Revista mensual 189 Noviembre de 2000 |
No tener una existencia física, más allá de estas letras, es una ventaja para ambos: tú, cuentas con un amigo al que puedes juzgar sin compromisos, ya que solo te ata a él la plena libertad del espíritu, la complicidad de las razones, pues soy solo —e inmensamente— un representante del tiempo; puedes acudir a mí con toda la soltura del alma sin temor a herir o causar pena. Yo tengo a mi favor el despojarme de toda vida particular, ir más allá de cualquier prejuicio posible y darte algo que me rebasa: las señales que los seres más enamorados han dejado como testamento escrito para la gloriosa evolución humana. Así entramos en una relación que puede alcanzar la más plena honestidad, siempre que tu imaginación desee seguir esta interfluencia incorpórea con… El Diablo Ilustrado
Alguien dijo: los días más felices son aquellos que nos hacen sabios. Esto me sabe a principio elemental para alcanzar el noble título de de Ser Humano. Sin la sabiduría acumulada tendríamos ciertamente la niñez evolutiva del hombre (y la mujer) de las cavernas. Claro que ya es imposible, por muy iletrado que uno sea, ser un cavernícola, pero no creas que por estar rodeado de los inventos que los siglos acumulan se está automáticamente muy lejos del cuaternario: se puede ser un cromañón siendo lobo marino en Internet.
No basta tener acceso a información, se puede saber mucho y pensar muy poco, la sabiduría es la capacidad para procesar las señales externas que se reciben en la vida y convertirlas en la brújula del espíritu. Crecer no es directamente proporcional a la cantidad de libros, horas de televisión o multimedias que se hayan digerido, hace falta que ese alimento —dentro del que puede haber mucha sustancia desechable— sea asimilado por el organismo, discriminando la materia inservible de la savia vital, para que el cuerpo se nutra de su esencia y alimente entonces nuestro saber real.
Te podrás encontrar por el mundo a un catedrático de muy mal gusto, superficial, o por el contrario a un iletrado campesino que maraville con su filosofar, confirmarás entonces el aquello de que la nobleza del alma no se vende en las tiendas. Ese humilde ser ha dialogado con la naturaleza, ha bebido del vino de la meditación, en interacción con otros seres y ha templado su espíritu. Claro está, mientras más acceso informativo se tenga más posibilidades hay de adquirir cultura, pero no te dejes engañar por los peces de colores, porque en nuestros tiempos hay un mercado universal de tonterías primitivas que vienen en papel celofán con etiqueta de arte.
No perder la curiosidad de la infancia, pensar que por mucho que uno sepa como dijera el filósofo griego, no sabe nada; que siempre hay un más allá que pide más, más y más conocimiento, y que la sabiduría que no esté guiada por el bien es arar en el mar, ir hacia atrás, decrecer en el largo camino de la especie. Por ello hay que aprender con la razón y con el alma.
No basta tener acceso a información, se puede saber mucho y pensar muy poco, la sabiduría es la capacidad para procesar las señales externas que se reciben en la vida y convertirlas en la brújula del espíritu. Crecer no es directamente proporcional a la cantidad de libros, horas de televisión o multimedias que se hayan digerido, hace falta que ese alimento —dentro del que puede haber mucha sustancia desechable— sea asimilado por el organismo, discriminando la materia inservible de la savia vital, para que el cuerpo se nutra de su esencia y alimente entonces nuestro saber real.
Te podrás encontrar por el mundo a un catedrático de muy mal gusto, superficial, o por el contrario a un iletrado campesino que maraville con su filosofar, confirmarás entonces el aquello de que la nobleza del alma no se vende en las tiendas. Ese humilde ser ha dialogado con la naturaleza, ha bebido del vino de la meditación, en interacción con otros seres y ha templado su espíritu. Claro está, mientras más acceso informativo se tenga más posibilidades hay de adquirir cultura, pero no te dejes engañar por los peces de colores, porque en nuestros tiempos hay un mercado universal de tonterías primitivas que vienen en papel celofán con etiqueta de arte.
No perder la curiosidad de la infancia, pensar que por mucho que uno sepa como dijera el filósofo griego, no sabe nada; que siempre hay un más allá que pide más, más y más conocimiento, y que la sabiduría que no esté guiada por el bien es arar en el mar, ir hacia atrás, decrecer en el largo camino de la especie. Por ello hay que aprender con la razón y con el alma.
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