Pintura de Losama |
Ayer (domingo 26 de enero) estuve a punto de llamar al 106 para denunciar ante la policía a un programa de televisión; no es broma, Anita me detuvo.
Ya había visto un fragmento de una edición anterior, donde cogen a una muchacha y le dicen ante las cámaras que su cara no le asienta y deciden hacerle otra, con uno de esos pelados que cuesta un ojo de la cara (el salario promedio de un par de meses, digamos); despojan a la “chica” de todo el sello personal que le quiso dar a su rostro, y le hacen de todo para que parezca al final otra persona, basados en criterios estéticos de alta peluquería, que siguen fielmente las modas internacionales, o sea los patrones que imponen los poderosos en el mundo, para que parezcamos todos chicos de la high life, plásticos, americanitos, que viven bajo la dictadura de las modas que impone la sociedad de consumo, despersonalizados, descerebrados. Es un programa que se titula más o menos Arte y Corte (al menos eso rezaba de cuando en cuando un cartel en el programa), y sale nada menos que en el Canal Educativo (2). Confieso que a mí me resultó bien educativo, pues cuando me di cuenta que no se me había colado un programa de Miami, que era aquel que, para mi asombro, seguía saliendo en la TV cubana, llamé a mis hijos (el mayor de 24 años con su novia de 21, el de 13 y la niña de 9), y me senté con ellos a burlarnos de toda la ridiculez Malinche, tomándolo por un humorístico. O sea, aproveché para ver entre nosotros los males de la sociedad de consumo, y demostrarnos como despojan al ser humano de su individualidad en nombre de un sistema consumista que dicta modas y etiquetas, los patrones de conducta y sumisión; o sea, que resultó una clase sobre el mal gusto.
El programa de ayer tenía como conejillo a un muchacho, que lo cogen para el mismo espectáculo sensacionalista de transformarlo en otro, le miden el rostro, le sacan las cejas, le insertan cabellos de colores, en fin le imponen ese aspecto —bastante ridículo, por cierto— que le roba completamente su identidad y se le suplanta por otra.
Aclaro que no soy de los que se escandalizan por pelados o peinados raros, y mi cabeza es un buen ejemplo, melena desgreñada, con mezcla de calvicie que me da cierto aire de Einstein, —lo cual no es como para jactarse pues lo esencial de él no lo tengo, que es su gran genio. Creo que cada cual se busca el aspecto que más le interese (y sin dejar de reconocer que algunos llegamos a extravagancias mayores que otros) incluso, si quiere imitar a los modelos que nos dictan los mercaderes del Norte con su sacrosanta maquinaria mediática, pero el colmo del entreguismo es que la TV Cubana dedique un programa a sustentar aquel sistema de estética insustancial y colonizadora.
A esos muchachos en el programa le dan tratamiento de maniquí, como si cada cual no se vistiera y pelara acorde a su filosofía de la vida, como si el mundo actual, el “moderno”, exigiera un patrón de cara, o sea que el programa sustenta el american way of life, ese modo de vida estadounidense que tiene modas, pasarelas, sistema de estrellas, como elementos raigales para dictar patrones físicos, e imponernos así, su famosa belleza (norte)americana; lo cual, por un lado, nos aleja de las esencias de la vida, nos torna animalitos de consumo, por otro lado nos induce que para ser alguien preciado hay que seguir los modelos de los que tienen el grito de la moda, y esa moda la dictan los norteamericanos.
Lo de esa edición de ayer de Arte y Corte (o como se llame, a fin de cuentas de arte no tiene nada) no termina en lo de coger de Frankestein al muchachito, hicieron como un reportajillo que dice, descarnada y admirativamente, que las modas universales salen de los jóvenes estadounidenses y describen todos los detalles, de tipos de chalecos, sombreros, hasta bufandas que debemos usar si queremos estar a la moda, o sea que descaradamente nos dicen que debemos parecernos a ellos, pues los que dicen lo que es hermoso y lo que no, son los del Norte, allí nace la belleza que debemos imitar. Si eso fuera poco, nos invitan de pronto con el eslogan de que si quieres vestir como los famosos sigas a X cantante de moda, y ponen el video clip de un joven cantante estadounidense y resaltan sus zapatos de dos tonos, etc., etc.etc...
Vale decir como Martí, “hijo, espantado de todo me refugio en ti”; me resulta ya escandaloso que en pleno acontecimiento latinoamericano, Cuba cede de la CELAC, cuando se supone que nos abracemos al Sur, que nuestro Norte sea el Sur, en nuestra TV nuestro Sur sea el Norte. En vez de tener programas que critiquen toda la banalidad, la superficialidad, el robo de espíritu de rebeldía, programas que hagan trizas ese sistema de sumisión que nos impone el imperialismo (no andemos con eufemismos) estadounidense, mediante su mundo de estrellas, de pasarelas, de modas y mercado, hacemos un programa a la medida de su pensamiento colonizador. En lugar de esgrimir la sencillez martiana, y buscar y mostrar la riqueza estética, diversa, de nuestros pueblos latinoamericanos, de presentar esas tantas culturas con sus poéticas, profundas, en lugar de ensalzar esa nueva (y nuestra) modernidad que estamos tejiendo con las mejores tradiciones de los pueblos del sur, en nuestra programación salen (y no es ese el único espacio) programas rebosados del entreguismo yanqui más insulso.
De todos modos, diciendo también como Martí, “tengo fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y en ti”: No estará lejos el programa de TV realmente cubana, donde se hable en lugar de tantos gritos de la moda, de la búsqueda de la poesía natural, del conocimiento para que la belleza brote de adentro, sin patrones, enriqueciéndose de esos grandes tesoros culturales de la América Nuestra, donde se incluya, ¿por qué no? la verdadera belleza estadounidense también, la de su verdadera poesía, que subyace oprimida y arrinconada por esa seudocultura mediática que no solo imponen a nuestros pueblos del sur, también al suyo propio.
Y ya que nuestro amigo José Julián está casi ya de cumpleaños, ofrezco este texto suyo que debería estar inscrito en la ficha técnica de cada programa de la TV Cubana, como premisa inviolable:
“Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, la grande y verdadera, está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza hecha echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza, la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.”
Ya había visto un fragmento de una edición anterior, donde cogen a una muchacha y le dicen ante las cámaras que su cara no le asienta y deciden hacerle otra, con uno de esos pelados que cuesta un ojo de la cara (el salario promedio de un par de meses, digamos); despojan a la “chica” de todo el sello personal que le quiso dar a su rostro, y le hacen de todo para que parezca al final otra persona, basados en criterios estéticos de alta peluquería, que siguen fielmente las modas internacionales, o sea los patrones que imponen los poderosos en el mundo, para que parezcamos todos chicos de la high life, plásticos, americanitos, que viven bajo la dictadura de las modas que impone la sociedad de consumo, despersonalizados, descerebrados. Es un programa que se titula más o menos Arte y Corte (al menos eso rezaba de cuando en cuando un cartel en el programa), y sale nada menos que en el Canal Educativo (2). Confieso que a mí me resultó bien educativo, pues cuando me di cuenta que no se me había colado un programa de Miami, que era aquel que, para mi asombro, seguía saliendo en la TV cubana, llamé a mis hijos (el mayor de 24 años con su novia de 21, el de 13 y la niña de 9), y me senté con ellos a burlarnos de toda la ridiculez Malinche, tomándolo por un humorístico. O sea, aproveché para ver entre nosotros los males de la sociedad de consumo, y demostrarnos como despojan al ser humano de su individualidad en nombre de un sistema consumista que dicta modas y etiquetas, los patrones de conducta y sumisión; o sea, que resultó una clase sobre el mal gusto.
El programa de ayer tenía como conejillo a un muchacho, que lo cogen para el mismo espectáculo sensacionalista de transformarlo en otro, le miden el rostro, le sacan las cejas, le insertan cabellos de colores, en fin le imponen ese aspecto —bastante ridículo, por cierto— que le roba completamente su identidad y se le suplanta por otra.
Aclaro que no soy de los que se escandalizan por pelados o peinados raros, y mi cabeza es un buen ejemplo, melena desgreñada, con mezcla de calvicie que me da cierto aire de Einstein, —lo cual no es como para jactarse pues lo esencial de él no lo tengo, que es su gran genio. Creo que cada cual se busca el aspecto que más le interese (y sin dejar de reconocer que algunos llegamos a extravagancias mayores que otros) incluso, si quiere imitar a los modelos que nos dictan los mercaderes del Norte con su sacrosanta maquinaria mediática, pero el colmo del entreguismo es que la TV Cubana dedique un programa a sustentar aquel sistema de estética insustancial y colonizadora.
A esos muchachos en el programa le dan tratamiento de maniquí, como si cada cual no se vistiera y pelara acorde a su filosofía de la vida, como si el mundo actual, el “moderno”, exigiera un patrón de cara, o sea que el programa sustenta el american way of life, ese modo de vida estadounidense que tiene modas, pasarelas, sistema de estrellas, como elementos raigales para dictar patrones físicos, e imponernos así, su famosa belleza (norte)americana; lo cual, por un lado, nos aleja de las esencias de la vida, nos torna animalitos de consumo, por otro lado nos induce que para ser alguien preciado hay que seguir los modelos de los que tienen el grito de la moda, y esa moda la dictan los norteamericanos.
Lo de esa edición de ayer de Arte y Corte (o como se llame, a fin de cuentas de arte no tiene nada) no termina en lo de coger de Frankestein al muchachito, hicieron como un reportajillo que dice, descarnada y admirativamente, que las modas universales salen de los jóvenes estadounidenses y describen todos los detalles, de tipos de chalecos, sombreros, hasta bufandas que debemos usar si queremos estar a la moda, o sea que descaradamente nos dicen que debemos parecernos a ellos, pues los que dicen lo que es hermoso y lo que no, son los del Norte, allí nace la belleza que debemos imitar. Si eso fuera poco, nos invitan de pronto con el eslogan de que si quieres vestir como los famosos sigas a X cantante de moda, y ponen el video clip de un joven cantante estadounidense y resaltan sus zapatos de dos tonos, etc., etc.etc...
Vale decir como Martí, “hijo, espantado de todo me refugio en ti”; me resulta ya escandaloso que en pleno acontecimiento latinoamericano, Cuba cede de la CELAC, cuando se supone que nos abracemos al Sur, que nuestro Norte sea el Sur, en nuestra TV nuestro Sur sea el Norte. En vez de tener programas que critiquen toda la banalidad, la superficialidad, el robo de espíritu de rebeldía, programas que hagan trizas ese sistema de sumisión que nos impone el imperialismo (no andemos con eufemismos) estadounidense, mediante su mundo de estrellas, de pasarelas, de modas y mercado, hacemos un programa a la medida de su pensamiento colonizador. En lugar de esgrimir la sencillez martiana, y buscar y mostrar la riqueza estética, diversa, de nuestros pueblos latinoamericanos, de presentar esas tantas culturas con sus poéticas, profundas, en lugar de ensalzar esa nueva (y nuestra) modernidad que estamos tejiendo con las mejores tradiciones de los pueblos del sur, en nuestra programación salen (y no es ese el único espacio) programas rebosados del entreguismo yanqui más insulso.
De todos modos, diciendo también como Martí, “tengo fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y en ti”: No estará lejos el programa de TV realmente cubana, donde se hable en lugar de tantos gritos de la moda, de la búsqueda de la poesía natural, del conocimiento para que la belleza brote de adentro, sin patrones, enriqueciéndose de esos grandes tesoros culturales de la América Nuestra, donde se incluya, ¿por qué no? la verdadera belleza estadounidense también, la de su verdadera poesía, que subyace oprimida y arrinconada por esa seudocultura mediática que no solo imponen a nuestros pueblos del sur, también al suyo propio.
Y ya que nuestro amigo José Julián está casi ya de cumpleaños, ofrezco este texto suyo que debería estar inscrito en la ficha técnica de cada programa de la TV Cubana, como premisa inviolable:
“Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, la grande y verdadera, está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza hecha echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza, la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.”
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