Ismael Serrano en Bellas Artes. Foto de Villa |
Yo sabía que mi gente no fallaba. Un abarrotado teatro de Bellas Artes emprendió un intenso vuelo espiritual de más de dos horas y media en el primer concierto en Cuba de Ismael Serrano. Muchos quedaron sin poder entrar, no bastante a que llenaron hasta los pasillos (yo me “acomodé” en un pedazo de peldaño de escalerita gracias a la gestión de Frank Delgado y Mildrey, quienes obtuvieron para mí una invitación —argumentando la promoción que había hecho).
La movida hacia Bellas Artes demostró que crece la conexión con la canción de autor auténtica underground, lo cual me llena de regocijo. Creo firmemente en los jóvenes nuestros (inmensa mayoría del público que asistió) y su capacidad para buscar una poética que rompa con la pobreza que impera en el contaminado medioambiente sonoro.
Ayer nos confabulamos los soñadores (con el alborozo de saber que no somos pocos) a pesar la hiperdeficiente promoción, ya instaurada como toda una tradición en Cuba. Sabemos que la canción de autor no está de moda en los grandes circuitos del mercado, sin embargo vivimos tiempos de un movimiento de la canción pensante, especialmente en América, muy fuerte, que lógicamente es “clandestino”, como todo arte auténtico que se respeta. Harto sabido es que los dueños de los grandes circuitos de la información y la divulgación en el mundo son enemigos, por naturaleza de la cultura de los pueblos. Lo increíble e inaceptable es que en nuestro país, impere ese entreguismo mimético a los cánones que establecen los enemigos del espíritu humano: seguimos arrastrando la maldición de Malinche. Cualquier mequetrefe de la seudocultura banal es seguido por nuestros medios con ignorante entusiasmo. A ver, aflojemos un poco, cualquier cantante comercial, desde que desembarca en el país, dígase, por ejemplo el Juanes aquel de la bobería de la camisa negra, protagonista del tristemente célebre (según mi visión —confieso que extremista) “Concierto por la paz”, o la Beyonce (¿se escribirá así? Soy un ignorante mediático) la que seguramente tiene grandes méritos gran-mysticos y supongo que buena voz... En fin, ya desde los legendarios Festivales de Varadero padecemos de esa promoción de pasarela que siempre se va por los fuegos fatuos, de tal manera que podían estar (y esto es un suponiendo, basado en hechos reales) un Djavan, un Milton Nacimento, o el mismísimo Chico Buarque en Cuba, y las cámaras perseguir (se podría decir que hasta con saña) a un Dyango o un Peret.
Pero bien, nada de eso impide que Chico sea Chico, o que Luis Eduardo Aute (uno de los autores más importantes de la lengua hispana —quien pasó inadvertido en el concierto de la Plaza del millón de personas—) sigan su paso por el tiempo, y hasta creciendo en él, mientras los cantorzuelos de atrezzo pasan al olvido.
Pero ¡Suéltenme penas añejadas, que la cosa está buena!: Llega Ismael Serrano y casi a base de correitos se riega la bola, por el boca a boca, y la juventud toma el Teatro de Bellas Artes. Ismael habrá comenzado sobre las 7 y 15 minutos, y yo miré el reloj al salir, y eran las 9:52 pm. Quitando el tiempo que quedamos como flotando tras el final, debe haber cantando al menos 2 horas y media.
Ocho cálidas lámparas como única escenografía le daban un toque de sala hogareña al escenario, lo que se ajusta exactamente a la idea de presentación del cantautor español. Desde que salió a escena, Ismael Serrano fue el viejo amigo que llega a casa y con acumulada ternura y toques de humor te cuenta cómo le ha ido, cómo va el mundo, los romances y decepciones que ha vivido, los sueños que quiere abrazar ante un sistema en crisis que no deja vivir, ni abrazar, ni amar. Canciones y charla hicieron pasar el tiempo en complicidad absoluta; uno sentía lágrimas ante un verso, sonrisas ante otros, cantos susurrados en muchas de las canciones, palmas cuando el momento lo pedía, un silencio religioso ante cada expresión del cantor. Me asombró que en el público fueran tan conocidas no solo las canciones del disco Atrapados en azul, sino también las de su disco más reciente Todo empieza y todo acaba en ti. Si tenemos en cuenta que en los medios masivos nuestros es bien baja la cuota de cantautores que se difunden (increíble, pero especialmente Latinoamérica, se vive un momento de revolución musical en la canción poética al que vivimos casi de espaldas), no puedo menos que aplaudir con toda la admiración y optimismo del alma, lo que ocurrió anoche entre Ismael Serrano y el público tan joven que desbordó la sala. Uno se pregunta: ¿qué habría sido, cuántos jóvenes más, habrían aprovechado esa presentación, si se promoviera la cultura como se debe —y más en un país como el nuestro, en el que los medios no obedecen (o no deben obedecer) a operaciones mercantiles, sino al crecimiento cultural de la población? ¡Suéltame ya, criticón!
Ismael Serrano: íntimo, sin artificios, acompañado de su guitarra y un tecladista que con su maquina de sonido, es una sutil orquesta, hurgando en el acontecer social, en los días que vivimos desde pasajes cotidianos, desde un momento de soledad, desde una duda o desaliento, desde esa mujer que soñamos o que perdemos en la angustia cotidiana de un paro laboral.
No se puede dejar de subrayar que Jacob Sureda, desde su teclado, sostiene una atmósfera de encantamiento envolviendo el canto tierno, melodioso, sentido, de Ismael. El hilo que se fue tejiendo llegó a tales niveles que uno sentía realmente que Ismael Serrano es un amigo que te está hablando a ti solamente; creo que todos tuvimos la sensación de estar en esa sala sentados charlando sobre nuestros días y la necesidad de palparnos, abrazarnos, combatir poéticamente para que la especie humana se salve, del egoísmo, de la avaricia, del individualismo, de la soledad, de la destrucción del medio ambiente, del desamor.
La espesura espiritual fue creciendo y qué decir de ese momento en que cantamos todos “Papá cuéntame otra vez” y el estremecimiento colectivo (gran ovación que sacudió visiblemente a nuestro amigo cantor) cuando dijo “Papá cuéntame otra vez de ese guerrillero loco que mataron en Bolivia”.
Tras su despedida, el público estuvo minutos pidiendo su regreso y claro que retornó para hacer otras canciones, entre ellas “Y sin embargo” de Joaquín Sabina que fue cantada por todos (confieso que descubrí en la pieza —gracias a la honda ternura de Serrano—, nuevos embrujos más allá de los de los que afloran en la entrañable voz de borracho acodado a la barra, del gran Sabina).
Parecía que no quedaba altura espiritual por escalar cuando Ismael Serrano interpretó (más bien interpretamos): “Vine del Norte”. Tuvo que reírse cuando se vino el teatro abajo al nombrar a nuestro trovador en los versos "Déjate de historias, súbete ahí, y cántame una de Silvio". El sorprendido fui yo cuando en la estrofa siguiente, en el momento exacto que lo pedía la canción, todos exclamaron en coro afinado: Tú les gritaste "¡Asesinos!", y los dos echamos a correr.
Nada más emotivo que el último instante del concierto; versos en que el canto de todos, desde Ismael Serrano, rindió homenaje al amor, a la historia de nuestros pueblos, al cantor chileno asesinado Víctor Jara, y con él a la victoria de la poesía. Cerramos la noche diciendo para todos los tiempos: "Te recuerdo, Amanda".
Nota: En esta lluviosa mañana han llamado a casa varios amigos (incluyendo trovadores y hasta 2 periodistas del sector cultural), que no sabían que Ismael Serrano estaba en Cuba). Así mismo otro puñado de amistades que no alcanzaron entradas para el concierto.
OJO: Hermanos de Santa Clara, este jueves 6 de junio Ismael Serrano dará su segundo concierto en Cuba en el Teatro La Caridad.
Ver este y otros artículos relacionados: En el blog de El Diablo Ilustrado: http://eldiablo-ilustrado.blogspot.com/
http://eldiabloilustrado.blogcip.cu/
La movida hacia Bellas Artes demostró que crece la conexión con la canción de autor auténtica underground, lo cual me llena de regocijo. Creo firmemente en los jóvenes nuestros (inmensa mayoría del público que asistió) y su capacidad para buscar una poética que rompa con la pobreza que impera en el contaminado medioambiente sonoro.
Ayer nos confabulamos los soñadores (con el alborozo de saber que no somos pocos) a pesar la hiperdeficiente promoción, ya instaurada como toda una tradición en Cuba. Sabemos que la canción de autor no está de moda en los grandes circuitos del mercado, sin embargo vivimos tiempos de un movimiento de la canción pensante, especialmente en América, muy fuerte, que lógicamente es “clandestino”, como todo arte auténtico que se respeta. Harto sabido es que los dueños de los grandes circuitos de la información y la divulgación en el mundo son enemigos, por naturaleza de la cultura de los pueblos. Lo increíble e inaceptable es que en nuestro país, impere ese entreguismo mimético a los cánones que establecen los enemigos del espíritu humano: seguimos arrastrando la maldición de Malinche. Cualquier mequetrefe de la seudocultura banal es seguido por nuestros medios con ignorante entusiasmo. A ver, aflojemos un poco, cualquier cantante comercial, desde que desembarca en el país, dígase, por ejemplo el Juanes aquel de la bobería de la camisa negra, protagonista del tristemente célebre (según mi visión —confieso que extremista) “Concierto por la paz”, o la Beyonce (¿se escribirá así? Soy un ignorante mediático) la que seguramente tiene grandes méritos gran-mysticos y supongo que buena voz... En fin, ya desde los legendarios Festivales de Varadero padecemos de esa promoción de pasarela que siempre se va por los fuegos fatuos, de tal manera que podían estar (y esto es un suponiendo, basado en hechos reales) un Djavan, un Milton Nacimento, o el mismísimo Chico Buarque en Cuba, y las cámaras perseguir (se podría decir que hasta con saña) a un Dyango o un Peret.
Pero bien, nada de eso impide que Chico sea Chico, o que Luis Eduardo Aute (uno de los autores más importantes de la lengua hispana —quien pasó inadvertido en el concierto de la Plaza del millón de personas—) sigan su paso por el tiempo, y hasta creciendo en él, mientras los cantorzuelos de atrezzo pasan al olvido.
Pero ¡Suéltenme penas añejadas, que la cosa está buena!: Llega Ismael Serrano y casi a base de correitos se riega la bola, por el boca a boca, y la juventud toma el Teatro de Bellas Artes. Ismael habrá comenzado sobre las 7 y 15 minutos, y yo miré el reloj al salir, y eran las 9:52 pm. Quitando el tiempo que quedamos como flotando tras el final, debe haber cantando al menos 2 horas y media.
Ocho cálidas lámparas como única escenografía le daban un toque de sala hogareña al escenario, lo que se ajusta exactamente a la idea de presentación del cantautor español. Desde que salió a escena, Ismael Serrano fue el viejo amigo que llega a casa y con acumulada ternura y toques de humor te cuenta cómo le ha ido, cómo va el mundo, los romances y decepciones que ha vivido, los sueños que quiere abrazar ante un sistema en crisis que no deja vivir, ni abrazar, ni amar. Canciones y charla hicieron pasar el tiempo en complicidad absoluta; uno sentía lágrimas ante un verso, sonrisas ante otros, cantos susurrados en muchas de las canciones, palmas cuando el momento lo pedía, un silencio religioso ante cada expresión del cantor. Me asombró que en el público fueran tan conocidas no solo las canciones del disco Atrapados en azul, sino también las de su disco más reciente Todo empieza y todo acaba en ti. Si tenemos en cuenta que en los medios masivos nuestros es bien baja la cuota de cantautores que se difunden (increíble, pero especialmente Latinoamérica, se vive un momento de revolución musical en la canción poética al que vivimos casi de espaldas), no puedo menos que aplaudir con toda la admiración y optimismo del alma, lo que ocurrió anoche entre Ismael Serrano y el público tan joven que desbordó la sala. Uno se pregunta: ¿qué habría sido, cuántos jóvenes más, habrían aprovechado esa presentación, si se promoviera la cultura como se debe —y más en un país como el nuestro, en el que los medios no obedecen (o no deben obedecer) a operaciones mercantiles, sino al crecimiento cultural de la población? ¡Suéltame ya, criticón!
Ismael Serrano: íntimo, sin artificios, acompañado de su guitarra y un tecladista que con su maquina de sonido, es una sutil orquesta, hurgando en el acontecer social, en los días que vivimos desde pasajes cotidianos, desde un momento de soledad, desde una duda o desaliento, desde esa mujer que soñamos o que perdemos en la angustia cotidiana de un paro laboral.
No se puede dejar de subrayar que Jacob Sureda, desde su teclado, sostiene una atmósfera de encantamiento envolviendo el canto tierno, melodioso, sentido, de Ismael. El hilo que se fue tejiendo llegó a tales niveles que uno sentía realmente que Ismael Serrano es un amigo que te está hablando a ti solamente; creo que todos tuvimos la sensación de estar en esa sala sentados charlando sobre nuestros días y la necesidad de palparnos, abrazarnos, combatir poéticamente para que la especie humana se salve, del egoísmo, de la avaricia, del individualismo, de la soledad, de la destrucción del medio ambiente, del desamor.
La espesura espiritual fue creciendo y qué decir de ese momento en que cantamos todos “Papá cuéntame otra vez” y el estremecimiento colectivo (gran ovación que sacudió visiblemente a nuestro amigo cantor) cuando dijo “Papá cuéntame otra vez de ese guerrillero loco que mataron en Bolivia”.
Tras su despedida, el público estuvo minutos pidiendo su regreso y claro que retornó para hacer otras canciones, entre ellas “Y sin embargo” de Joaquín Sabina que fue cantada por todos (confieso que descubrí en la pieza —gracias a la honda ternura de Serrano—, nuevos embrujos más allá de los de los que afloran en la entrañable voz de borracho acodado a la barra, del gran Sabina).
Parecía que no quedaba altura espiritual por escalar cuando Ismael Serrano interpretó (más bien interpretamos): “Vine del Norte”. Tuvo que reírse cuando se vino el teatro abajo al nombrar a nuestro trovador en los versos "Déjate de historias, súbete ahí, y cántame una de Silvio". El sorprendido fui yo cuando en la estrofa siguiente, en el momento exacto que lo pedía la canción, todos exclamaron en coro afinado: Tú les gritaste "¡Asesinos!", y los dos echamos a correr.
Nada más emotivo que el último instante del concierto; versos en que el canto de todos, desde Ismael Serrano, rindió homenaje al amor, a la historia de nuestros pueblos, al cantor chileno asesinado Víctor Jara, y con él a la victoria de la poesía. Cerramos la noche diciendo para todos los tiempos: "Te recuerdo, Amanda".
Nota: En esta lluviosa mañana han llamado a casa varios amigos (incluyendo trovadores y hasta 2 periodistas del sector cultural), que no sabían que Ismael Serrano estaba en Cuba). Así mismo otro puñado de amistades que no alcanzaron entradas para el concierto.
OJO: Hermanos de Santa Clara, este jueves 6 de junio Ismael Serrano dará su segundo concierto en Cuba en el Teatro La Caridad.
Ver este y otros artículos relacionados: En el blog de El Diablo Ilustrado: http://eldiablo-ilustrado.blogspot.com/
http://eldiabloilustrado.blogcip.cu/
anoche fue hermoso el concierto, de esos que se extrañan, a golpe de poesía, de entrega, de perfecta comunicación (y respeto) entre Ismael y los que tuvimos la suerte de estar...
ResponderEliminarpor cierto, tienes mucha razón. duele reconocer que venga un cantante español "patrocinado" por Karamba o Buena Fe y tenga a su disposición el Astral o hasta el Karl Marx y llegue Ismael Serrano a La Habana y casi nadie lo cubra, a pesar de que el teatro de Bellas Artes se haya quedado hiper-pequeño para tanta poesía cantada. Un concierto donde no tuvimos ni siquiera una entrada "normal" al teatro, porque parece que era más importante la super-cena para turistas que vimos a la salida que el acto cultural en si.
Algo no está bien por acá, le tendemos alfombras rojas a cualquier reguetonero del patio y damos la espalda a quien ha demostrado por muchos años su valía como cantante y como persona.
Ayer fue un concierto para la "intelligentsia" habanera, que por suerte _y a pesar de todos_ existe...
Enhorabuena, Sr. Goski!... ;)))
Como para reafirmar lo que se dice (y compartimos) en este post, acaba de finalizar el noticiero del mediodía en la TVC y en la información cultural ni siquiera se mencionó el concierto de ayer en Bellas Artes... y en el resto de la prensa nacional "oficial", solo fue acogido en Cubadebate y en Cubasi, quizá porque sus directores estaban anoche allí, contagiados por la magia de la poesía.
ResponderEliminarFelicidades a ambos por ser la excepción de la regla.
Por cierto, en Cubadebate se defiende: "No conozco detalles de la organización de estas presentaciones de Serrano en Cuba, pero merecía más. Los periodistas, no avisados, hicieron mutis por el foro en la Conferencia de Prensa a su llegada a La Habana. El Concierto en Bellas Artes apenas tuvo publicidad. Y una presentación de estos quilates, merecía por lo menos la Sala Avellaneda del Teatro Nacional."