Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

lunes, 1 de agosto de 2016

Nuestros muertos alzando los brazos…

Allí, en el Torreón de la Chorrera, por donde salía la lancha “4 de septiembre” con los cadáveres de los jóvenes revolucionarios asesinados para lanzarlos en mar abierto, intentando ocultar los crímenes de la tiranía -aunque en 1958 ya ni se ocultaban mucho; todos sabían que ser joven era un delito grave, estuvieras o no contra Batista –si bien a esas alturas ya casi todo el pueblo conspiraba o al menos rezaba porque acabara aquel infierno.
Allí, en el Torreón de la Chorrera, es 30 de julio de 2016, y desde las 5 de la tarde están llegando jóvenes y niños que piden las fotos de los mártires, y banderas,
hay también hijos y nietos de algunos de aquellos que aparecieron en una cuneta, un matorral o a la orilla de la costa, con los cuerpos destrozados por las balas, la picana, o aquellos macabros instrumentos para doblegar espíritus, quemando, mutilando, electrocutando.

Arribaban más y más jóvenes ante mi sorpresa, pues sabía bastante pobre la promoción de la actividad; como clandestinos pasaron la voz por teléfono, convocando primero a los combatientes, aquellos que se la jugaron en las calles cuando Ventura, Carratalá, Salas Cañizares, y otros esbirros con sus secuaces, eran perros de presa de Batista. Aquellos, hoy viejitos que llevan en sus cuerpos y sus recuerdos las huellas de la tiranía, convocaron a sus hijos, nietos, y en coordinación con la UJC y el Partido de la Ciudad fueron organizando y regando la voz; por los medios no hicieron convocatoria.
Me alegraba especialmente ver tantos jóvenes arribar pidiendo fotos de mártires, a veces por sus nombres, unos porque sabían sus historias, otros porque era el nombre de su escuela o su CDR; no estaban todos en las fotos, pues se imprimieron convocando voluntades, acudiendo a sentimientos patrios en días en que pretenden que el mundo –y más nuestra revolución- borre su pasado, para que se desmorone su presente, o tome rumbos desmemoriados, -o lo que es lo mismo, que vaya dando tumbos. 
El día 29 saqué una notica por correo y en el blog, y me escribió desde Miami un yankilófilo: “La Cuba de Batista no existe, mira la de hoy”. Le contesté -incluso amablemente-, que precisamente para ver la Cuba de hoy con más honda mirada es que llevo conmigo todo su pasado –o la mayor parte que puedo apresar.
Si para él no existía esa Cuba “de Batista” es porque lo han amaestrado con la filosofía imperial, esa ideología feroz de la (aparente) desideología, que nos dicta vivir la vida, y vivir significa encerrarte en ti mismo, sin mirar a los lados, olvidarte de los demás, y del pasado. Nos inyectan conceptos como que la patria no es más que un cuento de los arcaicos, que no se han “modernizado”, o sea: acepta el mundo como es, no existe más que comprar y vender, la diversión insustancial que proponen los medios despoetizados, descerebrados, ¡Vive border line!, es el slogans que nos invade por todas partes; reduce tu capacidad analítica, tu visión de la realidad, al círculo vicioso de las telenovelas, películas, series donde los efectos especiales suplantan toda idea o análisis social, espiritual. Te crean el hábito de olvidar, te amputan la capacidad de sentir, de buscar, de ofrecer, de solidarizarte, de poetizar, de ubicarte en el mundo real. Todo se reduce al vértigo de los instintos y sentimientos primarios: déjate llevar hasta la mínima expresión humanoide, allí donde tu vida es arañar dinero -contra todos-, para comprar objetos, el prójimo es tu obstáculo para escalar, para acumular… 
Eso es lo que quieren quienes tienen el poder global: las masas amaestradas, sin pasado, sin futuro, ensimismadas, insensibles, que no vean la realidad, para que la acepten automáticamente; el mundo es así, capitalista, rapaz, incambiable. Adáptate, reduce tu existencia al mandato anti shakesperiano: tener o no tener that is the question.
Por eso me daba pena ese pobre yankilófilo, para el que no existe la Cuba de la dictadura de Batista, ¡Imagina! si para él no existe ese tiempo –con muchos que lo habitaron entre nosotros-, menos existirá el de Guiteras, Aponte, Villena, Mella, Pablo y otros que enfrentaban la dictadura de Machado por un país más justo y libre del dominio imperial; y qué esperar, para ese pobre “desconectado”, de las guerras fundacionales de Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez, Martí, Mariana, Guillermón, Flor… en fin, pobre ser desterrado del planeta, de su patria, desarraigado, consumiendo los días en estado vegetativo espiritual.
De ahí la especial alegría al ver a nuestros muertos alzados en brazos, incorporados a las nuevas luchas en las almas de los nuevos, de los niños y jóvenes que emprendieron la peregrinación desde el Torreón de la Chorrera, tras la explicación que nos dio Lisandra Montero Vera, jefa del Departamento Ideológico de la UJC en La Habana.
Palabras, por cierto, desde un profundo conocimiento histórico, cargadas de poesía y sentimientos patrios, humanos, con razones, sin frases hechas. Quiero acotar mi admiración por esta dirigente auténtica, a quien (por llevar años en la Casa Editora Abril) he podido seguir desde que era casi una adolescente, en los trajines de la UJC, una joven que, como el primer día pone el alma, y su mayor entrega, a cada acción, con talento y humildad, y estremecida en acciones como esta.
Luego, las palabras del Doctor Jorge Lozano, asesor de la Oficina del Programa Martiano, que nos conectó precisamente con las razones para ver en todas sus dimensiones la patria, ubicándonos en ese preciso momento y lugar, en toda la espesura histórica y en el contexto complejo que vivimos. 
Con el recuerdo de Lidia Doce y Cloromira Acosta, (que estuvieron entre los asesinados que por esa desembocadura se llevaron en la lancha “4 de septiembre” para lanzarlos a mar abierta), y con vivas a nuestros mártires, en el día de la muerte de Frank País y Raúl Pujol, subió la manifestación por la calle 24 hasta hacer un alto en la calle 19, justo ante el edificio en que fueron asesinadas las hermanas Giralt. Ana Beatriz Pérez, al frente del club Herencia Rebelde, hizo el relato que estremeció a los que íbamos en la marcha y a los vecinos del lugar, sorprendidos ante el inesperado acto.

Asesinato de las hermanas Giralt

El 15 de junio de 1958 las hermanas Lourdes y Cristina Giralt Andreu, de 22 y 28 años, respectivamente, fueron masacradas por fuerzas de la policía batistiana. Ni siquiera tenían relación estas muchachas con quienes andaban persiguiendo los esbirros. Las hermanas Giralt vivían en el apartamento número 42, del edificio ubicado en 19 y 24, en el Vedado, que quedaba enfrente, al que habían habitado miembros del Directorio Revolucionario.
Tras llegar a su departamento luego de haber estado en su tierra natal Cienfuegos, celebrando el día de los padres, las hermanas encontraron la puerta forzada, y al abrirla una ráfaga de plomo las recibía, fueron sorpresivamente acribilladas a balazos: Lourdes presentaba 13 perforaciones de bala y Cristina 9, ninguna pudo decir palabra, no las dejaron siquiera identificarse.
………
Los manifestantes siguieron por calle 24 hasta 23 y por esta hacia la calle 30 donde se encuentra el parque de los Mártires de la Clandestinidad, llamado así por haber estado allí el Buró de Investigaciones, uno de los más connotados centros de tortura en la ciudad. Entonando la Marcha del 26 de julio, llegaron los de hoy a ese parque, que conserva debajo de sus árboles los calabozos donde se masacraba a la juventud rebelde cubana. Allí esperaban decenas de combatientes de entonces, viejitos que vemos cotidianamente en la cola del pan, en al agro, en Coopelia, en un P, sin imaginar que sufrieron picana, que le reventaron costillas a culatazos, que sufrieron mutilaciones y violaciones en aquellos 1957 y 1958 en que la represión de Batista llegó a niveles dantescos. Se encontraban también directivos de la Sociedad Cultural José Martí, de la UJC y Mercedes López Acea, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, PCC, vicepresidenta del Consejo de Estado, y primera secretaria del Comité Provincial del Partido en La Habana
Tras las palabras de Ernesto Zayas Hernández, primer secretario de la UJC en el municipio Plaza de la Revolución, comenzó el canto mientras iban pasando por la   pantalla la imagen de los mártires, sus principales luchas.
El Coro infantil Solfa, el trovador Tato Ayres, un chileno que vino exiliado cuando el golpe militar fascista de Pinochet en 1973 y que estuvo prisionero en el Estadio Nacional en aquellos infernales días de miles de asesinatos entre ellos el del cantor Víctor Jara. Mientras el Tato cantaba abrazamos también al pueblo chileno con las imágenes de aquel septiembre y Allende y el Palacio de la Moneda.
El Dúo Jade, trajo el canto de creadores de la Asociación Hermanos Saíz, y el Grupo Fragua, de jóvenes estudiantes recorrió la historia con la declamación y el canto desde la profunda investigación que les caracteriza. La tarde noche siguió empinándose con el sabor campesino de la décima improvisada de Papillo y sus repentistas (incluyendo una guitarrista y una excelente laudista).
Las sentidas palabras de Alba Márquez, hija de Juan Manuel Márquez trajeron la conexión del tiempo, del espíritu de aquella juventud del centenario, donde Martí fue bandera para buscar una patria nueva, solidaria, digna, una revolución -que revolución al fin- no está hecha, se hace cada día, y que nos toca continuar, enriquecer, mejorar.
Para el cierre el trovador Raúl Torres, quien le cantó a la Cuba de hoy, compleja, hereje, como siempre enamorada, y trajo después en su canto a alguien que no debería faltar en este abrazo Hugo Chávez, el gran amigo de Cuba, de la América Nueva y Nuestra. Cantamos todos mientras en las pantallas pasaban las imágenes de Fidel y Chávez abriendo caminos, y creo que de alguna manera regresaban con Chavez nuestros muertos todos, alzando los brazos de sus herederos. 

El regreso del amigo

Autor: Raúl Torres

En la despedida del amigo queda un adiós detenido
Palabras que se congelan, ganas de ya haberlas dicho
Lágrimas que no se lloran pa´ no aceptar que se ha ido
Pena convertida en gloria, amanecer extendido.
Para la partida de un amigo que nos devolvió la risa
No hay adiós definitivo, ni finales de cenizas
Tanto corazón dolido no se va creer la prisa
De la muerte que ha intentado manchar su roja camisa.
Toda la ternura de este amigo desparramada en la brisa
De un pueblo que habían dormido, de una América hecha trizas
Nadie piensa que se ha ido, fue un momentico a la misa
Y va a volver con Sandino, con el Che, Martí y Bolívar.
Ese rastro que dejó el amigo, ese antídoto de vida
Contra la sierpe que sueña a América dividida
El que levantó al mendigo y compartió su comida
Su manera de estar vivo nunca va a tener medida.
Todos los amigos del amigo tienen el alma bordada
Con las frases que nos dijo con campechana sonrisa
Nadie piensa que se ha ido, fue un momentico a la misa
Y va a volver con Sandino, con el Che, Martí y Bolívar.

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