Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

viernes, 13 de noviembre de 2015

Tanmy: la amante de Rubén a la luz de la música


La vida aún está encendida en un pequeño cuarto de esta ciudad a las tantas de la madrugada de un día imposible; la tenue luz de una lamparita ilumina los ojos inmensos de un muchacho que busca en el tiempo a una mujer plena, ilimitada, hereje; ella está sentada, con sus piernas cruzadas, como al descuido, en el piso de su sala, semidesnuda, susurrando melancólicas notas en su violín. Lo mira, escucha los versos que casi le sopla al oído; quiere abalanzarse sobre él, pero sabe que es un espejismo; por un momento, metida entre poemas lo había olvidado; ya no sabe si ella ha viajado hasta la década del 20 del pasado siglo, o es él quien se ha acercado hasta el borde de una caricia en su ahora mismo, casi amaneciendo en la ciudad… todo es este instante en que la luz es música para estos amantes que pueden besarse únicamente en una canción… 
La luz es música en la garganta de la alondra;
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.

El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.

Me veo en el tiempo acodado en la barra del bar en el patio de la EGREM, durante la peña de los miércoles de El Caimán Barbudo, serían cerca de las 5 de la tarde. Tras saludarla y algún que otro comentario de azar, ella me confiesa el proyecto en que está volcada, como en avalancha: musicalizando los versos de Rubén Martínez Villena. Desde aquel sueño hasta hoy, ha trascurrido nada menos que un fabuloso disco, premio de Creación Ojalá, donde, como reza su título La luz es música… hoy me encuentro con su amante gestora, Tanmy López Moreno. 
TANMY: ¡Te acuerdas de ese día en la peña del Caimán! Quería decírtelo y no sabía cómo. Me daba pena. Fue un reto muy grande. Primero, no conocía esa poesía; casi desconocía la poesía de Rubén Martínez Villena, ni siquiera había leído el libro La pupila insomne. Había leído en algún momento en la escuela Hexaedro rosa, solamente. Conocía la figura política que nos dan en la escuela cuando se estudia la historia de los años 30, pero al Villena poeta, que había detrás de ese luchador no lo conocía. Este proceso de musicalización es algo gigante que despertó un camino de creatividad en mí; creo que si no hubiera sido de la mano de Villena no habría descubierto que había en mí esa capacidad de adentrarme en la poesía con mi música. 
FIDELITO: Y has logrado un disco con canciones en los que no hay distanciamientos. Quizás alguien de mi generación habría puesto en cierta distancia a Rubén, por su dimensión histórica; tú lo has tomado como si fuera un amigo del barrio, un joven poeta con el que te sientas a buscar, a amar, creando con él un puñado de canciones.
TANMY: ¿Te puedo ser sincera…? Cuando empecé a leer los poemas no sabía, ni tenía idea de cómo hacerlo, pues nunca había musicalizado absolutamente nada. Solamente había escuchado los trabajos de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, Sara González y otros más con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, que habían trabajado con textos de José Martí, Cesa Vallejo, el propio Villena, pero solo de escuchas, pero a la hora de trabajar con textos de otros no tenía ni una pizca de experiencia, solo sabía que no podía cambiar el sentido del poema; y, musicalmente, como ya estaba componiendo otras cosas, tenía predeterminado que, para obtener como resultado una canción tenía que tener un estribillo, y un montuno, o sea la parte A, la parte B, la estructura binaria que nos dan en la escuela de la canción más sencilla. Por ahí empecé y sucedió que Villena me fue dictando qué género iba a tener cada pieza. Increíblemente sentí una conexión directa; llegué a tener la sensación de que ni siquiera era yo, que Tanmy era una herramienta de Villena para transmitir en este siglo, en este momento. Fluía todo tan fácil en ese momento que no lo podía creer. Salía la música así… y me decía ¿cómo puede ser esto? Solamente tuve un momento de rigidez, porque ya se acababa el tiempo de vencimiento del concurso. Había que entregar y me había quedado una canción “El faro” que no me salía, y ya la había escogido. La tenía trabada, musicalmente tenía la estructura de la letra, pero no encontraba la sonoridad, y es que lo quería más fuerte, más afro; pensaba en el Morro, que está encima de una roca, representa el vigía de la ciudad, de La Habana ¿no? Algo tan grande como eso requería fuerza, vuelo. Entonces pensé que debía tener un ritmo que bebiera de la raíz, fue un tormento hasta que apareció y… casi a las diez de la noche del día de vencimiento del plazo entregué. Imagina, se lo entregué al custodio de Ojalá, le dije “por favor, que no se le olvide” tensa, y él riendo me dijo que no me preocupara que a primera hora eso se iba a entregar.       
FIDELITO: Te propongo ir atrás y luego retomamos el disco. Desde chiquita comenzaste con el violín, a los seis años. 
TANMY: Tengo un hermano mayor que es guitarrista, me lleva tres años y medio. Siempre hemos vivido en Alamar, nacimos y nos criamos con mis padres allí. Un día fueron por la escuela haciendo captaciones para los niños que tuvieran inclinaciones musicales, mi hermano que ya sentía pasión por la guitarra se presentó a las pruebas de aptitud en el Conservatorio Guillermo Tomás, y por ahí descubrimos que había este mecanismo de las escuelas de arte. Ya yo venía con mis inquietudes, haciendo cosas con la danza, iba a la Casa de la Cultura; además, tengo un carácter hiperquinético, y el sicólogo le decía a mi mamá: “ella tiene que tener mucha actividad. Si usted quiere tener un minuto de paz, dele mucha actividad a su hija.” Entonces en cuanto conocimos este mecanismo, me llevó a hacer las pruebas de aptitud. Y, gracias a Dios, tenía condiciones, pues antes de mi hermano en nuestra familia nadie estudió música ni tocaba instrumentos. Entonces mis padres empezaron a llevarme a los conciertos de músicas diversas, sobre todo con orquestas, para ver qué instrumento querría estudiar. Al principio me incliné un poco por el piano, que también lo toco algo, pero al final el violín me sedujo. No obstante, el piano es mi herramienta, como mi mano derecha para hacer canciones; compongo con el piano porque no domino la guitarra, no la sé, es una lástima. 
FIDELITO: ¿Cómo llegas a la Camerata Romeu con Zenaida?     
TANMY: Estaba estudiando en primer año del Conservatorio Amadeo Roldán, nivel medio, profesional ya; me enteré que estaban haciendo captaciones para la Camerata y me presenté allí en la Basílica de San Francisco de Asís, hice mis pruebas ante un jurado en el que estaba Zenaida Romeu y otros músicos. Había que tocar piezas de Bach para violín solo, algo con piano… y al terminar ella me dijo que le gustaba lo que hacía y empecé a trabajar una buena temporada con ella; mi primer trabajo de superdisciplinada. 
Fue una experiencia muy nutritiva porque Zenaida es una directora bastante estricta; muy disciplinada y muy trabajadora. Es bueno porque estás constantemente desarrollándote, no paras, y ese oficio te va abriendo caminos. La Camerata también me sirvió para ver en el violín la música popular, desde lo clásico; creo que ahí empecé a definirme ya por la música popular.
FIDELITO: Un nuevo cambio es el grupo Interactivo.
TANMY: Interactivo venía a la par, pues estando en el Conservatorio Amadeo Roldán, estábamos todos los estudiantes tratando de tocar, de insertarnos en proyectos y Oliver Valdés, que era mi amigo desde la escuela, yo conocía a Roberto Carcasés, porque tocaba con ellos, y entonces me presenta a Bobby y a Roberto Carcasés, en un ensayo en el teatro América. Allí comenzó una amistad y Roberto empezó a trabajar con cuerdas para los discos con Yusa, William Vivanco, Haydée Milanés… con Descemer estaban haciendo producciones conjuntas. 
FIDELITO: Volvemos a “La luz es música” Tanmy ganadora de la primera edición del  Premio Ojalá de la Oficina de Silvio Rodríguez,musicalizando poemas de Rubén Martínez Villena. ¿Cómo te enteras?         
TANMY: Imagina. Antes de salir de la casa cogí un caracolito como amuleto, hay que tener una fuerza…hay que creer en algo, y yo pienso que vengo del mar, de las aguas saladas, de todos los océanos; entonces cogí mi caracolito y le dije: ¡ay, dios mío, caracolito ayúdame, qué pase al menos algo con mi música! Pero te juro que yo, ni pensar remotamente que iba a pasar nada, lo quería con fe pero no podía creer siquiera que fuera mencionada. Fui ese día con Nacho Vázquez, mi amigo, fotógrafo y el novio que tenía en ese momento. Mi padre me sorprendió pues tenía algo importante que no podía faltar y cuando lo vi allí, sentado, me dio una especial alegría. 
Pues de momento comienza Silvio a hablar y a caracterizar el premio y los trabajos, a mí el miedo ya se me había quitado, tenía entonces como una calma… y cuando vi que dice Tanmy… me entró un nerviosismo y un llanto, es algo que no te puedo explicar, como que no podía creérmelo. ¡Lo deseaba tanto!
FIDELITO: ¿Y a la hora concretar el disco?
TANMY: Muy agradable, mi primera experiencia en Ojalá. Bueno, lo primero: Silvio Rodríguez es un trovador tan grande…desde niña escuchaba su música, el disco Días y flores me acompañó en mi crecimiento; todos los días antes de ir para la escuela nos despertaba mi papá con esas canciones. Uno va creando ídolos en la vida, era uno de mis grandes ídolos musicales, entonces llego con una motivación mayor. Imagina entonces lo que es tener un contacto directo, que ese trovador mayor hubiera escuchado mi música, que la hubiera valorado; realmente fue por eso que me presenté en el concurso, porque no me gustan los concursos, los odio; pero, bueno, son necesarios. Cuando vi la convocatoria me dije: la única manera que tengo de que Silvio escuche mi música es compitiendo. Y lo logré. Por ello, ya ese fue el premio. Después, llegar a Ojalá y concretar el disco con lujo de detalles…Llamé a Roberto Carcasés para que lo produjera porque es una persona que musicalmente me ha ido acompañando, lo conozco desde que tengo 17 años, que conoce mi música, pues muchas veces cuando he tenido una canción terminada lo he consultado para que la oiga y me diga. Por supuesto que él era la persona para producir mi disco. Silvio le dijo a Robertico: “quiero que sea lo más parecido posible a lo que ella hizo; prodúcele lo que ella creó.” Y así fue, se hicieron los lógicos arreglos pero no saliéndonos del planteamiento inicial. En el estudio, Roberto grabó los pianos, luego tuvo que irse de viaje, y yo me quedé, grabando todos los violines y las voces. También participan Oliver Valdés en el drums, Adel González en la percusión, las congas y batas los puso Mauricio Gutiérrez, Carlos Ríos en el bajo, Efraín Ríos me grabó unos tres, Jesús Cruz (Jesusín),puso unas guitarras y unas armónicas, Julito Padrón en la trompeta que le puso una “bomba” tremenda, Niurka González hizo flautas, también Regis Molina, y tuve la suerte de que el maestro Silvio cantara un tema conmigo, “La insuficiencia de la escala y el iris” y también –sobre todo- que tuviera la paz, la paciencia de ayudarme, porque en los momentos de poner la voz, porque a Villena había que abordarlo de una manera diferente, a todo lo que había hecho anteriormente. Entonces la ansiedad que lleva mi juventud y mi manera tan activa de vivir no lograba en ciertas canciones dar esa paz necesaria, esa calma, ese peso que llevaban ciertos versos; no es fácil meterse en la sabiduría que tiene esa poesía. Entonces si cantas una canción y la atropellas o no le das el tempo, el sentimiento que lleva, la gente no recibe el texto como es; y eso fue una clase magistral que me dio a mí Silvio Rodríguez ahí en el estudio.  
Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y muda. Que a tu verso le falta

para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota, inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.
Todo el proceso de grabación fue un taller de creación de aprendizaje, con la energía de los otros músicos, logras que le música crezca, y estoy muy contenta, el disco tiene chachachá, danzón, tango, joropo, guaguancó, marcha… es un disco en esencia cubano y también de confluencia latinoamericana. Oliver Valdés, que fue quien puso también las misceláneas, me dijo contento ¡oye esto tiene de todo! Me gusta que el disco te lleva por varios estados anímicos, y sonoros; de repente puedes pararte en un tema y bailar casino fácilmente, con esos poemas. Me gusta que en la pieza “Paz callada”, que es un poema tan vigente, tan sincero, tan necesario, lo hice una marcha; tiene un aire como de figa de Bach pero debajo es una marcha, como un toque de guerra, entonces para mí ese tema es un himno. Cuando yo lo oí quedé aplastadas, qué palabras tan bien dichas, ese es el himno de mi disco. 
También me estremecí cuando descubrí “Capricho en tono menor” que es un tango, un derroche de erotismo: “la pantera negra de mi lujuria…” cuando yo entré en ese verso quedé muerte, me decía ¡cómo es posible! 
Lo otro es que la poesía de Rubén no tiene forma definida, puede haber estrofas de cuatro versos, otra de cinco, otra de siete, entonces a la hora de poner en un ciclo musical estrofas tan diferentes unas de otras, no podía hacer una estructura que fuera homogénea; me vi entonces en la necesidad de jugar con versos, de repetir algo para encarjalo en la música, pero todo sin perder el sentido original, sino reforzando ideas, o sea que fue un rompecabezas. Después que terminé lo fui a rectificar con personas que dominan la lengua española, para no cometer un error, y me dijeron que estaba bien, que esos recursos a los que había acudido estaban permitidos en una musicalización. Fue un reto y este disco me hizo crecer mucho.                    
Este disco fue una experiencia grande, fue grabado por Olimpia Calderón, genial, la masterización de Víctor Cicard…¡el diseño! de Yeniel Yoder en base a ilustraciones nada menos que del maestro Fabelo…sobre todo el acabado… me siento muy realizada con ese disco, creo que es la carta que me va abriendo los caminos, incluso en el mundo intelectual, donde ha tenido mucha aceptación.   

Paz callada  

Música: Tammy López
Texto: Poema de Rubén Martinez Villena

Esta perenne abulia; esta inercia del alma
que no siente: ni espera ni rememora nada:
ni una ansiedad siquiera para el futuro: calma;
calma: ni una nostalgia de la vida pasada.

Pausas que se dilatan en la quietud amarga;
el mismo tema diario se repite y se cansa;
la materia inactiva se degenera en larga
putrefacción creciente, como de linfa mansa…

Y esta es la paz callada. Ni  un ímpetu  de ala.
Tan solo el verso arrastra su cansancio y escala

Penosamente el duro silencio, se levanta
sobre el labio en un gesto de sonrisa macabra,
mientras la mano en garfio me estruja la garganta
¡para exprimir la gota de hiel de la palabra!…

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