El 4 de octubre de 1917 nació Violeta Parra, el 4 de octubre de 2009 murió Mercedes Sosa; este 4 de octubre de 2018 la Casa de las Américas las recibe en la sala Che Guevara y cantarán con sus amores, desde las 5 de la tarde. Ellas forman parte raigal de ese mundo nuestroamericano que tendrá su fiesta espiritual este jueves cuando se presente el CD Los amores del Diablo Ilustrado (EGREM), al que asistirán decenas de poetas y cantores de todos los rincones del espacio y del tiempo, borrando las fronteras de la vida y la muerte.
Se prepara un concierto de presentación en el que Frank Delgado, Leonardo García y Roly Berrio cantarán las piezas que grabaron en el disco y varias de las suyas. Se hará el estreno de algunos videos, especialmente el de la enigmática pieza Revolution 9+50 y estarán los que intervienen en el disco (que será puesto a la venta) que dialogarán con el público que asista.
Se prepara un concierto de presentación en el que Frank Delgado, Leonardo García y Roly Berrio cantarán las piezas que grabaron en el disco y varias de las suyas. Se hará el estreno de algunos videos, especialmente el de la enigmática pieza Revolution 9+50 y estarán los que intervienen en el disco (que será puesto a la venta) que dialogarán con el público que asista.
Como adelanto uno de los textos sobre el proceso de grabación, del disco, específicamente el relacionado con Violeta Parra y la cantautora chilena Natalia Contesse, quien interpreta “Oración por tu piel”. Aquí va, además, el video de estudio.
Violeta, y una oración de Natalia en su piel
Por E.D.I
“Mar para Bolivia, habla Violeta Parra”, era la manera en que contestaba al teléfono la cantora chilena en ese tiempo. En lugar de “oigo” o “aló”, saludaba con un reclamo, un acto de justicia, una actitud solidaria ante un conflicto de más de un siglo.
En noviembre de 1966 viaja por segunda vez en ese año a Bolivia, intentado recuperar su gran amor, Gilbert Favre, a quien ella rebautiza “El Gringo”. (Otra actitud, pues en realidad era suizo, este antropólogo y músico que tocaba clarinete y que aprendió la quena junto a ella. Gilbert, 18 años más joven que su intensa, posesiva y tempestuosa Violeta. Si bien podría llamarlo así con cariño, eso de “gringo” era como ponerlo en otro bando, lo cual le servía también para ofenderlo a placer en sus discusiones. Él, lógicamente entendía el acento despectivo con que llaman “gringo” los latinoamericanos a los rubios del norte, los “conquistadores” estadounidenses, pero lo asumió como una típica violetada (algo que queda entre el espanto y la ternura). Ella lo mismo lo llamaba “gringuito mío” -en el que la palabra omitida es “cariñito-, que “gringo de mierda” lo que viene siendo yanqui hijo deputa.
Gilbert, gracias a un régimen de aprendizaje casi esclavista que le impuso Violeta llegó a tocar con virtuosismo la quena. En aquel noviembre del 66 tocaba en el grupo Los Jaira, que gozaba de popularidad especialmente en la exitosa peña Naira, en La Paz, en la que presentaron varias veces a Violeta. Fue allí, que compuso “Gracias a la vida” y fue allí en una noche de esas peñas, donde compró a unos maleantes el revolver con que se quitaría la vida apenas tres meses después, el 5 de febrero de 1967, en su Carpa de la Reina, en Santiago de Chile.
Una canción navega en el silencio
como alma condenada…
Cuarenta años después, en agosto 2007, allí mismo, en la Paz, hay otra peña, en otra carpa y otro grupo, que no por azar se llama Venaraíz. La música gravita en torno a una muchacha delgadita, vestida con extrema sencillez, sin adornos y sin lazos; va tocando el cuatro, la guitarra y la caja, mientras canta cuecas, valses, parabienes… su voz trae lamentos y pasiones que vienen de muy lejos; es un canto rodado durante siglos…tiene que ser Violeta Parra, pero se llama Natalia Contesse.
…un mordisco en tus huellas
arpegia en mi nostalgia sus latidos.
Aquella peña era el centro de la Feria Internacional del Libro de La Paz; Chile era el país invitado de honor y tuvo esa feliz idea de crear una Carpa de los poetas. Desde esa misma noche ya éramos amigos de trovadas, y al día siguiente les grabé una extensa entrevista a los muchachos del grupo que luego publicaría en el sitio web La Jiribilla una entrevista con el título: “Por la Vena Raíz corre la savia de Violeta”. Al preguntarle por la inspiración en aquella carpa y el sentido de su canto, la joven cantora me dijo:
“Desde que desperté a la juventud, desde mis 13 o 15 años, escuchaba mucha música; pero, así de chica no oía música folclórica y a los 18 años escuché por primera vez a Víctor Jara cantando "Te recuerdo Amanda"... y me puse a llorar, ¿cómo yo no había escuchado nunca esto? Y creo que eso también me dio las fuerzas y las ganas de hacerlo, de decir, de ir descubriendo todo.
De pronto estar en esta carpa a tantos años ya de los Parra… Hay una certeza en el corazón de que lo que estamos haciendo es lo que queremos y debemos hacer. Sabemos que el folclor es una manifestación del espíritu y creo que entre todos tenemos un trabajo de espíritu, pero nos gusta acercarnos así, a tradiciones indígenas. Te hablaba de las influencias: Violeta Parra, Víctor Jara, Inti Illimani y otros de Latinoamérica, pero no solo musicalmente, también de esencia, de los misterios de lo que es el canto mismo, como una plegaria, como un rito.
La máxima influencia que puedo haber recibido es el cantar como un poder de ver una ceremonia, de una mujer medicina que tiene toda una tradición de años y espíritus que la están apoyando y verla cantar en el fuego, y cantarle al agua… Para mí ha sido una influencia muy grande al pararme en el escenario a cantar. Porque tengo un motivo, una razón, porque encuentro que tiene sentido el cantar. Ha sido como una conciencia tenaz.
El origen mismo. Saber que en el fondo un canto puede nacer de una cascada y eso es verdadero. ¿Cómo entonces no voy a tener energía de cantar ahí? Si sabes que eso existe.”
Han pasado 11 años de aquel encuentro en La Paz; es 27 de abril de 2018, y estoy con esa misma cantora, Natalia Contesse, en el saloncito de reuniones de Casa de las Américas ante una arpillera de Violeta Parra. Nos emocionamos, conversamos algo de aquella colección de obras que sus hijos Isabel y Ángel Parra sacaron clandestinamente hacia Cuba tras el golpe militar fascista que derribó al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Y que aquí estuvieron resguardadas esas arpilleras durante la dictadura militar de Pinochet. En esta misma salita se reunió con los trovadores cubanos Mercedes Sosa y se filmó el documental de su primera visita a Cuba.
Sus ojos brillaban mientras le contaba del paso de grandes cantores o escritores y poetas en los últimos años, como el concierto de Daniel Viglietti, o el de Bárbara Dane, un recital que ofrecieron Silvio Rodríguez con Roberto Fernández Retamar o aquel encuentro levitante con Eduardo Galeano. Le recordaba también que había sido allí eñ primer concierto de la Nueva trova con Silvio, Pablo y Noel… y Víctor Jara que cantó allí el 4 de marzo de 1972 y del que quedó un disco.
Ya estaba muy cargada y decidimos apartarnos para que se preparara. Seguí la charla con su hijo Manuel y con el argentino Juan Alcoba mioentras Natalia calentaba voz y se concentrara. La observé de lejos mientras se registraba el alma antes de salir a escena, buscaba a esos muertos que ella sabe bien vivos, esperando allí como una atmósfera que energiza a quien los sabe ver con mirada de pueblo, esperando allí en la sala Che Guevara.
Me piden que presente su concierto. Me sorprende y sobresalta la idea.
Me estremece estar parado en ese escenario; en ese instante estoy solo en el universo y pienso en voz alta. Hace medio siglo, finales de julio y principios de agosto de 1967, Haydee Santamaría convocó desde allí al Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta; era la primera vez que cantores de todos los continentes, se reconocían. Daniel Viglietti, Bárbara Dane, Óscar Chávez, Peggy Seeger, Martha Jean Claude, Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa, Raimon, Óscar Matus, Armando Tejada Gómez, Giovanna Marini, Ivan Della Mea, y Elena Morandi, encabezaban un listado de más de cincuenta exponentes de un canto poético, comprometido con las luchas libertarias , con la justicia social, con la paz, con el arte auténtico.
En aquel evento no pudo estar Violeta Parra, hacía apenas seis meses se había dado el tiro en la sien; pero sus hijos Isabel y Ángel llegaron a La Habana con el luto en el alma para que de alguna manera su voz estuviera presente.
Hoy, medio siglo después, vuelve a estar su canto en nuestra Casa, mediante Natalia Contesse.
No es Violeta, pero es una Violeta Parra, igual de incesante investigadora del folklore de su tierra chilena, “nuestroamericana”; igual de hereje frente a la cultura de la incultura, de un imperio global que nos desdibuja el rostro, nos enmohece el alma, nos desmoviliza el espíritu, nos domestica; igual de cantora que trae en su voz las penas y sueños de los pobres de la tierra;
Te protejo de ser
un ajeno a ti mismo
sálvame con tu vientre
de esta hora de lobos y egoísmos
No había otro ser capaz de cantar en nuestro disco “Oración por tu piel” como Natalia, Contesse, desde que escribía el relato sobre Violeta Parra ya soñaba con que ella trajera a Violeta hasta el hipotético disco. Hoy es realidad y la tengo aquí
…aunque se acabe mi canción
y no encuentre el final,
y no aprenda el final,
y no sepa el final
de sus abismos.
“Mar para Bolivia, habla Violeta Parra”, era la manera en que contestaba al teléfono la cantora chilena en ese tiempo. En lugar de “oigo” o “aló”, saludaba con un reclamo, un acto de justicia, una actitud solidaria ante un conflicto de más de un siglo.
En noviembre de 1966 viaja por segunda vez en ese año a Bolivia, intentado recuperar su gran amor, Gilbert Favre, a quien ella rebautiza “El Gringo”. (Otra actitud, pues en realidad era suizo, este antropólogo y músico que tocaba clarinete y que aprendió la quena junto a ella. Gilbert, 18 años más joven que su intensa, posesiva y tempestuosa Violeta. Si bien podría llamarlo así con cariño, eso de “gringo” era como ponerlo en otro bando, lo cual le servía también para ofenderlo a placer en sus discusiones. Él, lógicamente entendía el acento despectivo con que llaman “gringo” los latinoamericanos a los rubios del norte, los “conquistadores” estadounidenses, pero lo asumió como una típica violetada (algo que queda entre el espanto y la ternura). Ella lo mismo lo llamaba “gringuito mío” -en el que la palabra omitida es “cariñito-, que “gringo de mierda” lo que viene siendo yanqui hijo deputa.
Gilbert, gracias a un régimen de aprendizaje casi esclavista que le impuso Violeta llegó a tocar con virtuosismo la quena. En aquel noviembre del 66 tocaba en el grupo Los Jaira, que gozaba de popularidad especialmente en la exitosa peña Naira, en La Paz, en la que presentaron varias veces a Violeta. Fue allí, que compuso “Gracias a la vida” y fue allí en una noche de esas peñas, donde compró a unos maleantes el revolver con que se quitaría la vida apenas tres meses después, el 5 de febrero de 1967, en su Carpa de la Reina, en Santiago de Chile.
Una canción navega en el silencio
como alma condenada…
Cuarenta años después, en agosto 2007, allí mismo, en la Paz, hay otra peña, en otra carpa y otro grupo, que no por azar se llama Venaraíz. La música gravita en torno a una muchacha delgadita, vestida con extrema sencillez, sin adornos y sin lazos; va tocando el cuatro, la guitarra y la caja, mientras canta cuecas, valses, parabienes… su voz trae lamentos y pasiones que vienen de muy lejos; es un canto rodado durante siglos…tiene que ser Violeta Parra, pero se llama Natalia Contesse.
…un mordisco en tus huellas
arpegia en mi nostalgia sus latidos.
Aquella peña era el centro de la Feria Internacional del Libro de La Paz; Chile era el país invitado de honor y tuvo esa feliz idea de crear una Carpa de los poetas. Desde esa misma noche ya éramos amigos de trovadas, y al día siguiente les grabé una extensa entrevista a los muchachos del grupo que luego publicaría en el sitio web La Jiribilla una entrevista con el título: “Por la Vena Raíz corre la savia de Violeta”. Al preguntarle por la inspiración en aquella carpa y el sentido de su canto, la joven cantora me dijo:
“Desde que desperté a la juventud, desde mis 13 o 15 años, escuchaba mucha música; pero, así de chica no oía música folclórica y a los 18 años escuché por primera vez a Víctor Jara cantando "Te recuerdo Amanda"... y me puse a llorar, ¿cómo yo no había escuchado nunca esto? Y creo que eso también me dio las fuerzas y las ganas de hacerlo, de decir, de ir descubriendo todo.
De pronto estar en esta carpa a tantos años ya de los Parra… Hay una certeza en el corazón de que lo que estamos haciendo es lo que queremos y debemos hacer. Sabemos que el folclor es una manifestación del espíritu y creo que entre todos tenemos un trabajo de espíritu, pero nos gusta acercarnos así, a tradiciones indígenas. Te hablaba de las influencias: Violeta Parra, Víctor Jara, Inti Illimani y otros de Latinoamérica, pero no solo musicalmente, también de esencia, de los misterios de lo que es el canto mismo, como una plegaria, como un rito.
La máxima influencia que puedo haber recibido es el cantar como un poder de ver una ceremonia, de una mujer medicina que tiene toda una tradición de años y espíritus que la están apoyando y verla cantar en el fuego, y cantarle al agua… Para mí ha sido una influencia muy grande al pararme en el escenario a cantar. Porque tengo un motivo, una razón, porque encuentro que tiene sentido el cantar. Ha sido como una conciencia tenaz.
El origen mismo. Saber que en el fondo un canto puede nacer de una cascada y eso es verdadero. ¿Cómo entonces no voy a tener energía de cantar ahí? Si sabes que eso existe.”
Han pasado 11 años de aquel encuentro en La Paz; es 27 de abril de 2018, y estoy con esa misma cantora, Natalia Contesse, en el saloncito de reuniones de Casa de las Américas ante una arpillera de Violeta Parra. Nos emocionamos, conversamos algo de aquella colección de obras que sus hijos Isabel y Ángel Parra sacaron clandestinamente hacia Cuba tras el golpe militar fascista que derribó al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Y que aquí estuvieron resguardadas esas arpilleras durante la dictadura militar de Pinochet. En esta misma salita se reunió con los trovadores cubanos Mercedes Sosa y se filmó el documental de su primera visita a Cuba.
Sus ojos brillaban mientras le contaba del paso de grandes cantores o escritores y poetas en los últimos años, como el concierto de Daniel Viglietti, o el de Bárbara Dane, un recital que ofrecieron Silvio Rodríguez con Roberto Fernández Retamar o aquel encuentro levitante con Eduardo Galeano. Le recordaba también que había sido allí eñ primer concierto de la Nueva trova con Silvio, Pablo y Noel… y Víctor Jara que cantó allí el 4 de marzo de 1972 y del que quedó un disco.
Ya estaba muy cargada y decidimos apartarnos para que se preparara. Seguí la charla con su hijo Manuel y con el argentino Juan Alcoba mioentras Natalia calentaba voz y se concentrara. La observé de lejos mientras se registraba el alma antes de salir a escena, buscaba a esos muertos que ella sabe bien vivos, esperando allí como una atmósfera que energiza a quien los sabe ver con mirada de pueblo, esperando allí en la sala Che Guevara.
Me piden que presente su concierto. Me sorprende y sobresalta la idea.
Me estremece estar parado en ese escenario; en ese instante estoy solo en el universo y pienso en voz alta. Hace medio siglo, finales de julio y principios de agosto de 1967, Haydee Santamaría convocó desde allí al Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta; era la primera vez que cantores de todos los continentes, se reconocían. Daniel Viglietti, Bárbara Dane, Óscar Chávez, Peggy Seeger, Martha Jean Claude, Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa, Raimon, Óscar Matus, Armando Tejada Gómez, Giovanna Marini, Ivan Della Mea, y Elena Morandi, encabezaban un listado de más de cincuenta exponentes de un canto poético, comprometido con las luchas libertarias , con la justicia social, con la paz, con el arte auténtico.
En aquel evento no pudo estar Violeta Parra, hacía apenas seis meses se había dado el tiro en la sien; pero sus hijos Isabel y Ángel llegaron a La Habana con el luto en el alma para que de alguna manera su voz estuviera presente.
Hoy, medio siglo después, vuelve a estar su canto en nuestra Casa, mediante Natalia Contesse.
No es Violeta, pero es una Violeta Parra, igual de incesante investigadora del folklore de su tierra chilena, “nuestroamericana”; igual de hereje frente a la cultura de la incultura, de un imperio global que nos desdibuja el rostro, nos enmohece el alma, nos desmoviliza el espíritu, nos domestica; igual de cantora que trae en su voz las penas y sueños de los pobres de la tierra;
Te protejo de ser
un ajeno a ti mismo
sálvame con tu vientre
de esta hora de lobos y egoísmos
No había otro ser capaz de cantar en nuestro disco “Oración por tu piel” como Natalia, Contesse, desde que escribía el relato sobre Violeta Parra ya soñaba con que ella trajera a Violeta hasta el hipotético disco. Hoy es realidad y la tengo aquí
…aunque se acabe mi canción
y no encuentre el final,
y no aprenda el final,
y no sepa el final
de sus abismos.
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