Por Dariel Pradas
“No soy dado a hacer conmemoraciones solemnes de aniversarios. No veo ningún misterio cabalístico en las fechas y días precisos, ni me entrego con facilidad a cualquier sentimiento que pueda parecer nostálgico, pero tengo una fe tremenda en los recuerdos, en la memoria que los humanos vamos acumulando”, dijo en Casa de las Américas, al cumplir 35 años la Nueva Trova, Noel Nicola.
En esta hora esas palabras cobran sentido para sí mismo, cuando se ha cumplido una década de su muerte y, sin embargo, acaso ocupa un lugar en la memoria. El espectro del cantautor se ha disipado –eso parece–, pero el legado de sus canciones y cada palabra que evoca a Drácula, como “amorosamente” lo llamaban Silvio y otros amigos, hacen que resucite para –diría él–, es más: perdonarnos.
También de la bruma del olvido lo sacamos quienes crecimos mataperreando en el lobby que antecedía el apartamento de Noel. Al menor ruido que causábamos –porque sabíamos que al instante saldría él, iracundo–, huíamos. Para nosotros era El regañador, a secas.
“No soy dado a hacer conmemoraciones solemnes de aniversarios. No veo ningún misterio cabalístico en las fechas y días precisos, ni me entrego con facilidad a cualquier sentimiento que pueda parecer nostálgico, pero tengo una fe tremenda en los recuerdos, en la memoria que los humanos vamos acumulando”, dijo en Casa de las Américas, al cumplir 35 años la Nueva Trova, Noel Nicola.
En esta hora esas palabras cobran sentido para sí mismo, cuando se ha cumplido una década de su muerte y, sin embargo, acaso ocupa un lugar en la memoria. El espectro del cantautor se ha disipado –eso parece–, pero el legado de sus canciones y cada palabra que evoca a Drácula, como “amorosamente” lo llamaban Silvio y otros amigos, hacen que resucite para –diría él–, es más: perdonarnos.
También de la bruma del olvido lo sacamos quienes crecimos mataperreando en el lobby que antecedía el apartamento de Noel. Al menor ruido que causábamos –porque sabíamos que al instante saldría él, iracundo–, huíamos. Para nosotros era El regañador, a secas.
Hoy admiramos sus canciones; letras tan sensibles resultan inverosímiles para quien tenemos en el recuerdo a un irritable anciano, si bien se fue con apenas 58 octubres. Por eso, a riesgo de ser regañado por su espacio ahora vacío, me siento en su sillón y entrevisto a la viuda y al hijastro, quienes lo acompañaron en las últimas dos décadas de su vida, y así fisgonear en qué habría detrás de esa máscara del “silencioso de la Nueva Trova”, del “George Harrison de los Beatles cubanos”.
“Empezamos a salir en 1987. Me recordaba a mi padre: de pocas palabras, pero que cuando hablaba no importaba si había veinte personas en el salón, todos callaban para escucharlo. Era un hombre de respeto, y muy tierno”, rememora Liudmila Kondakova, mientras sirve café. “Ya casados, descubrí que no solo era talentoso en la música: Tenía destreza en la pintura, en la cocina, y en muchos otros aspectos de la vida cotidiana, menos con la electricidad y abriendo agujeros en la pared: podía pasarse horas en ello. Una vez no se percató de que estaba insistiendo sobre una cabilla”, sonríe la rusa.
Antón Milián Kondakov bebe un sorbo, prende un cigarro y esboza una mueca burlona: “Mi retrospectiva es algo distinta, al menos la de cuando lo conocí. Tenía nueve años cuando Noel llegó a la casa con mi madre y me regaló el disco Tricolor. Ese álbum de música lo había confeccionado con unos niños y era de canciones infantiles.
“Todo iba bien hasta que descubrí su lado áspero. Estábamos los tres en su ‘polaquito’. Cogí el cigarro que fumaba mi mamá y lo boté por la ventana, por pura payasada. Noel detuvo el carro, me empujó hacia atrás por el pecho y gritó: ‘En mi carro, se hace lo que yo quiera’. Entonces decidió que yo necesitaba disciplina militar. Puede que esa manera de criarme haya contribuido con mi proceso de madurez”, dice mientras estruja la colilla contra el cenicero.
¿Cómo pudo ser tan tierno e irascible a la vez?
“Admito que tengo mis lagunas. Noel mantenía una especie de guerra interna”, especula el joven. “No sé… con los años nos enteramos de que se largó de su casa a los 17 años, quizás de ahí venía ese tormento. O porque las obras de Silvio y Pablo fueron siempre más difundidas que las de él...
“Todos los artistas tienen un enorme ego, aunque lo nieguen. Te digo que a Noel sí le importaba que Silvio y Pablo fueran una cosa y él, un ‘entre otros’. Precisamente un disco suyo se titula así, Entre otros.”
Noel Nicola, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés hicieron juntos su primer recital el 18 de febrero de 1968, en Casa de las Américas. Este hecho marcó el comienzo del Movimiento de la Nueva Trova, del cual Noel fue su primer presidente.
“¿Crees que es agradable que alguien se pase la vida trabajando y cuando te hacen algún homenaje, una acomodadora no le permita sentarse en su silla de invitado? Eso sucedió en cierto aniversario del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Simplemente no lo reconocieron”, se indigna Liudmila y sirve más café.
Antón echa alcohol al fuego: “¿Te acuerdas de los Juegos Panamericanos de La Habana, mamá? Un policía no lo dejó entrar a la inauguración y Noel, furioso, le espetó: ‘Pues dígale al Comandante que cante la parte que me corresponde, porque usted no me deja pasar’.”
¿Acaso hubo un trauma en la infancia?
La madre, Eva del Carmen Reyes, fue una destacada violinista, y el padre, Isaac Nicola, fundador de la Escuela Cubana de Guitarra.
Cuentan que Eva, aunque era muy dulce, lo llevaba recio e Isaac también, solo que el viejo tenía la virtud de hacerle reír a los cinco minutos. Antón, como buen abogado, defiende que esa contradicción pudo haber provocado que Noel se fuera de la casa.
“Sucedió después de una fuerte discusión”, agrega Liudmila. “Aquella noche durmió en una guagua, luego en casas de amistades. Hasta que le otorgaron una casa en la calle San Nicolás, en Centro Habana.”
Antes de los 17 años tuvo la primera esposa. Luego, de la relación con Ingrid nació Carolina. Después se casó con Elvia, madre de Nadia, su otra hija. Y finalmente, con Mariana. “Yo fui su cuarta esposa”, precisa la hoy traductora de ruso-español.
“Lo suyo con Mariana es una historia bastante popular”, Antón sonríe con picardía. “Ella había sido pareja del cantautor Vicente Feliú, y fue precisamente en una de las noches en que Noel fue a convencerla para que volviera con Vicente, cuando le dedicó la canción Es más, te perdono. ¿Resultado? Mariana se empató con Noel.”
¿Alguna vez se decepcionó de la Revolución que tanto defendió?
“Era un hombre que incondicionalmente amaba la Revolución, pero estaba consciente de los errores del gobierno”, asevera Antón. “Son oscuro, un tema sobre el Quinquenio Gris. Ser gaveta, un ataque contra la burocracia…”, complementa Liudmila.
Prosigue el hijo: “Mantuvo una postura crítica con algunas decisiones ministeriales, pero en lo que corresponde a los principios de la Revolución, él había viajado por el mundo y sabía lo que significaban pobreza y capitalismo.
A principios de la década de 1970 (fue en 1967/68), Silvio tenía un programa de la televisión, Mientras tanto, del cual fue defenestrado “por razones ideológicas”. Un funcionario del ICRT le ofreció el espacio a Noel. “Él le respondió que podía meterse el Canal 6 con la torre de transmisión por donde no brillara el sol”, recuerda Antón.
Silvio era su gran amigo, aunque estuvieron sin hablarse veinte años. “Fue resultado de una discusión sobre dónde paraba la ruta 20. Se reconciliaron cuando Silvio lo invitó a trabajar en Abdala”, dice Antón.
¿Por qué en los noventa dejó de realizar conciertos en Cuba?
“Siempre prefirió formatos musicales pequeños, pero en esos años pasó por una crisis creativa muy grande, además de la económica, por supuesto. De ahí el porqué de la banda sonora del serial Papaloteros o de la novela Pasión y prejuicios”, confiesa el hijastro.
“Él le llamaba ‘crisis de capacidad’. Sufría por esa causa una depresión prolongada, además de todos sus demonios”, suspira Liudmila, y extrae de un pequeño baúl un papelito garabateado por Noel poco antes de morir: “Lo que empecé a escribir sobre la Nueva Trova, que alguien lo termine…”
Entonces ella recita Truco con pasión y tristeza, una canción que le compusiera y en la que se describía a sí mismo: “…Hoy no tengo nada/ ni inquietud, ni sueños/ ni misterios, ni pasión/ nada en esta mano/ nada en esta otra/ y nada en el corazón… Puede que mañana/ tenga una sorpresa/ una fantasía, alguna ilusión/ La sonrisa tuya/ que llevo en mis ojos/ la convertiré en canción.
UNOS APUNTES DE VICENTE FELIÚ
Fide, Noel era tal cual lo pintan tanto Liudmila y Antón, como quienes lo llamaban “el Regañador” (que me parece muy simpático). Solo algunas precisiones.
SER GAVETA, no Ser de gaveta, es la canción contra la burocracia, por supuesto prohibida en la radio y la televisión en aquellos años, como otras más que Liudmila probablemente no conoció.
Mientras tanto fue entre 1967 y 1968. Cuando lo sacaron del aire, de improviso, para no perder el espacio estelar lo renombraron “Y”, y el director nuevo le dijo aquello a Noel. La respuesta de la anécdota es precisa.
Yo también estuve años sin hablarle por lo que te conté el otro día.
Sobre Mariana, no recuerdo pero pudo perfectamente ser así. El Dracu decía que él y yo éramos “hermanos de leche” porque coincidimos con un montón de mujeres.
Lo que subrayé en amarillo, es totalmente coincidente con lo que pienso. Noel era una especie de ogro y mariposa, ambigüedad que siempre lo tenía muy tenso. Tal como lo veo, se avergonzaba de su ternura y se ponía entonces agresivo. Estoy convencido que parte de la marginalidad con que llevó su vida fue en buena medida por su carácter difícil, cosa que constatamos todos quienes convivimos con él y lo quisimos –y queremos- por encima de sí mismo, por sus canciones y su ternura.
“Lo que empecé a escribir sobre la Nueva Trova, que alguien lo termine…”. Estoy a la orden.
Abrazos.
Vicente
conocí a Noel, y estuve en la casita de San Nicolás (¿118?)
ResponderEliminarcoincido en que era un vinagreta, pero tierno y dulce
un abrazo a todos los que lo hayan querido y admirado