Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

martes, 26 de noviembre de 2013

Bailando con Celia Cruz, oyendo a Silvio y Pablito...

Un amigo me envió por correo (email) un artículo publicado en El Nuevo Herald, en el que, de cierta manera,  celebra el hecho de que artistas cubanos que emigraron de Cuba se estén empezando a pasar por los medios masivos acá en la Isla. El artículo, que me recordó la canción “La otra orilla” de Frank Delgado, me parece bien; y hasta quiero, motivado por él, hacer algunos comentarios.  
Realmente no es una novedad que artistas cubanos que “se fueron” a vivir a otros países aparezcan en el panorama mediático nuestro. Es cierto que durante muchos años se le hizo una cruz (sin Celia, incluso) a muchos artistas que se iban, mediante un misterioso sistema de prohibición que nadie sabe quien ha dictado. Algo muy complejo porque fue variando en el tiempo y no era una lista negra con todos los que partieron;  y en ocasiones no era un problema limitado a cubanos. Podía suceder que alguien se enteró de que un cantante español, o brasilero, o argentino había declarado en una entrevista que no le gustaba el socialismo, o que el capitalismo era sabroso, o que lo atendieron mal en una cafetería en Santi Spíritus y de pronto apareciera un director o jefe de programación en una emisora “bajando” la resolución (verbal) de que ese fulano(a) no se puede poner.
En este sentido hay que matizar, pues también los hubo que no fueron prohibidos por nimiedades, sino por abogar públicamente por una invasión directa de las tropas yanquis a Cuba, o algo por el estilo, en momentos tensos, lo cual hace poco probable que alguien del lado de acá, deslinde la obra del autor y lo promueva en los medios.  
Aunque pueda parecer tecoso no está de más que vayamos a la historia y sus contextos. Esto empezó por los años 60, en medio de una guerra abierta, que incluyó bombardeos y ametrallamientos a los pueblos costeros, bandas de mercenarios asesinando y quemando casas en los montes cubanos, sabotajes, invasión, bloqueo incluido, en fin, tiempos de guerra abierta, donde el enemigo es el enemigo de un campo de batalla, donde flaquear te cuesta la vida. ¿Se cometieron extremismos? Quizás, tal vez —como el estribillo de una canción de mi amigo Richard Gómez—, pero un extremismo defensivo contra un extremismo criminal de la otra parte, (la derecha reaccionaria miamense, a los pies del imperio norteamericano). Esa guerra (no tiene otra denominación) después de avanzados los años 80, fue cambiando hacia la subversión ideológica acompañada de la asfixia económica. Junto a ese cambio de agresión (no menos peligroso, pero no tan mortal físicamente) han venido en el tiempo las transformaciones defensivas, dentro de las que está la progresiva normalización de esas “censuras” culturales a la que se refiere el artículo que me envían.
Por otra parte, a la emigración inicial de los 60, con un sustento más antirevolución, le han sucedido emigraciones con motivaciones fundamentalmente económicas, lo cual ha ido despolitizando el diálogo de las llamadas dos orillas. Aunque el lenguaje mediático maiamero siga siendo bastante crudo y atacante en su mayoría.  
También desde los 80 comenzó un proceso de visitas al país de los que se fueron, primero llamado “La comunidad” que no ha sido más amplio por las leyes estadounidenses que bloquean las visitas normales desde el territorio norteamericano. Proceso que llega a estos días donde las leyes migratorias cubanas quitaron todas las trabas.
En el cine hace muchos años ya que se acabó la tontería de no exhibir una película porque hubiese algún actor que emigrara o algo semejante (algo que ocurrió muy poco, por cierto). En el propio artículo Arturo Arias-Polo hace alusión a “Yo soy del son a la salsa” exhibida en los años 90 en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, donde aparecen entre otros Celia Cruz (una de las pifias más notables de los que hacen cruces en nuestros medios). Igualmente, nuestras publicaciones culturales han abordado la obra de los creadores que no viven en Cuba con naturalidad desde hace muchos años. Empecé en el año 2000 en El Caimán Barbudo y desde antes, ya aparecían “moros y cristianos” en los artículos, sin omitir a alguien porque no viviese en el país. Podría hacer un listado de artículos que han sido dedicados a creadores cubanos que viven allende los mares. Hemos seguido, por poner un par de ejemplos en música, los discos de Habana Abierta, Adrián Morales, Gema y Pavel... a propósito, recomiendo un artículo de Joaquín Borges Tríana en el Caimán 377 (www.caimanbarbudo.cu) titulado “¡Ponte pa la música! Aproximación a la escena musical alternativa de Miami”. 
Y así, en nuestro Caimán Barbudo, incluimos, como debe ser, todo el arte que hacen cubanos, vivan donde vivan, siempre y cuando sea arte auténtico. Puedo añadir, con referencia a la radio, donde quedan alguno que otro censor por cuenta propia, que tengo un programa en Radio Cadena Habana, “Cantautores” todos los sábados, una hora en vivo, donde no solo pongo las canciones, sin distingo de lugar de residencia, sino que he tenido en mis emisiones como invitados especiales a varios trovadores y músicos que han venido a La Habana, dedicando gran parte del programa a conversar con ellos y escuchar sus discos. Así mismo, es bien amplio el listado de trovadores que no viven aquí que han pasado por las peñas que tiene nuestra revista “Trovando” en el patio bar de los estudios Areito de la EGREM, en San Miguel y Campanario (todos los miércoles de 5.00 a 7.00 pm) y “La Utopía” los sábados de 5.00 a 9.00 pm en el Piano Bar Tun Tun de la Casa de la Música de Miramar (esquina de 20 y 35 en Playa). 
Creo que ese proceso cultural lógico va en camino a la plena normalización, y muy bueno que empecemos a poner a esa gran sonera nuestra, Celia Cruz, y claro que voto también porque se pongan Willy Chirino y otros; incluso a Ania Linares y Mirtha Medina. Debo confesar que, desde que estaban aquí y eran unas muchachas, ya me parecía decadente lo que hacían, pero esos son mis extremismos musicales, me parece bien que las pongan de cuando en cuando aunque sea como una curiosidad.  Creo que todo realizador de los medios, o promotor debe ser un jerarquizador cultural (y esto no va por ellas, sino por todo lo que se hace, aquí, allá, y acuyá). 
En nuestros medios no están ausentes “ídolos de palo”, seudomúsicos que aparecen una y otra vez con propuestas insulsas, de una mediocridad de espanto. Mi idea de promoción y divulgación es que todo lo válido, lo auténtico debe ser reflejado en nuestros medios, viva donde viva el creador, el artista de esa obra. Tampoco soy de los que esgrimen el anarquismo, “nada puede ser censurado”. Los medios masivos son transmisores de cultura, creo que todo el arte debe ser divulgado, pero ojo, no todo lo que se hace y se autopropone como tal, lo es. Cualquiera puede digamos grabarse un disco, o editarse un libro —y es su derecho—, como se supone que es derecho de cada medio masivo o realizador, elegir y promover lo que considere útil, bello, genuino.     
Una última acotación. En el artículo se alude a los espacios que van ganando en la Isla los creadores cubanos que emigraron, fundamentalmente a Miami. Junto al brindis por esas barreras que han ido cayendo, me gustaría en buen cubano, preguntar:
¿Y que volá, mi hermano, con la otra cara de la moneda? o parafraseando el título: ¿Están olvidados en Miami los artistas que se quedaron en la Isla?
Está claro que en la Isla se ha ido normalizando la relación con los cubanos que emigraron, o emigran, y creo que cada vez más sencillamente los cubanos que están viviendo en otro lugar. Un proceso que, en lo referente a la cultura podemos casi declarar libre de prejuicios. Se pasan por los medios masivos sus obras, muchos vienen y dan aquí conciertos, o intervienen en obras de teatro, filman películas, o participan en exposiciones de artes plásticas, etc. Ahora, ¿cómo va la cosa por la otra orilla? ¿Se promueve allá todo el arte de los que se han quedado en la Isla? ¿Se puede disfrutar con frecuencia, en los medios de Miami, como debe ser en una comunidad cargada de latinos y cubanos, a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Chucho Valdés, Van Van, Gerardo Alfonso, Adalberto y su son, Miriam Ramos, Santiago Feliú, Pancho Amat y su Cabildo del Son...? Teniendo en cuenta que, lógicamente, ha emigrado una ínfima parte de los creadores y artistas, y que el desarrollo de la cultura cubana en estos últimos 50 años ha sido desbordante en todas las manifestaciones, es de suponer que es mucho más lo que se ha censurado o “no promovido” allá, de los que se quedaron aquí, que lo que se ha censurado aquí de los que se marcharon.
Lo lógico sería que uno se pasee por Miami y abunde la venta de discos de William Vivanco, Frank Delgado, Eliades Ochoa, Aldo López Gavilan, Vicente Feliú, Doble Filo, Sara González, Tanmy, Carlos Varela, X Alfonso, Roly Berrio, Danay Suárez, NG la banda, Eduardo Sosa, la Camerata Romeu... y cientos más.  Igualmente con el cine, que a diario uno pueda ver digamos desde “Memorias del subdesarrollo”, “Clandestinos”, “Suite Habana”, “Los sobrevivientes”, “Los pájaros tirándole a la escopeta” hasta las obras más cercanas del cine joven como pueden ser películas de Ian Padrón, Cremata, Jorge Luis Sánchez, o de generaciones más frescas y transgresoras aún. Y qué decir las galerías con la diversidad de la plástica cubana actual... en fin, no he estado en Miami, pero las referencias del arte hecho en la Isla que se comercializa o promueve allá, no parece estar en reciprocidad con lo que viene ocurriendo de este lado del charco. Incluso, si nos guiamos por los casos en que han admitido que artistas cubanos se presenten allá, la intolerancia ha llegado a extremos de quemas de discos, manifestaciones ante las puertas de teatros, amenazas contra la vida de algunos artistas, en fin, que no parece haber, al menos mediáticamente, mucho hábito de estar en contacto con toda una cultura de gran desarrollo durante mas de cinco décadas. He visto, así mismo, programas de TV, de los que cita en su artículo Arturo Arias, como el de Carlos Otero, por ejemplo, con un tratamiento a los invitados de muy mal gusto, mediante humoristas que agreden con sus burlas a esos que han ido de la isla a ofrecer su arte allá; con una politiquería arcaica, o con ese desprecio por la dignidad humana tan común en esos programas de variedades. O sea que te invitan para humillarte, sin un respeto, no solo a los credos políticos, o ideológicos de cada cual, sino hasta los principios de eticidad, o lo que llamaría mi abuela un mínimo decencia o decoro. A tal punto que algunos de esos programas han terminado con el invitado quitándose el micrófono y marchándose ante las cámaras indignado.       
Alzo la copa porque acaben de caer las barreras que quedan, pensando que, como en las parejas, el amor debe estar de ambas partes. De todos modos, quien se cierra es quien pierde, y no promovemos el arte que hacen cubanos que viven en otros lares, esperando que en esos otros lares se haga lo mismo con el arte que se hace en la Isla, lo hacemos porque esa cultura que generan hermanos en disímiles rincones del mundo, es nuestra y no solo nos place asumirla, sino que nos toca. 
Aquí va el correo que recibí del amigo; no pongo su nombre pues me lo envió en un correo personal, y no lo he consultado y, tras él, el artículo mencionado. (Para no cometer un trillado error  de “La tuya”, que consiste en publicar la contesta a quien te mentó la madre, sin que aparezca ese texto donde te provocaron. Aunque en este caso no se trata de una diatriba ni mucho menos, el artículo sobre el que me inspiro para soltar ideas, en esencia habla de los avances en ese camino de comunicación.
El email que recibí del amigo dice: 
“A alguien le duele la acertada política exterior cultural de estos tiempos. Cada día son más los artistas cubanos que descontruyen las fronteras políticas y viajan a la isla. Este artículo debería estar acompañado de la canción de Alberto Vera "Duele", cantada desde la orilla por Elena Burke.”

Pablo Milanés, Leo Brower y Silvio Rodríguez

Zona Franca: ¿Están olvidados en Cuba los artistas del exilio?

Publicado el viernes, 11.22.13

AARIAS-POLO@ELNUEVOHERALD.COM

Estoy seguro de que más de un televidente se sorprenderá cuando vea los fragmentos de la película cubana El huésped (1966) que el crítico de cine Alejandro Ríos pasará próximanente en su programa dominical La mirada indiscreta(América Tevé, Canal 41).
Aparte de la curiosidad que despierta redescubrir un filme del escritor y cineasta Eduardo Manet que fue vetado por las autoridades culturales de la isla hace 47 años, el espacio tendrá de invitadas a dos sobrevivientes del elenco, Luisa María Güell y Laura Zarrabeitia.
Como tantos artistas cubanos que en esa época tomaron el camino del exilio, cualquiera pensaría que en Cuba ellas solo habitan en la memoria de quienes las vieron actuar en la salas habaneras y la televisión.
Pero no es así del todo. Como es sabido, en los últimos años, el flujo de información, reforzado por el creciente aumento de los viajes Habana-Miami y las visitas de los artistas de la isla a la capital del exilio hacen que el público “de allá” se mantenga informado de los pormenores de aquellas estrellas que un día se fueron “para no volver”. Que para eso están los programas de Ríos, Carlucho y Omar Moynelo y Carlos Otero, que se ven en Cuba mediante las antenas clandestinas y el trasiego de DVD.
"¿Qué importancia tiene que pongan una película mía en Cuba si allá nadie me recuerda?", me dijo Güell cuando le comenté que no hace mucho El huésped salió al aire en el programa De cierta manera, conducido por el crítico de cine Luciano Castillo, el mismo que “descongeló” otro filme de Manet, Un día en el solar (1965), y Desarraigo (1964) , dirigido por Fausto Canel.
A estas alturas, no dudaría que si a la cantante se le ocurriera presentarse en su país, repletaría la sala, tal como acaba de ocurrir con las minitemporadas teatrales de El caso de la luna, de Artefactus Cultural Project, y Ana en el trópico, una coproducción de la compañía habanera Teatro El Público con FUNDarte, de Miami, en cuyos elencos figuraban Lili Rentería, Mabel Roch y Carlos Caballero, entre otros actores del exilio.
¿O acaso Annia Linares y Mirtha Medina no siguen siendo imitadas en los concursos de travestis por jóvenes que no las conocieron?
El hecho de que Celia Cruz, Olga Guillot, Meme Solís y otros nombres “desaparecieran” de la historia del espectáculo cubano, por razones políticas, no implica que se hayan esfumado del imaginario cultural cubano.
Basta recordar el revuelo que causó la aparición de la Guarachera de Cuba en el documental Yo soy del son a la salsa (1996), realizado por un cineasta residente en la isla, Rigoberto López, cuando se exhibió en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Hasta ese momento Celia era uno de los tantos fantasmas del pasado, cuya imagen solo aparecía, de vez en cuando, en las reposiciones de la película Olé Cuba (1957).
Los tiempos cambian. A mediados de año, Meme Solís fue objeto de un homenaje en el Teatro América, ubicado en corazón de La Habana, por el que desfilaron artistas de varias generaciones que entonaron sus melodías. Y aunque Solís se negó a asistir, su legado fue reconocido oficialmente en la misma tierra donde fue silenciado durante muchísimos años.
Entretanto, en la radio, terreno prohibido para los desterrados décadas atrás, se han venido produciendo ligeras aperturas que hubieran resultado inconcebibles en un país cuyo régimen persiguió a tantos artistas por pensar diferente.
Pero lo cierto es que La Victrola y Catalejos, dos espacios de la emisora Habana Radio suelen “colar” temas de Celia, Guillot, Maggie Carlés, Annia Linares, Mirtha Medina y hasta de la misma Güell, aunque la música de Gloria Estefan y Willy Chirino sigue en “la lista de espera” de los medios oficiales.
Nadie podría precisar si los cambios obedecen a alguna orden que viene desde “arriba”, obligados por las presiones de algunas personas pensantes con cierto poder.
De cualquier forma, los artistas del exilio cada día están más presentes entre los cubanos de a pie. Lo que prueba que ausencia no quiere decir olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario