Revista mensual 204 febrero-marzo 2002 |
La desnudez de tus palabras excavan en mis sentidos fusionado tu tiempo en el mío. ¿Quién soy para darte un consejo? ¿Con qué derecho podría intentar un desvío en tu sendero? ¿Acaso no he tenido también el instinto de arrancar una orquídea malva en la ladera de un barranco? De pronto he sido yo quien envía esta carta a ese amigo desconocido que una vez al mes se me acerca desde las páginas de la revista. Los años mozos que me asaltan me impiden colocarme en el papel de consejero. Pero al escribir me llueve este este noble disfraz que purifica y soy el destinatario comprometido con la más estricta pureza, es decir contigo, y acudo a los fantasmas que me impiden regalar una flor –porque ella es más hermosa en su tierra natal, a la luz natural, que en el frío jarrón de una sala o incluso entre las manos de una muchacha que al acercarle el rostro para olerla le hace palidecer. Así que una vez más me despojo de mí mismo y me atrevo a darte razones desde… El Diablo Ilustrado
El tiempo, el implacable, el que pasó, siempre una huella triste nos dejó, dice en una canción Pablo Milanés. La vida es una sucesión de experiencias, de contactos con otros seres, una interpretación constante de lo que sucede a nuestro alrededor; así vamos corriendo por ella entre momentos felices, chocantes, algunos tristes, todos nos enseñan en la medida en que sepamos crecer espiritualmente sobre ellos. Decía el poeta José Zacarías Tallet hay poesía en todo, mas la cuestión es dar con ella. Yo traspolaría esto al amor, todo lo que nos rodea es amor, la cuestión es alcanzar el alma para sentirlo.
Así pasan por la existencia de cada cual muchos tipos de amores, marcados por la intensidad que sepamos darles. Amigos, familiares, relaciones amorosas que llegan, algunos se van y alguno que otro queda.
No creo en la relación amorosa de una sola parte, creo que el horizonte humano siempre está en la persona que uno merece, la que se haya ganado con el alma cultivada, tejida, a base de curarse heridas, desterrar bajos sentimientos, poetizándola con el conocimiento y la bondad. Claro que esa persona no aparece fácilmente o puede suceder que creemos encontrarla equivocadamente. El camino del amor es similar al del desierto: el oasis queda tras varios espejismos a no ser que el azar te ayude y, en estos casos, por lo regular, no contamos entonces con la experiencia suficiente para saber la suerte que se ha tenido.
Suele pasar que nos encaprichamos, nos empeñamos en que cierta X persona es la pareja que hemos buscado. Nos dejamos arrastrar por el atractivo físico o por algunas coincidencias de gustos, y le atribuimos entonces la magia que soñamos. Esa relación empieza a cancanear, a trabarse, y entonces nos empecinamos tratando de quitar obstáculos o dejando caer sobre ellos lágrimas de nostalgia. Por ese ser que creemos nuestra media naranja hay que luchar, pero saber en qué sentido. Uno debe despojarse de los disfraces con que muchas veces arropamos a nuestra personalidad, para que ese ser nos reconozca plenamente. Cuando esto se ha logrado debe surgir la alquimia maravillosa que hace rodar la relación hacia las nubes; si no, es que no era. Amar es beberse entre dos la existencia como si cada instante fuese el último. Cuando dos seres destinados se hallan, no hay obstáculos ni pretextos, ni otros compromisos. Si hay tibieza de una parte, tras un examen mutuo, no da la cuenta. En este punto es donde sucede la tragedia de la parte empecinada, uno se va por la tangente de que no puede amar a otro ser. Vuelvo a Pablo Milanés: aferrarse a las cosas detenidas es ausentarse un poco de la vida, la vida que es tan corta al parecer.
El verdadero amor está más allá de toda impedimenta, arrasa los sentidos, las razones, no sabe de medias tintas. Ya que me rondan las canciones de Pablito te dejo con uno de sus textos que nos viene como anillo al dedo:
Junto a ti, mi futuro de sueños llené,logré identificar tu belleza y el mundo al revés;
nos miraban de muy buena fe,
nada cruel existía, si yo te veía, reía después.
Desperté la mañana en que no pudo ser
no sin antes jurar que si no era contigo, jamás,
que esta herida me habría de matar,
y heme aquí, ¡qué destino!,
que ni el nombre tuyo pude recordar.
Hoy la vi,
y tenía un rostro ajeno al que yo amaba;
el que dan
unos años de no ser feliz.
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