que aun siendo el peor enemigo, o un criminal  uno no debe festejar la muerte de un ser humano; y dejó claro que defendemos ideas, y el combate no es contra los seres humanos que adversan. Por eso, aun en casos como ese, había que respetar el dolor ajeno.
Por otra parte, si había alguna confusión, o margen a la duda, al estilo de… “los yanquis y sus cuervitos no son tan malos na´” estos días nos han llevado a ver al desnudo las entrañas de ese monstruo del que nos alertó Martí y del que el Che nos advirtió que no se le podía dar “pero… ni tantico así”.    
El pueblo, sabio, esperaba una señal para mostrarse, para decir hasta dónde ha crecido en estas décadas de creación constante en condiciones a veces heroicas, realmente extremas, como en el llamado Período Especial; y llegó la nueva orden del Comandante –terriblemente hermosa- para repasar la historia, mostrarla como bandera para nuevos combates, por nosotros –el pueblo humano- y dar un nuevo salto, buscando las esencias del proyecto, de la vida cotidiana, limpiando y limpiándonos de las cojeras que impiden ir más lejos.
Ya sabemos quiénes son nuestros enemigos, de lo que son capaces, pero "No importa, traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos" le respondemos como Fidel desde la pequeña habitación del hospital Civil de Santiago, donde intentaron apagar su voz.
¿Qué podemos esperar de quienes se regodean en el dolor del prójimo? Pensaron –otra vez, de las tantas otras veces- que la partida del Comandante marcaba la hora de repartirse el botín, se limaron los dientes mientras armaban las tan llevadas y traídas maletas del armario del odio, y han tenido la respuesta inmediata, contundente, bien sintética del pueblo “Yo soy Fidel”; lo cual los deprime profundamente: “si con uno no pudimos… -se dicen- qué hacer ahora que se ha convertido en millones”.
Puedo expresar con Nicolás Guillén “no me dan pena los burgueses vencidos” mirando a esos que junto al imperio norteamericano (el mismo lobo de siempre con el ya gastado traje de oveja de tantos carnavales que arman) se empeñan en festejar con la histeria de ese mal gusto seudocultural que prima en los depauperados medios miamenses, y a los cuales el Caballo vuelve a ganarle batallas incluso con su muerte.  
Entra Fidel en Santiago, la rebelde de siempre, a encontrarse con su padre José Martí y sus hermanos del asalto al cielo, en Santa Ifigenia, y todo un pueblo los ajiaca y encarna orgulloso, como savia para nuevas escaladas en el tiempo; ese pueblo al que -más allá de la Isla-, pertenecen todos los que han echado su suerte con los pobres de la tierra.


Burgueses

Poema de Nicolás Guillén
 
No me dan pena los burgueses
vencidos. Y cuando pienso que van a darme pena,
aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.
—No pase, por favor. Esto es un club.
—La nómina está llena.
—No hay pieza en el hotel.
—El señor ha salido.
—Se busca una muchacha.
—Fraude en las elecciones.
—Gran baile para ciegos.
—Cayó el Premio Mayor en Santa Clara.
—Tómbola para huérfanos.
—El caballero está en París.
—La señora marquesa no recibe.
En fin, que todo lo recuerdo.
Y como todo lo recuerdo,
¿qué carajo me pide usted que haga?
Pero además, pregúnteles.
Estoy seguro
de que también recuerdan ellos.

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