Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

domingo, 24 de junio de 2012

José Nicolás se nos queda en un puñado canciones

Me acaba de llegar por correo la sorpresiva y muy triste noticia de la muerte del trovador José Nicolás, allá en España, casi en el anonimato (o sin casi). De haber permanecido aquí, a estas alturas, si no gran resonancia (pues ya sabemos que nuestros medios masivos no son los más duchos en promover a quienes lo merecen —contagiados con el imperio comercial mediático foráneo—) sería al menos un trovador con alto reconocimiento en los circuitos de la canción de autor cubanos, que no son para nada escasos. Creo que Nicolás tendría al menos dos o tres buenos discos, y habría crecido hasta marcar la punta de la trova cubana actual. Pero se fue a buscar vida en España, y esto no lo digo con un ápice de reproche, soy partidario de que cada ser humano viva donde lo desee, el tiempo que lo desee y se sienta ciudadano del mundo o del rincón del mundo donde se sienta más a gusto.
Tal vez Nicolás, como Serrat, se dijo “donde haya lumbre y vino tengo mi hogar y para no olvidarme de lo que fui, mi patria y mi guitarra la llevo en mí”, y partió en aquellos 90, en que lo conocí.
Formamos parte de la Dirección Nacional de la Asociación Hermanos Saiz, elegida en una especie de Congreso Nacional (aunque no se le llamó así) en el Palacio de las Convenciones, donde delegados de todo el país eligieron por voto secreto a los creadores que encabezaríamos la AHS. Fernando Rojas, Zurbano, Normita, Alpidio, Jacomino, Omar Baliño, y José Nicolás estuvieron entre los que más votos sacaron otorgados por los creadores de todas las manifestaciones artísticas y rincones de la isla. Tras aquel encuentro nacional comenzó el peregrinar provincia por provincia para palpar los proyectos más interesantes y jerarquizar su promoción así como acopiar los problemas e inquietudes fundamentales que tenían los asociados. Poco pude compartir con Nicolás pues comenzando a funcionar aquella Dirección, partió hacia Barcelona.   Recuerdo muy especialmente la noche que nos reunimos en una especie de night club que quedaba en el cuchillo de 3ra y 12; él llevó un casette del Conjunto Matamoros donde una de las voces era la del Benny Moré, cuando integró en México la agrupación.  De ahí salimos para el muro del Malecón, a descargar con las guitarras hasta el amanecer y sus canciones fueron el eje sobre el que volaron nuestros espíritus enamoradamente rebeldes. Todavía resuena su voz clara con esa exquisita entrada: Ellos van del Tívoli hasta la Alameda… que después sería un éxito de los Jóvenes Clásicos del Son.
Partió Nicolás y lo sustituyó en la Dirección Nacional de la AHS otro santiaguero,  Salvador Palomino. Salvo algún comentario o alguien que retomara una que otra canción suya José Nicolás se fue apagando en los recuerdos, hasta hace unos cuatro o cinco años en que pasé por las oficinas de la Asociación Hermanos Saíz y él estaba allí. Conversamos un poco, me dio mucha gracia verlo hablar fundiendo el deje santiaguero con el “gallego” algo así como “Oiga compay, no sea gilipollas”. Lo invité a las peñas que hacemos los miércoles en el patio bar de la EGREM, el piquete de la revista El Caimán Barbudo, pero partía pronto de regreso, y no se pudo dar otro encuentro con sus canciones.   
Nicolás, como Serrat, se dijo “donde haya lumbre y vino tengo mi hogar y para no olvidarme de lo que fui, mi patria y mi guitarra la llevo en mí”, y partió en aquellos 90; fue su elección. Lo cierto es que el trovador es una figura de su ambiente, crece en la interacción con músicos, poetas, dialogando con la problemática de su tierra, bebiendo de sus tradiciones, los cual se pierde un poco cuando te ausentas por mucho del país. Claro que se puede hacer una canción con recuerdos, con temáticas más universales, y eso se facilita cuando emigras con un status ya como creador o con buena resonancia. Si, como Nicolás, tienes que empezar a buscar sustento, en un mundo donde la canción poética no es valorizada, es fácil perder el camino. En el mejor de los casos, simplificas tu poética para adaptarla a los caminos trillados que dictan esas maquinarias mediáticas cada día más desmusicalizadas, desespiritualizadas, descerebradas, que amelcochan la música, le imponen marcos cada vez más estrechos, que alejan a la canción de su categoría de arte para tenerla como un objeto comercial más, a la par de productos alimenticios o de aseo personal. Dejas de hacer entonces  las canciones que sientes buscando las que convienen. Si para colmo, dejas de actuar en el ambiente creativo en que te vienes sazonando, para insertarte en otro disperso y más pragmático que altruista, pues tu voz se va apagando.
De haberse quedado aquí, de seguro habría pasado mucho trabajo, y no sería tal vez una figura mediática, pero no me caben dudas de que muchos conciertos, algún que otro disco, peñas y una obra de gran envergadura habría seguido tejiendo.
Al abrir el correo que me envía Joaquin Borges Tríana, busco en Internet y no aparece ni siquiera un texto de alguna de sus piezas, apenas dos fotos pequeñas (las que publico ahora), una síntesis biográfica en su apartado en faceboock, y tres escuetas informaciones sobre él, una de ellas con un concierto de hace años, una alusión a sus canciones en un disco de los Jóvenes Clásicos del Son y la noticia de su muerte, breve notica con datos esenciales. Lo más hermoso quizás, un video en que jóvenes trovadores de la Trovuntivitis, Dieguito Gutierrez y Yaima Orozco cantan “No pueden parar”.
Ya no hay tiempo para pedirle que se quede, nos queda acompañarlo (y acompañarnos) en sus canciones como pide en el correo que trajo la noticia Joaquín Borges Tríana:   
“El cantautor José Antonio Nicolás murió este viernes en Barcelona, donde residía desde 1997, informaron fuentes familiares. Nicolás, como le conocía su público, falleció presumiblemente de un infarto. Estaba a punto de cumplir 49 años. Su cadáver permanece en el Hospital Clínico de Barcelona a la espera de la autopsia. El funeral está previsto para el domingo y el lunes en el tanatorio de la calle Sánchez de Ávila, en Barcelona. Nicolás comenzó su vida artística en 1985 en la calle Heredia de Santiago de Cuba y trabajó junto a Xiomara Laugart, Alberto Tosca y Donato Poveda. Algunas de sus obras como compositor fueron Lluvia fiel, Déjate amar, No pueden parar y La flor y la hoja seca, estas dos últimas las más conocidas gracias a las versiones del grupo Jóvenes Clásicos del Son.
A nombre de los que fuimos y seguiremos siendo siempre sus amigos, solo pido que sus canciones continúen cantándose para que no se olvide la obra de uno de los buenos trovadores que ha dado Cuba en los últimos años."



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