La muerte de Frank País y Raúl Pujol, asesinados en plena calle, el 30 de julio de 1957, fue el estallido de indignación que levantó al pueblo de Santiago de Cuba, la noticia del crimen se regó como pólvora, y ya no hubo temor a la represión y la barbarie de la dictadura, los esbirros tuvieron que esconderse en los cuarteles y ver por las rendijas pasar sus cuerpos envueltos en su bandera y en una marea de pueblo enardecido.
Quiero republicar un excepcional testimonio que publicó Cubadebate hace dos años, para compartir con los amigos el dolor de esos días, porque (como dice la canción de Silvio) ellos “existen para hacernos” y cuando pienso en “ellos” no solo veo a Frank y Pujols, sino a todos los que con más o menos conciencia del momento, sabían que había que darlo todo; algunos todavía están por reconocer en sus grandes o pequeñas historias; otros sobrevivieron y aún quedan muchos por nuestras calles, y quizás los encontremos en una guagua, o en el agro, haciendo sus mandados, y ni siquiera sospechamos que una noche fue torturado o torturada en una estación, o le mataron un ser querido ante sus ojos, o desapareció y a los días lo encontraron en un matorral o a orillas del mar.
Quiero republicar un excepcional testimonio que publicó Cubadebate hace dos años, para compartir con los amigos el dolor de esos días, porque (como dice la canción de Silvio) ellos “existen para hacernos” y cuando pienso en “ellos” no solo veo a Frank y Pujols, sino a todos los que con más o menos conciencia del momento, sabían que había que darlo todo; algunos todavía están por reconocer en sus grandes o pequeñas historias; otros sobrevivieron y aún quedan muchos por nuestras calles, y quizás los encontremos en una guagua, o en el agro, haciendo sus mandados, y ni siquiera sospechamos que una noche fue torturado o torturada en una estación, o le mataron un ser querido ante sus ojos, o desapareció y a los días lo encontraron en un matorral o a orillas del mar.