Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

miércoles, 27 de junio de 2012

Lila Downs: volcánica esencia de la América Nuestra

Todo es auténtico en ella; mexicana universal que aparece y nos roba de inmediato.   
Frida Kalho reencarnada: su físico, sus atuendos, su energía, reviven a esa artista plástica, toda sensibilidad, carácter, rebeldía de honda carga humanista.  
Violeta Parra: Igual que la legendaria chilena Lila ha investigado el folklore de su tierra, (la de su pueblo, la de su América), rescatando piezas esenciales y aportándole nuevas luces; mira a su alrededor y empina la música abordando en sus canciones los sufrimientos y sueños de sus semejantes, sus pasiones, su gracia, mirando con nuevos ojos desde las huellas ancestrales, asumiéndose voz de voces.
Mercedes Sosa y Liliana Herrero: Como estas cantoras argentinas, universales, su canto electrifica, su entrega es plena, su voz vibra al compás de la tierra. Sin poses, sin artificios, sacando las angustias y pasiones que erupcionan desde su alma, como un salmo de los pobres de la tierra.   
Lila Downs es una de esas grandes figuras del arte americano; su obra es fruto de un profundo estudio, de un concepto de vanguardia afincado en la más genuina tradición musical de los pueblos del sur; arte que enfrenta las fórmulas desmovilizadoras del mercado, esgrimiendo la sinceridad, el verso profundo, el sabor de las culturas populares.
En las tandas de videos de nuestra Utopía* se han convertido sus videos en hits, quienes no la conocían preguntan de inmediato, los que ya sabían no dejan de expresar su admiración, piezas como “La cumbia del mole”, “La iguana”, “Soy pescador”, “Naila”, “Dignificada” o ese momento del documental Cantora donde Lilia y Mercedes Sosa cantan juntas, están entre los más apreciados de los que compartimos los sábados en nuestra caverna de los trovadictos.   
Lila acaba de arrasar en la Argentina con sus conciertos y presentaciones en la TV. Una amiga entrañable de la Utopía (porque ha venido al espacio y por su espíritu soñador) Marta Rosin, me escribió un correo que comparto:
“Lila Downs ha dado un concierto el jueves pasado (día de natalicio del CHE) en Rosario y ha escrito este mensaje en su página. Vamos en la búsqueda del rescate del compromiso militante.... Un abrazo....y esta noche estaré sintiendo la magia de La Utopía.”
Lila Downs: ¡Gracias Rosario! La tierra del Che, el teatro hablaba conmigo de vidas pasadas, los Rosarinos recibiendo los mensajes con fe, de pie, que únicos son ustedes, con la pasión en la mano y la palabra que pronuncian me acaricia, y me da razón de existir... Gracias gente del Rio Paraná, los necesito para ser quien soy, ya nunca los olvido.

Basta leer este agradecimiento de Lila a su público para tener idea de la grandeza espiritual que le caracteriza. En otra entrada publicaré para los amigos algo de su biuografía y canciones, ahora copio un par de artículos que me acaban de enviar sobre la resonancia de las actuaciones de hace apenas 3 días de Lila en Argentina, publicados en el diario Pagina 12 y el sitio Informador.com
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*La Utopía, espacio de la canción de autor en el piano-bar Tun Tun de la Casa de la Música de Miramar, en La Habana, 1ros y 3ros sábados de cada mes, de 5.00 pm a 9.00 pm. Con descargas de trovadores en vivo y videos de la canción alternativa universal.
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Página 12
Viernes, 22 de junio de 2012
Lila Downs presentó presentó pecados y milagros en el teatro Gran Rex

Viaje interestelar latinoamericano

En su tercera visita al país, la cantante mexicana volvió a lucir su voz prodigiosa al servicio de un “mestizaje” rítmico que incluyó rancheras, sones, boleros, cumbias y todo lo demás.
Lila cantó durante dos horas y volvió tres veces a escena.


Por: Gloria Guerrero

Si Lila Downs aterriza en Buenos Aires cada dos años y no con más frecuencia es porque sus giras mundiales duran una barbaridad; de hecho, este Pecados y Milagros World Tour comenzó en noviembre pasado escaneando toda ciudad de México y de Costa Rica, subió a los Estados Unidos durante dos docenas de fechas, cruzó a España en marzo y ahora recorre América del Sur, pasando por Colombia, Chile y Uruguay. Por primera vez, además, la gira de Lila amplió su radar argentino: además de los dos conciertos de ayer y anteayer en el Teatro Gran Rex de esta ciudad, presentó su show en Rosario, en Córdoba y hasta en Cipolletti, provincia de Río Negro. Ahora ya debe de estar en vuelo: la esperan Quebec y Montreal. Pero, si por sus fans locales fuera, más le valdría a la mexicana alquilarse una casita en Almagro y quedarse a vivir. Fue tan descomunal la recepción del primer show de ésta, su tercera visita, que la mujer terminó lagrimeando al borde del escenario, moviendo la cabeza como perrito de luneta; un poco por emoción, claro, pero también por agotamiento: después de dos horas de cantar, y de despedirse, y de tener que regresar a escena no una sino ¡tres veces!, empujada por el griterío y la ovación interminables, hasta el más pintado tiene todo el derecho de largarse a llorar.
Lila Downs mereció muchas veces el título de La Dama Mimada de la World Music. Sus espectáculos mezclaban el inglés con el español (además de lenguas propias de su tierra, como el mixteca o el zapoteco) y su banda modernizaba el caldo hasta convertir lo ancestral en una especie de pop irresistible que, sin embargo, nunca renegó del verdadero significado de la palabra: popular quiere decir del pueblo (y no necesariamente sólo de las radios).
Sin embargo, cuatro años después, aquí ya no nos mira aquel Ojo de culebra (el disco que la trajo a Buenos Aires por primera vez en 2008, la mitad de cuyas canciones estaban cantadas en sajón). La Lila Downs de Pecados y milagros es absoluta-simple-complejamente América latina exclusiva y pura, sin ninguna expresión en inglés más allá del nombre y apellido de su esposo saxofonista.
De hecho, Lila arrancó a las 21.15 cantando “Mezcalito” (el primer tema de Pecados...) con portación en mano de botellita de supuesto derivado del histórico mezcal, quizá tequila. Hará como que lo bebe –se supone que, a esa tan temprana altura de la soirée, no le convendría zamparse 45 grados de alcohol– y esparcirá un chorrito después sobre las tablas del escenario, indicando la intención atávica del mezcal chamánico (del gusanito nunca se supo más nada). De allí en más, la Downs consiguió, junto con casi cuatro mil personas, un viaje interestelar latinoamericano hacia atrás y hacia adelante; hacia el pasado –a través de las pantallas del fondo, con los óleos espléndidos que ilustran el librito de su álbum y refieren a la imaginería más sincera de los cultos de los pueblos de este subcontinente– y el futuro, gracias a esta caterva de músicos, mayormente jóvenes, que se le amontonan alrededor –mayormente el increíble Celso Duarte– para brillar como si el siglo que viene fuera esta misma noche.
Lo de las pantallas con sus óleos es una anécdota; casi nadie se fija en las pantallas. La Dama se planta tan fuerte en escena, son tan contagiosos sus bailes, tanto sonríe a todo diente y disfruta, que semejante luz empalidece cualquier diapositiva de atrás. Dobla y levanta las manitas, en ángulos, hasta parecerse a “La iguana”, canción que concluye en un “duelo de zapateos” con su acordeonista. Revolea su extraordinario vestido blanco (ay, ella que tanto defiende el colorido traje huipil, justo el Día de la Bandera se nos viene monocromática) en todo ritmo que tenga que ver la Madre Tierra, la de su propia tierra y de la tierra de este lado, al costado y debajo de su tierra. Con las rancheras, los corridos y el huapango. Con el son y el bolero. Con la cumbia, y con lo demás.
Con el rap, no: los Illya Kuryaki, al final, no subieron en esta primera función para participar de “Pecadora” (véase la nota de Página/12 del miércoles 20). La que sí subió fue la Sole Pastorutti, para compartir una digna versión del poema de Don Ata (hualpa), aquel que dice: “Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar”.
Con lo que Lila Downs cuenta es con una voz prodigiosa y con un estupendo “decir”. Sostiene notas durante lapsos tan prolongados que permitirían a los presentes salir, dar una vuelta a la manzana, peinarse y volver a sus butacas para encontrarse aún con el mismo tono. Sus magníficos agudos obligan a pensar por momentos que está sonando una quena (inexistente) y a esconder elementos de vidrio ante riesgo de quiebre; es de sospechar que hubo algunos otros ultrasonidos que no llegamos a oír, disfrutados en exclusiva por los cánidos de la ciudad.
Y Lila habla todo el tiempo y explica cada cosa; y dice siempre “mestizaje”, pero cuenta todos y cada uno de los detalles de cualquier mestizaje; y presenta doscientas veces a su banda, y también tiene una mesita con sus cositas, en un rincón, y las va agarrando: un agitador de semillas; chales de varias dimensiones y colores; boas de plumas; un raspador cumbiero. Los va luciendo, o los va tocando. Se emponcha con un mantón y se pone de rodillas para “La llorona”, la estremecedora leyenda mexicana de un alma en pena que tanto supo exprimir Raphael. Hace ruidos de paloma (ruidos de paloma, sí) en un “Cucurrucucú” que te da vuelta la nuca cuatro veces. Y antes y después girará, bailará y trinará a través de las revoluciones, injusticias y dignidades de los hombres y las mujeres de América latina. Levantará ante las luces sus tatuajes de antebrazo; levantará todo el brazo. Y también el puño, cerrado, en alto, cuando haga falta.
Lila tocó casi todo Pecados y milagros, un disco que no tiene ni seis meses, y aun así tuvo tiempo de hacer creer que el público ya se sabía de memoria todo lo que cantaba. Se supone que faltan otros dos años. Así da gusto esperanzar.


www.informador .com

Lila Downs conquistó a su público del teatro Gran Rex


La mujer mestiza, de orgullosa sangre mixteca, oaxaqueña, lloró en el espectáculo. ESPECIAL
*El público la ovacionó de pie
*La aparición de Pedro Aznar para hacer a dueto 'Tierra de luz' desató una de las primeras ovaciones
*La cantante combinó la potencia de su voz con los acordes de la música popular mexicana y conquistó a más de tres mil almas en Buenos Aires


Buenos Aires.- La cantante Lila Downs combinó la potencia de su voz con los acordes de la música popular mexicana y conquistó así a las más de tres mil almas que además de colmar el teatro Gran Rex de Buenos Aires, la ovacionaron de pie.
En el primero de los dos conciertos que brindará en esta capital, Downs terminó de enamorar a un público que no quería dejarla ir, y que, seducido, la obligó a volver en tres ocasiones al escenario antes de despedirse.
La mujer mestiza, de orgullosa sangre mixteca, oaxaqueña, mexicana por su madre y estadunidense por su padre, lloró en un espectáculo en el que el público se mostró incondicional y la acompañó, cantó, bailó y se movió a su ritmo.
Fue un concierto de 21 canciones que comenzó muy alto, con Lila cantando "El relámpago", de acordes veracruzanos y apareciendo con un traje rojo intenso, un minisarape, botas negras altas y dos largas trenzas.
Luego siguieron "Agua de rosa", en la que miles de voces la obedecieron para acompañarla en los coros; la romántica "Yo envidio el viento", y la veracruzana "La iguana", que permitió a la artista presumir y compartir las elegantes contorsiones de su cuerpo.
Entre cambios de rebozos, guitarras y tambores, Downs conmovió con su interpretación de la solemne "La Martiniana" y las movidas e intensas "Justicia" y "Ojo de culebra".
La aparición de Pedro Aznar para hacer a dueto "Tierra de luz" desató una de las primeras ovaciones de una noche que se convirtió en una verdadera fiesta con la versión lilense de "La cucaracha".
Llegó entonces el momento de las rancheras, y Downs conmovió con su manera de interpretar "Paloma negra", por lo que el público no tuvo más opción que aplaudirla de pie, y así se quedó para bailar la receta tradicional de "La cumbia del mole".
Cubierta luego con un rebozo negro, cantó "La llorona", pero no dejó que la solemnidad se impusiera, porque enseguida cambió a la bailable "El perro", con la que intentó comenzar su primera despedida ante los gritos de "no" que le devolvían sus admiradores.
Faltaba poco para la despedida, y Downs eligió "Soy pescador", la zapoteca "Naila", el divertido "Corrido de Tacha, la teibolera" y la combativa "Una sangre", para tratar de poner fin al "show".
Dejó el escenario, se encendieron las luces, pero durante algunos minutos arreció el típico "una más y no jodemos más", de los argentinos que se negaban a dejar el teatro y la artista regresó con "El feo", y sólo así la dejaron partir.

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