Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

viernes, 16 de octubre de 2015

Daniel Viglietti y Jorge Drexler desde este lado del río

Foto: Carla Valdés

Tengo un enredillo tal de cosas encima (cosas benditas) que no sé por dónde empezar (o continuar, o salir); terminaba de transcribir una reencontrada entrevista que le hice a esa gran cantautora argentina Teresa Parodi, y llegó desde Uruguay Jorge Drexler; también los argentinos Mariano Pini (poeta) y el cantautor Jorge Giuliano (guitarrista nada menos que de Mercedes Sosa, en sus últimos años) y –si esto fuera poco-  un par de días después aparece otro uruguayo, todo un ícono del canto nuestroamericano, Daniel Viglietti. Tres especiales conciertos y (lluvia de suerte) pude entrevistarlos a todos: he aprendido siglos en una semana; y ahora me queda la angustia por repartir lo más pronto posible el tesoro espiritual que me dejaron. 

Daniel Viglietti 

No me queda otro remedio que reseñar brevemente, y de a poco iré publicando las entrevistas. Por lo pronto en el programa “La vida es otra cosa” de Radio Ciudad de La Habana, (a las 4.30 am con retransmisión 4.30 pm), comencé el pasado sábado una serie de cuatro programas en conversación con Daniel Viglietti. 
Dale tu mano al indio,
dale que te hará bien
y encontrarás el camino
como ayer yo lo encontré.

Dale tu mano al indio
dale que te hará bien,
te mojara el sudor santo
de la lucha y el deber.
No podía imaginar que esta “Canción para mi América” fuese creada ante la invasión yanqui por Playa Girón; cuenta Viglietti que, en medio del estremecimiento que sintió el pueblo uruguayo al conocer los sucesos de abril de 1961 y aquella primera derrota del imperialismo en América; como él dice, aparentemente no guarda relación, pues no hizo una canción que aborda esos hechos históricos, pero pensando en ellos y como abrazo a Cuba, hizo ese canto a los originarios de nuestras tierras, a los más sufridos, arrinconados, asesinados, y en muchas regiones extinguidos.   
Es el tiempo del cobre,
mestizo, grito y fusil
si no se abren las puertas
el pueblo las ha de abrir.
Viglietti, en un encuentro de cerca de hora y media –y esto es solo un adelanto- narró, desde su invaluable testimonio, aquellos inicios de la Nueva Canción Latinoamericana, desde Atahualpa Yupanqui, que visitó varias veces su casa desde que era pequeño, y con compartió diversos momentos en su vida, o Violeta Parra, ese otro manto materno que ampara con su poética existencia la cultura nuestromaericana.  
América está esperando
y el siglo se vuelve azul,
pampas, ríos y montañas
liberan su propia luz.
Vicente Feliú y Daniel Viglietti Foto: Richard
Daniel Vigllieti, el más importante testimonio que nos queda de aquel trascendental Primer Encuentro de la Canción Protesta convocado por Casa de las Américas en 1967, recuerda con claridad asombrosa, los detalles y cantores de aquel suceso que es como el núcleo del canto poético, comprometido;  la semilla sembrada por Haydee Santamaría que hoy es ceiba frondosa con ramificaciones diversas, pero un tronco común que nos hermana.  
La copla no tiene dueño
patrones no más mandar:
la guitarra americana
peleando aprendió a cantar.
De aquel primer encuentro de 1967, de un segundo encuentro latinoamericano de 1972, de su disco con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, de todos estos años de dictaduras militares en el continente, de los cantores diversos que han tejido y dado voz a nuestros dolores y sueños, y claro de toda la experiencia de su vagar como cantor y como promotor, pues se trata de un realizador radial y televisivo del más alto vuelo en oficio, pasión y razón, nos cuenta Daniel Viglietti, en entrevista que pronto publicaremos.     
Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que la tierra es de nosotros
y no del que tiene más.
Ya muchos lo saben, Daniel Vigllieti, vino a Cuba esta vez a recibir el Premio de honor Noel Nicola, que otorgan el Festival Barnasants, el más importante evento de cantautores y que se celebra anualmente en Cataluña, Casa de las Américas y el Instituto Cubano de la Música. Lo recibió Viglietti, en el mejor lugar que podía recibirlo en la sala Che Guevara, de la Casa de Haydée, junto al árbol de la vida nuestroamericana,
Yo pregunto si en la tierra,
nunca habría pensado usted,
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos den.

A desalambrar, a desalambrar,
que la tierra es mía tuya y de aquel,
de pedro, maría, de juan y josé.
Las palabras del premio las dijo Vicente Feliú y lo recibió de manos de Silvio Rodríguez, dos trovadores cubanos y hermanos en el tiempo y en la obra de este poeta cantor. 
Si molesto con mi canto
a alguno que ande por ahí,
le aseguro que es un gringo
o dueño del Uruguay.

A desalambrar, a desalambrar,
que la tierra es mía tuya y de aquel,
de pedro, maría de juan y josé.
El concierto que ofreció Daniel Viglietti este miércoles 7 de octubre, en la sala Che Guevara de casa de las Américas, al recibir el Premio Noel Nicola nos tuvo suspendidos en la admiración plena de inicio a fin. No por conocer su obra y haberle escuchado en otras presentaciones, dejó de sorprender; su poética cada día más espesa, retomando sus canciones (casi todas ya antológicas) con un guitarreo llegando a sutilezas casi inexplicables, su mano izquierda adentrándose en laberintos melódicos bien experimentales; su mano derecha va como haciendo el amor a sus cuerdas,  tocando por momentos con apenas un roce casi imperceptible, tierno;  en otros momentos uno piensa que lo que está tocando es un arpa como dulce cascada; en otros apaga los sonidos, los ahueca, bajea, o hace pizzicatos violinescamente;  por toda esta madeja de sonoridades atrevidas, se cuela diciendo y sintiendo su sísmica voz, como si el tiempo todo, con sus mejores fantasmas confluyera en ese momento. Si todo esto fuera poco, la sencillez y la gracia de un gran comunicador, alterna con sabiduría de brujo, el momento desgarrador con otro cargado de humor. 
Quiero celebrar este encuentro con Daniel Viglietti con el texto de una canción que ha viajado gran parte de su vida con él, y que le pertenece, en principio, a Noel Nicola; a quien Viglietti conoce desde que era un muchacho, y con quien compartió entrañables momentos. La canción la grabó Daniel Viglietti en 1972, precisamente con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, en que se encontraba Noel, por entonces con unos 26 años de edad.

Comienzo el día  

Autor: Noel Nicola
  
Es tan temprano y tú ya me despiertas,
no me dejas dormir, algo sucede.
A ojos cerrados busco la ventana
para mirarte a ti mientras los abro.

Te digo que estás bella como nunca,
así, sin arreglarte aún el pelo.
Rodamos en un beso cama abajo
y siento que estás viva de milagro.

Comienzo el día, así como si nada,
apretado a tus pechos, pidiéndote café y amor.
Comienzo el día, aún alucinado,
los ruidos suenan lejos a esta hora turbia.

Afuera la gente hace lo suyo por vivir,
afuera la gente quiere averiguar,
afuera la gente habla del amor,
afuera me están llamando.

Comienzo el día, y antes de que me hables
ya te hecho mil promesas que no voy a cumplir.
Comienzo el día y al mirar hacia fuera
me entra como un mareo y tengo que sentarme.

Afuera la vida apenas comenzó,
afuera todo tiene que cambiar,
afuera los lobos son lobos aún,
afuera hay que salir armado.

Quiero darle mi día a los que sueñan,
a los que hacen el pan de madrugada,
a los que ponen piedras sobre piedras,
a los que te mantienen tan despierta.

Comienzo el día, aseguro las llaves,
registro mis bolsillos en busca de monedas.
Comienzo el día y aún detrás de la puerta,
te pido un beso fuerte para salir al sol.

Afuera comentan la televisión,
afuera el sindicato discute una ley,
afuera la patria está por reventar,
afuera me están llamando,
y voy.

Jorge Drexler

Uno siempre teme que un cantor con resonancia internacional tenga ese distanciamiento casi imprescindible, no únicamente porque pueda perder espíritu, o engalanar su forma de ser ante las cumbres de los grandes mercados de la palabra, sino porque esa misma mecánica, está diseñada en los grandes circuitos para que los músicos, en la medida en que se tornen populares se vayan arropando con cierto glamour, que puede llegar a límites en extremos ridículos, como esas figuras de los megashows empobrecidos (como uranio cultural) que descienden en limosinas entre el coro de los flash y el cordón de guardaespaldas, -por lo regular cantantes de efectos especiales, de esos que dicen nada, o peor, menos nada. Claro que Jorge Drexler no era el caso, pero se trata de un cantautor internacionalizado especialmente a partir de haber obtenido el premio Oscar, como es sabido por la pieza “Al otro lado del río” para la película Diarios de motocicleta, sobre el primer viaje por Suramérica de Ernesto Guevara como su amigo García Granados.    
Clavo mi remo en el agua,
llevo tu remo en el mío.
Creo que he visto una luz
al otro lado del río.
Desde que llegó a la sala del Hotel Capri para la conferencia de prensa del evento Voces Populares al que vino invitado, tuvimos delante a un ser humano extraordinariamente sencillo, de esos que saben que la vida es aprender, y que un cantor no es más que un escribano de la sabiduría popular, un recopilador de las almas, los dolores y los sueños de un pueblo (sea el del pequeño terruño, o el humano) para devolverlo poetizado, y hacerlo así útil para más personas.   
Esto que estás oyendo 
ya no soy yo, 
es el eco, del eco, del eco 
de un sentimiento; 
su luz fugaz 
alumbrando desde otro tiempo, 
una hoja lejana que lleva y que trae el viento. 

Yo, sin embargo, 
siento que estás aquí, 
desafiando las leyes del tiempo 
y de la distancia. 
Sutil, quizás, 
tan real como una fragancia: 
un brevísimo lapso de estado de gracia.
En la conferencia de prensa mi pregunta fue una trampita, le mencioné un momento fundacional de la canción del sur, de aquel día de 1911 en que El Morocho y El Oriental Carlos Gardel y José Razano se encontraron en un café de Buenos Aires, en duelo de payadores pactado por amigos comunes. Payando surgió el dúo de Gardel-Razano, y por ahí iba mi pregunta doble:  qué podía significar aquel abrazo inicial de ambos lados del río, el joven cantor de Buenos Aires y el de Montevideo; y la otra cara de la pregunta, ese arte de payar que le llega por tradición y que ahora se le abría mediante la versión cubana del payador, el repentista, y la décima cubana. Claro, ya sabía de su amistad con Alexis Díaz Pimienta, y su admiración por ese arte campesino cubano, de tan alto vuelo poético.  
Eco, eco 
ocupando de a poco el espacio 
de mi abrazo hueco….. 

Esto que canto ahora, 
continuará 
derivando latente en el éter, 
eternamente…. 
inerte, así, 
a la espera de aquel oyente 
que despierte a su eco de siglos de bella durmiente... 
Al terminar la conferencia nos cedió Jorge Drexler una entrevista que pronto transcribiré para este espacio jiribillero de Cantores. Como adelanto, nos habló de la herencia musical suramericana, de la admiración por los decimistas, del uso de la tecnología en la música, de Bailar en la cueva, su más reciente disco y su sabor latinoamericano, con intenciones bailables, pues no hay que quitarse la cabeza ni el alma para danzar, a pesar de las claras intenciones de una seudocultura globalizada; el baile es poesía, y sueño, y amor, y tiempo de ser fantasmas que llegan en la música auténtica, como nos han enseñado la historia de los pueblos. “Bailar”, por tener una sonoridad más movida, y “en la cueva”, que viene desde el hueco de su guitarra, el rincón desde el que brota la energía poética del movimiento.      
La idea es eternamente nueva: 
Cae la noche y nos seguimos juntando a 
bailar en la cueva. 

Bailar, bailar, bailar, bailar! 
Bailar, bailar, bailar, bailar! 

Ir en el ritmo como una nube va en el viento. 
No ESPERAR EN, sino SER, el movimiento. 
Cerrar el juicio, cerrar los ojos. 
Oír el CLAC con el que se rompen los cerrojos. 

Y bailar, bailar, bailar, bailar 
Me guías o yo te guío? 
Mi cuerpo al tuyo y el tuyo al mío. 
Tras la entrevista, gracias a la gentileza de Jorge Drexler y de Alexis Díaz Pimienta, compartirnos un recorrido por La Habana, el primero del cantor uruguayo por nuestras calles, a las que confesó haber soñado durante mucho tiempo; el viaje derivó en el Palacio de la Rumba, por su interés en conocer las expresiones populares cubanas en vivo, por lo que terminó bailando en otra cueva. 
Los dos bebiendo 
de un mismo aire. 
El pulso latiendo 
y el muslo aprendiendo a leer en Braille. 

Bailar, 
como creencia, como herencia, como juego. 
Las sombras en el muro de la cueva, 
girando alrededor del fuego. 

La música bajo los árboles 
y nos siguió por las llanuras. 
La música enseña, sueña, duele, cura: 
Ya hacíamos música muchísimo antes de 
conocer la agricultura. 

La idea es eternamente nueva: 

Cae la noche y nos seguimos juntando a 
bailar en la cueva. 

Bailar, bailar, bailar, bailar…
Lo más hermoso de Drexler es que fue igualmente natural, curioso, hondo y tierno en su concierto. Desde que salió a escena, guitarra en mano, lo hizo sin afeite alguno, sinceramente conmovido, -y razones tuvo pues el público que repletó la sala Avellaneda del Teatro Nacional. Nunca imaginé .y pudiera dármelas de viajo lobo mediático ya- que pudiera suceder lo que pasó, y es que el coro del público se sabía todas las canciones de Drexler, que por momentos parecía un invitado a su propio concierto.
Quiero acotar que el momento en que Drexler  propuso una paya en duelo hermanado con el repentista Alexis Díaz Pimienta: delirante; un acto poético irrepetible de una carga humana y del más depurado arte efímero, como para leyenda, y el público sabía que vivía un momento único.
Si quisiera describir el espíritu del concierto, fue como si un ser enamorado llegara a su casa, abre la puerta, entra con ansias, enciende las luces y conversa con su amada que le esperaba. Así entró con su guitarra, y parecía que cada uno de los miles presentes, era al que él cantaba; se dio lujos de entonar a veces casi en susurro, incluso salir del micrófono acercarse al lunetario y cantar o callar y dejar que la gente siguiera por él, como algo pactado de antemano, el coro parecía saber cuándo tocaba decir o cuando poner toda la energía en escuchar, para que la voz del cantor pudiese ser ínfima y llegar a todos, como quien le habla al oído a otro ser.   
Estás conmigo, 
estamos cantando a la sombra de nuestra parra  
una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra. 
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra. 

Hay tantas cosas 
yo sólo preciso dos: 
mi guitarra y vos 
mi guitarra y vos. 
La comunicación fue de grado supremo, silencios colosales cuando su canción lo requería, ovaciones interminables, coros y claves y silbidos a petición del cantor, en perfecta armonía y afinación, y aplausos cuando una frase impactante para este tiempo lo requería, como en la pieza Milonga del moro judío, sin dudas una de las más hermosas canciones de Drexler.   
El mismo suelo que piso 
seguirá, yo me habré ido; 
rumbo también del olvido 
no hay doctrina que no vaya, 
y no hay pueblo que no se haya 
creído el pueblo elegido. 

Yo soy un moro judío 
que vive con los cristianos, 
no sé qué Dios es el mío 
ni cuáles son mis hermanos.
Si bien cantó piezas de toda su discografía la segunda parte del concierto se centró en Bailar en la cueva, con un piquete de excelentes músicos de todas partes del mundo. Por supuesto que hubo baile y canto con todos.  

Pronto, en este espacio iré sacando las entrevistas a Daniel Viglietti, Jorge Drexler  y a dos argentinos que ofrecieron también un concierto de gran lirismo, y calado cultural nuestroamericano también la sla Che Guevara, el que ofrecieron el poeta y letrista Mariano Pini y el cantor, compositor y notable guitarrista Jorge Giuliano. Fue un hermoso homenaje a Mercedes Sosa, entre poemas que nos entregaron dimensiones diversas de Argentina, y el canto de Jorge quien acompañara como guitarrista a la madre de la canción latinoamericana durante varios años, esos que se despidieron el álbum Cantora.    
Ya volveré sobre estos y otros cantores, quiero celebrar este encuentro de Jorge Drexler con La Habana y su gente, con la canción que más me estremeció –lo cual no es poco decir- de esa intensa noche. 

Milonga del moro judío

Autor: Jorge Drexler

Por cada muro un lamento 
en Jerusalén la dorada 
y mil vidas malgastadas 
por cada mandamiento. 
Yo soy polvo de tu viento 
y aunque sangro de tu herida, 
y cada piedra querida 
guarda mi amor más profundo, 
no hay una piedra en el mundo 
que valga lo que una vida. 

Yo soy un moro judío 
que vive con los cristianos, 
no sé qué Dios es el mío 
ni cuáles son mis hermanos. 

No hay muerto que no me duela, 
no hay un bando ganador, 
no hay nada más que dolor 
y otra vida que se vuela. 
La guerra es muy mala escuela 
no importa el disfraz que viste, 
perdonen que no me aliste 
bajo ninguna bandera, 
vale más cualquier quimera 
que un trozo de tela triste. 

Y a nadie le di permiso 
para matar en mi nombre, 
un hombre no es más que un hombre 
y si hay Dios, así lo quiso. 
El mismo suelo que piso 
seguirá, yo me habré ido; 
rumbo también del olvido 
no hay doctrina que no vaya, 
y no hay pueblo que no se haya 
creído el pueblo elegido. 

Yo soy un moro judío 
que vive con los cristianos, 
no sé qué Dios es el mío 
ni cuáles son mis hermanos. 

1 comentario:

  1. Estimado, Radio Ciudad no trasmite por internet aún y estoy muy interesado en acceder al audio de los 4 programas sobre Daniel Viglietti. ¿Será acaso que puedes indicarme algún link para acceder a ellos?
    Mando abrazo desde Marindia, Uruguay, que llegue hasta allí.

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