Una gran fiesta musical resultó la tarde noche de este domingo 27 de abril cerrando el Festival de Guitarra de La Habana; fiesta en el sabroso, espacioso y emblemático patio de la Casa del Alba. Desde bien temprano abarrotada de impacientes la esquina de Línea y D, en la vieja barriada del Vedado. Era la entrada por invitaciones, pero todos lo sabíamos: poco antes de las 7, las grandes rejas se abrían y entramos todos a explayarnos por la hierba del jardín —o casi todos, pues numeroso público decidió ver el concierto desde la acera.
Entre árboles y trinos, y vecinos asomados en balcones, rompió Pancho Amat, guajirón inigualable con su tres, acompañado de Dayron Ortega en la guitarra. Brindó un espeso Ajiaco sonoro, donde el son desde el nengón (su raíz oriental) hizo al público menearse en sus asientos. Luego el Son a Catina y el cierre con el clásico Capullito de alelí, de Rafael Hernández, en el que no solo Pancho nos puso a cantar, sino también a dialogar invitando al público a jugar palmeando el fraseo que le proponía con su tres.
Entre árboles y trinos, y vecinos asomados en balcones, rompió Pancho Amat, guajirón inigualable con su tres, acompañado de Dayron Ortega en la guitarra. Brindó un espeso Ajiaco sonoro, donde el son desde el nengón (su raíz oriental) hizo al público menearse en sus asientos. Luego el Son a Catina y el cierre con el clásico Capullito de alelí, de Rafael Hernández, en el que no solo Pancho nos puso a cantar, sino también a dialogar invitando al público a jugar palmeando el fraseo que le proponía con su tres.