El jueves 4 de octubre, a las 5 pm. en la sala Che Guevara de Casa de las Américas, será presentado el CD Los amores del Diablo Ilustrado (sello EGREM) con un concierto en el que participarán Frank Delgado, Leonardo García y Roly Berrio.
Este disco es parte de un proyecto que incluye un libro en proceso de edición (Casa Editora Abril) que incluye relatos de amor relacionados con las canciones y artículos sobre las piezas, los duendes que las inspiran, y el proceso de grabación y mezclas.
Hoy un adelanto, con uno de los textos y un video realizado con las filmaciones que hizo Ingrid Arco, durante las grabaciones en estudios Scorpio.
LUNA DE GERARDO Y NICOLÁS
“La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.” Sentenció Jorge Luis Borges y, ciertamente, de no ser por el amor, nos habríamos quedado en el primer texto de la historia humana. Pero nadie escarmienta por pasión ajena: una mirada te afloja las rodillas, una expresión se te congela en la retina, un proyecto de beso se torna el único sentido existencial, y a sabiendas de que eso mismo le ha ocurrido a muchos, o casi todos –y que por muy original que uno sea, lograría a lo sumo, ínfimas variantes sobre un mismo tema- te despeñas por las palabras buscando desesperadamente una carta, una canción, un cuento, que no deje escapar a ese ser; que logre expresarle a la deseada (o deseado) por qué tú eres su mejor destino. Ernesto Cardenal dejó acuñada la razón cardinal, con cierto aire supremo: a ti no te amarán como te amaba yo.
Cuando no hay objeción del interlocutor en el proyecto amoroso la obra es menor, o a lo máximo breve; he ahí la importancia para el arte del obstáculo, lo que dramatúrgicamente suele derivar en el triángulo amoroso.
Mía,
aunque con otro contemples la noche
y de alegrías hagas un derroche
nunca te olvides, sigues siendo mía.
Armando Manzanero, un canon de la canción romántica mexicana, aporta un buen ejemplo del típico triángulo, que parte de la teoría la impenetrabilidad. Según la física: es la resistencia que opone un cuerpo a que otro ocupe su lugar en el espacio. Ningún cuerpo puede ocupar al mismo tiempo el lugar de otro. Así mismo, la impenetrabilidad es la resistencia que opone un cuerpo a ser traspasado. Se denomina así a la propiedad que tienen los cuerpos de no poder ser ocupado su espacio, simultáneamente, por otro cuerpo conseguido, la impenetrabilidad se debe a la sustancia que llena su volumen, llamada masa.
Aplicando la cancionísitica a la física, veremos que, por impenetrabilidad amorosa, se impone el quítate tú para ponerme yo, o sea la transferencia del objeto de deseo (su masa) desde la tercera persona del singular hacia la primera: en lugar de él, yo.
Para aprender hay que caer,
para ganar hay que perder.
Lo di todo por ti
lloré y lloré, y juré que no iba a perderte
traté y traté de negar este amor tantas veces…
Esto, que pudiera ser perfectamente la letra de un bolero de victrolas, es de la autoría de Jon Bon Jovi, lo cual muestra que el hard rock estadounidense no escapa del triángulo melodramático.
Si mis lágrimas fueron en vano
si al final yo te amé demasiado:
como yo, como yo nadie te ha amado.
Las variantes de este tipo de drama de las rupturas amorosas dependen del ego, como vemos el de Bon Jovi está en sintonía con el de Manzanero, que niega a su ex toda posibilidad de ser amada nuevamente al mismo nivel: como yo nadie te ha amado, por eso, aunque te vayas por otro camino, sigues siendo mía.
Este ego autoral no suele hacer distingos de esencia entre canciones de post relación y de pre relación.
Igualmente muchas canciones giran filosóficamente en torno a: ese otro (u otra) no te merece, yo te daré lo que no te han dado. Lo que el enamorado-compositor ofrece varía de acuerdo al sistema de valores de ese autor de la obra; en principio ese “te daré” contiene pasión, placer, ternura, amor, felicidad. En la actualidad ese “te daré” se complejiza; en consonancia con la devaluación espiritual correspondiente a la “etapa superior del capitalismo”, la oferta puede ir por los caminos del dinero, status, casa con piscina, auto del año, joyas… Y puede ser incluso peor. De manera que ya hemos entrado en la fase imperial globalizada, el ofrecimiento “amoroso” no se queda en la “felicidad consumista” -que reduce la obra a categoría de spot comercial-, ya vamos por los tiempos en que el “te daré lo que nadie te puede dar” ha rebasado las riquezas materiales (sin excluirlas), simplificando en extremo toda posible idea, hasta reducir la promesa del amante a “dar” literalmente, en su acepción de pegar, golpear, y hasta puede que asesinar (sin el menor recato).
Lo que otrora pudo ser algo así como “voy a besarte como nadie te ha besado” hoy puede ser: “te voy a pegar como nadie te ha pegado, por el centro, duro, te voy a partir con el tubo, te voy a desbaratar, te voy a dejar que ni tu madre te va a reconocer… En síntesis se alardea de violencia sexual, o simplemente violencia, sin apellidos y en extremis.
Veamos, por ejemplo, la propuesta lírica de un sujeto, alias Dadde Yankee (muy en consonancia lo del apellido con sus objetivos editoriales):
A ella le gusta que le den duro y se la coman.
Y es que yo quiero la combi completa ¡Qué! chocha, culo y teta”.
Lógicamente, en esta cultura carcelaria-tribal, el triángulo amoroso se queda chiquito:
“Estoy enamorado de cuatro babys
Siempre me dan lo que quiero
Chingan cuando yo les digo
ninguna me pone pero.”
Todo este universo sub humano, no es más que el fruto de la ideología de una sociedad de consumo global, que ha venido evolucionando (léase involucionando) con el desarrollo de los monopolios masivos de comunicación, como imprescindibles elementos de dominación; de manera que cada día el desarrollo capitalista es más destructor e irracional, necesita de una cultura (o seudocultura) equivalente para la dominación de las grandes masas. Mientras más absurda y desigual es la sociedad, más recios tienen que ser los medios de domesticación; no es gratuita la depresión de valores, es consustancial al sistema. Si cada vez son menos los que tienen más, y más los que tienen menos, los que tienen el poder están obligados a someter con mayor rigor a los pueblos para evitar la rebeldía. Esto equivale a desmovilizarlos, dividirlos, desideologizarlos, despoetizarlos, deshumanizarlos. Y eso es lo que vemos traducido en todas las expresiones “artísticas” que irradian los medios masivos, que no casualmente son monopolios cada vez más grandes concentrados en menos familias.
Aquí va un punto y aparte porque mi motivación viene por los caminos de un triángulo amoroso, en sentido contrario a esas degradaciones:
Nos conocimos los tres el mismo día,
cómplices de lo que nos pasó.
“Giovanna” de Gerardo Alfonso es la sublimación de este drama por el grado de eticidad que le impone desde su calidad humana. Un triángulo realmente de amor, y ni siquiera el típico que parte de una pasión ególatra, (ese de que yo te puedo amar, más o mejor que la pareja de la muchacha en cuestión), Gerardo nos coloca ante un amor en un escalón espiritual bien alto, en el que el otro sujeto que comparte la vida con la mujer amada, es igualmente admirado, respetado, precisamente porque la hace feliz, tanto como no sabe si él podría hacerla. Lo cual no elimina el obstáculo, por el contrario lo hace prácticamente insalvable.
Tú serás para él toda la vida
y yo estaré haciendo historias de ti.
Dejándome llevar –o crecer- por la inspiradora “Giovanna”, se me fue revelando un relato. A partir de la hermosa relación que teje la pieza, me coloqué en la situación de Gerardo, y por ahí entré en una tupida selva de recuerdos, lecturas, sensaciones, que transfirieron su vivencia hacia alguna mía; no puedo precisar si real o una ficción consecuencia de la suya, tal vez parte y parte. La cadena de palabras con que intentaba describir esa relación triangular atípica, de amor-amistad-admiración, purificante, me llevaba una y otra vez de “Giovanna” a “Un poema de amor” de Nicolás Guillén:
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
Escribir se torna entonces un proceso hipnótico del que germina una vida, que tiene algo de tu pasado, pero que tiene también de lo que han vivido y expresado otros en sus obras…y van recomponiendo tus recuerdos. Cuando logras salir de esa hipnosis creativa has gestado un nuevo texto, un micro mundo, que luego es clasificado como relato, cuento, canción, poema… que resulta, a fin de cuentas, algo que llega a tener vida propia, y que lleva tu nombre colgado a una autoría, aunque sabes que no es más que un trance que intentaste describir, como quien cuenta a un amigo algo que se ha encontrado en el camino. Sabes que más allá del alborozo del hallazgo, en esencia no tienes otro mérito que no sea el de integrarte como partícula a una masa de vivencias poetizadas durante siglos; masa de la que has tomado la materia de creación (realmente re-creación).
Poco después
ella se marcha de prisa
a él se le acaba la vista
y comienzan mil años de espera
hasta que la suerte los vuelve a poner
detrás del cristal.
-Una canción para Déborah Andollo.
Todos reímos cuando Luna nos soltó el chiste como quien anuncia un título en la radio, entrando a la cabina a escuchar cómo le había quedado esa primera toma.
-Hay que tener un balón de oxígeno para cantarla. No tiene respiro.
No se lo dije, pero por eso mismo pensé en ella, desde que Carballea confirmó que podíamos contar con Luna Manzanares, empezando apenas a soñar este disco. “A través del cristal” requiere una cantante en toda la extensión -y profundidad- de la palabra¸ canción difícil a la que el arreglo de Rober Luis le da más energía aun. Es una de mis canciones bien remotas, la tengo fechada el 28-4-1987. Compuesta bajo el influjo de Fito Páez, quien por esos días comenzó a visitar Cuba y al que poníamos en la radio un grupo de realizadores herejes, especialmente de Radio Ciudad y Radio Cadena Habana. Aquel disco Giros, y su primer concierto en el teatro Carlos Marx, nos “voló la cabeza” a muchos.
Cuando se ven
salta sin aire un saludo,
un beso de miedos preludia un silencio
donde algo en el pecho se quiere salir…
Está grabando Luna Manzanares mi canción; intento esquivar ese orgullosito del ego, trago en seco y, en efecto, su voz me va espantando la bobería, y me lleva bien adentro, tan hondo me toca que ya siento cómo deja de ser mía esa canción… y aquí cabría volver a Manzanero aunque por otro costado; en lugar de advertirle a la amada, tendría que rogarle a la canción:
Aunque tú vayas por otro camino,
y que jamás nos ayude el destino,
nunca te olvides sigues siendo mía.
Luna se va llevando consigo mi canción, la han bastado un par de tomas y ya le entra poseída, poseyéndola, la está sintiendo desde sus vivencias, la está viviendo desde sus tsentimientos, y la está registrando con su interpretación.
Poco después,
llueven cruzadas palabras
de un tierno cifrado
que solo mil años de sueños pueden descubrir.
El paladar hace fiesta en la nada,
un viejo olor resucita el delirio…
Ya lo dijo el más enamorado, José Julián Martí: “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Es de tontos detenerse en famas, trascendencias, siquiera autorías; lo único que importa, es el rastro de la belleza impreso desde ese acto amoroso que viene de trasmano para salvar el alma. Ese mínimo instante en que una tempestad de sentimientos se convierte en objeto de arte, como un cromosoma de una cadena de ADN cultural, una micro huella que forma parte de un tejido vital, con la utilidad de ser parte generadora no solo del escalón humano al que hemos arribado, sino cuasi invisible gesto que se suma al polvo cósmico poético que ha de curar, o aliviar mañana una pena, o estimular una ilusión, un sueño.
Con la primavera
Vuelve el verso alado:
¿Qué hará mi corazón, que amar no quiere,
Si le asalta el amor por el costado?
Hará lo que hace el cielo
Cuando el fuego lo abrasa:
Brillará como bóveda encendida
Hasta que el fuego pase: todo pasa!
Me sopla al oído José Julián Martí, mientras Luna acaba de grabar “A través del cristal”. La pieza nació al influjo de Fito Páez, surfeando en un poema de Nicolás Guillén, tocada por la hidalguía del amor de una canción de Gerardo Alfonso.
Lo que se escuche entonces en el disco, será, además, la apropiación que hizo Rober Luis de la pieza en su arreglo, la manera en que armonizó y enamoró a los instrumentistas, en función de esos sentimientos convertidos en sonidos en su cabeza; los cuales le aportaron no solo su talento sino su sentir a la hora de ejecutar. Ese cuerpo sonoro-espiritual ha creado una atmósfera en la que Luna expande con su voz, los dictados de su alma, como un parto en el que trae a la luz un hijo de unos 3.47 minutos.
Algún que otro ser muy curioso hurgará en los créditos del CD, y leerá los nombres asociados a letra, música, arreglos, pero serán los menos. De manera que ahora los discos se copian con una memoria flash o el zapya (u otra x aplicación) de un móvil a otro, lo que quedará en ese tráfico es, si acaso: título e intérprete, dentro de un compendio aleatorio de canciones de disimiles discos, autores, cantantes, o hasta géneros, países, tiempos… sin crédito alguno. Se trata de un proceso en el que toda paternidad-maternidad se diluye, y queda únicamente esa concentración de espíritu, ese micro punto de la cadena poética universal para rozar a un ser humano, ese llamado track que un mortal cualquiera –quien sabe dónde y en qué época- ha elegido, o le caído en ese maremágnum de azares en su equipo reproductor; un track como estrellita en la galaxia de canciones que navegan en internet… lo que queda es un beso que lanzas al viento en la infinita oscuridad de una noche.
“La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.” Sentenció Jorge Luis Borges y, ciertamente, de no ser por el amor, nos habríamos quedado en el primer texto de la historia humana. Pero nadie escarmienta por pasión ajena.
Girando alrededor de una palabra,
la honestidad se me reprime en el alma,
siento un verso sutil que me amenaza,
tan tierno y cruel que no lo puedo decir.
Gerardo Alfonso
Este disco es parte de un proyecto que incluye un libro en proceso de edición (Casa Editora Abril) que incluye relatos de amor relacionados con las canciones y artículos sobre las piezas, los duendes que las inspiran, y el proceso de grabación y mezclas.
Hoy un adelanto, con uno de los textos y un video realizado con las filmaciones que hizo Ingrid Arco, durante las grabaciones en estudios Scorpio.
LUNA DE GERARDO Y NICOLÁS
“La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.” Sentenció Jorge Luis Borges y, ciertamente, de no ser por el amor, nos habríamos quedado en el primer texto de la historia humana. Pero nadie escarmienta por pasión ajena: una mirada te afloja las rodillas, una expresión se te congela en la retina, un proyecto de beso se torna el único sentido existencial, y a sabiendas de que eso mismo le ha ocurrido a muchos, o casi todos –y que por muy original que uno sea, lograría a lo sumo, ínfimas variantes sobre un mismo tema- te despeñas por las palabras buscando desesperadamente una carta, una canción, un cuento, que no deje escapar a ese ser; que logre expresarle a la deseada (o deseado) por qué tú eres su mejor destino. Ernesto Cardenal dejó acuñada la razón cardinal, con cierto aire supremo: a ti no te amarán como te amaba yo.
Cuando no hay objeción del interlocutor en el proyecto amoroso la obra es menor, o a lo máximo breve; he ahí la importancia para el arte del obstáculo, lo que dramatúrgicamente suele derivar en el triángulo amoroso.
Mía,
aunque con otro contemples la noche
y de alegrías hagas un derroche
nunca te olvides, sigues siendo mía.
Armando Manzanero, un canon de la canción romántica mexicana, aporta un buen ejemplo del típico triángulo, que parte de la teoría la impenetrabilidad. Según la física: es la resistencia que opone un cuerpo a que otro ocupe su lugar en el espacio. Ningún cuerpo puede ocupar al mismo tiempo el lugar de otro. Así mismo, la impenetrabilidad es la resistencia que opone un cuerpo a ser traspasado. Se denomina así a la propiedad que tienen los cuerpos de no poder ser ocupado su espacio, simultáneamente, por otro cuerpo conseguido, la impenetrabilidad se debe a la sustancia que llena su volumen, llamada masa.
Aplicando la cancionísitica a la física, veremos que, por impenetrabilidad amorosa, se impone el quítate tú para ponerme yo, o sea la transferencia del objeto de deseo (su masa) desde la tercera persona del singular hacia la primera: en lugar de él, yo.
Para aprender hay que caer,
para ganar hay que perder.
Lo di todo por ti
lloré y lloré, y juré que no iba a perderte
traté y traté de negar este amor tantas veces…
Esto, que pudiera ser perfectamente la letra de un bolero de victrolas, es de la autoría de Jon Bon Jovi, lo cual muestra que el hard rock estadounidense no escapa del triángulo melodramático.
Si mis lágrimas fueron en vano
si al final yo te amé demasiado:
como yo, como yo nadie te ha amado.
Las variantes de este tipo de drama de las rupturas amorosas dependen del ego, como vemos el de Bon Jovi está en sintonía con el de Manzanero, que niega a su ex toda posibilidad de ser amada nuevamente al mismo nivel: como yo nadie te ha amado, por eso, aunque te vayas por otro camino, sigues siendo mía.
Este ego autoral no suele hacer distingos de esencia entre canciones de post relación y de pre relación.
Igualmente muchas canciones giran filosóficamente en torno a: ese otro (u otra) no te merece, yo te daré lo que no te han dado. Lo que el enamorado-compositor ofrece varía de acuerdo al sistema de valores de ese autor de la obra; en principio ese “te daré” contiene pasión, placer, ternura, amor, felicidad. En la actualidad ese “te daré” se complejiza; en consonancia con la devaluación espiritual correspondiente a la “etapa superior del capitalismo”, la oferta puede ir por los caminos del dinero, status, casa con piscina, auto del año, joyas… Y puede ser incluso peor. De manera que ya hemos entrado en la fase imperial globalizada, el ofrecimiento “amoroso” no se queda en la “felicidad consumista” -que reduce la obra a categoría de spot comercial-, ya vamos por los tiempos en que el “te daré lo que nadie te puede dar” ha rebasado las riquezas materiales (sin excluirlas), simplificando en extremo toda posible idea, hasta reducir la promesa del amante a “dar” literalmente, en su acepción de pegar, golpear, y hasta puede que asesinar (sin el menor recato).
Lo que otrora pudo ser algo así como “voy a besarte como nadie te ha besado” hoy puede ser: “te voy a pegar como nadie te ha pegado, por el centro, duro, te voy a partir con el tubo, te voy a desbaratar, te voy a dejar que ni tu madre te va a reconocer… En síntesis se alardea de violencia sexual, o simplemente violencia, sin apellidos y en extremis.
Veamos, por ejemplo, la propuesta lírica de un sujeto, alias Dadde Yankee (muy en consonancia lo del apellido con sus objetivos editoriales):
A ella le gusta que le den duro y se la coman.
Y es que yo quiero la combi completa ¡Qué! chocha, culo y teta”.
Lógicamente, en esta cultura carcelaria-tribal, el triángulo amoroso se queda chiquito:
“Estoy enamorado de cuatro babys
Siempre me dan lo que quiero
Chingan cuando yo les digo
ninguna me pone pero.”
Todo este universo sub humano, no es más que el fruto de la ideología de una sociedad de consumo global, que ha venido evolucionando (léase involucionando) con el desarrollo de los monopolios masivos de comunicación, como imprescindibles elementos de dominación; de manera que cada día el desarrollo capitalista es más destructor e irracional, necesita de una cultura (o seudocultura) equivalente para la dominación de las grandes masas. Mientras más absurda y desigual es la sociedad, más recios tienen que ser los medios de domesticación; no es gratuita la depresión de valores, es consustancial al sistema. Si cada vez son menos los que tienen más, y más los que tienen menos, los que tienen el poder están obligados a someter con mayor rigor a los pueblos para evitar la rebeldía. Esto equivale a desmovilizarlos, dividirlos, desideologizarlos, despoetizarlos, deshumanizarlos. Y eso es lo que vemos traducido en todas las expresiones “artísticas” que irradian los medios masivos, que no casualmente son monopolios cada vez más grandes concentrados en menos familias.
Aquí va un punto y aparte porque mi motivación viene por los caminos de un triángulo amoroso, en sentido contrario a esas degradaciones:
Nos conocimos los tres el mismo día,
cómplices de lo que nos pasó.
“Giovanna” de Gerardo Alfonso es la sublimación de este drama por el grado de eticidad que le impone desde su calidad humana. Un triángulo realmente de amor, y ni siquiera el típico que parte de una pasión ególatra, (ese de que yo te puedo amar, más o mejor que la pareja de la muchacha en cuestión), Gerardo nos coloca ante un amor en un escalón espiritual bien alto, en el que el otro sujeto que comparte la vida con la mujer amada, es igualmente admirado, respetado, precisamente porque la hace feliz, tanto como no sabe si él podría hacerla. Lo cual no elimina el obstáculo, por el contrario lo hace prácticamente insalvable.
Tú serás para él toda la vida
y yo estaré haciendo historias de ti.
Dejándome llevar –o crecer- por la inspiradora “Giovanna”, se me fue revelando un relato. A partir de la hermosa relación que teje la pieza, me coloqué en la situación de Gerardo, y por ahí entré en una tupida selva de recuerdos, lecturas, sensaciones, que transfirieron su vivencia hacia alguna mía; no puedo precisar si real o una ficción consecuencia de la suya, tal vez parte y parte. La cadena de palabras con que intentaba describir esa relación triangular atípica, de amor-amistad-admiración, purificante, me llevaba una y otra vez de “Giovanna” a “Un poema de amor” de Nicolás Guillén:
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
Escribir se torna entonces un proceso hipnótico del que germina una vida, que tiene algo de tu pasado, pero que tiene también de lo que han vivido y expresado otros en sus obras…y van recomponiendo tus recuerdos. Cuando logras salir de esa hipnosis creativa has gestado un nuevo texto, un micro mundo, que luego es clasificado como relato, cuento, canción, poema… que resulta, a fin de cuentas, algo que llega a tener vida propia, y que lleva tu nombre colgado a una autoría, aunque sabes que no es más que un trance que intentaste describir, como quien cuenta a un amigo algo que se ha encontrado en el camino. Sabes que más allá del alborozo del hallazgo, en esencia no tienes otro mérito que no sea el de integrarte como partícula a una masa de vivencias poetizadas durante siglos; masa de la que has tomado la materia de creación (realmente re-creación).
Poco después
ella se marcha de prisa
a él se le acaba la vista
y comienzan mil años de espera
hasta que la suerte los vuelve a poner
detrás del cristal.
-Una canción para Déborah Andollo.
Todos reímos cuando Luna nos soltó el chiste como quien anuncia un título en la radio, entrando a la cabina a escuchar cómo le había quedado esa primera toma.
-Hay que tener un balón de oxígeno para cantarla. No tiene respiro.
No se lo dije, pero por eso mismo pensé en ella, desde que Carballea confirmó que podíamos contar con Luna Manzanares, empezando apenas a soñar este disco. “A través del cristal” requiere una cantante en toda la extensión -y profundidad- de la palabra¸ canción difícil a la que el arreglo de Rober Luis le da más energía aun. Es una de mis canciones bien remotas, la tengo fechada el 28-4-1987. Compuesta bajo el influjo de Fito Páez, quien por esos días comenzó a visitar Cuba y al que poníamos en la radio un grupo de realizadores herejes, especialmente de Radio Ciudad y Radio Cadena Habana. Aquel disco Giros, y su primer concierto en el teatro Carlos Marx, nos “voló la cabeza” a muchos.
Cuando se ven
salta sin aire un saludo,
un beso de miedos preludia un silencio
donde algo en el pecho se quiere salir…
Está grabando Luna Manzanares mi canción; intento esquivar ese orgullosito del ego, trago en seco y, en efecto, su voz me va espantando la bobería, y me lleva bien adentro, tan hondo me toca que ya siento cómo deja de ser mía esa canción… y aquí cabría volver a Manzanero aunque por otro costado; en lugar de advertirle a la amada, tendría que rogarle a la canción:
Aunque tú vayas por otro camino,
y que jamás nos ayude el destino,
nunca te olvides sigues siendo mía.
Luna se va llevando consigo mi canción, la han bastado un par de tomas y ya le entra poseída, poseyéndola, la está sintiendo desde sus vivencias, la está viviendo desde sus tsentimientos, y la está registrando con su interpretación.
Poco después,
llueven cruzadas palabras
de un tierno cifrado
que solo mil años de sueños pueden descubrir.
El paladar hace fiesta en la nada,
un viejo olor resucita el delirio…
Ya lo dijo el más enamorado, José Julián Martí: “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Es de tontos detenerse en famas, trascendencias, siquiera autorías; lo único que importa, es el rastro de la belleza impreso desde ese acto amoroso que viene de trasmano para salvar el alma. Ese mínimo instante en que una tempestad de sentimientos se convierte en objeto de arte, como un cromosoma de una cadena de ADN cultural, una micro huella que forma parte de un tejido vital, con la utilidad de ser parte generadora no solo del escalón humano al que hemos arribado, sino cuasi invisible gesto que se suma al polvo cósmico poético que ha de curar, o aliviar mañana una pena, o estimular una ilusión, un sueño.
Con la primavera
Vuelve el verso alado:
¿Qué hará mi corazón, que amar no quiere,
Si le asalta el amor por el costado?
Hará lo que hace el cielo
Cuando el fuego lo abrasa:
Brillará como bóveda encendida
Hasta que el fuego pase: todo pasa!
Me sopla al oído José Julián Martí, mientras Luna acaba de grabar “A través del cristal”. La pieza nació al influjo de Fito Páez, surfeando en un poema de Nicolás Guillén, tocada por la hidalguía del amor de una canción de Gerardo Alfonso.
Lo que se escuche entonces en el disco, será, además, la apropiación que hizo Rober Luis de la pieza en su arreglo, la manera en que armonizó y enamoró a los instrumentistas, en función de esos sentimientos convertidos en sonidos en su cabeza; los cuales le aportaron no solo su talento sino su sentir a la hora de ejecutar. Ese cuerpo sonoro-espiritual ha creado una atmósfera en la que Luna expande con su voz, los dictados de su alma, como un parto en el que trae a la luz un hijo de unos 3.47 minutos.
Algún que otro ser muy curioso hurgará en los créditos del CD, y leerá los nombres asociados a letra, música, arreglos, pero serán los menos. De manera que ahora los discos se copian con una memoria flash o el zapya (u otra x aplicación) de un móvil a otro, lo que quedará en ese tráfico es, si acaso: título e intérprete, dentro de un compendio aleatorio de canciones de disimiles discos, autores, cantantes, o hasta géneros, países, tiempos… sin crédito alguno. Se trata de un proceso en el que toda paternidad-maternidad se diluye, y queda únicamente esa concentración de espíritu, ese micro punto de la cadena poética universal para rozar a un ser humano, ese llamado track que un mortal cualquiera –quien sabe dónde y en qué época- ha elegido, o le caído en ese maremágnum de azares en su equipo reproductor; un track como estrellita en la galaxia de canciones que navegan en internet… lo que queda es un beso que lanzas al viento en la infinita oscuridad de una noche.
“La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.” Sentenció Jorge Luis Borges y, ciertamente, de no ser por el amor, nos habríamos quedado en el primer texto de la historia humana. Pero nadie escarmienta por pasión ajena.
Girando alrededor de una palabra,
la honestidad se me reprime en el alma,
siento un verso sutil que me amenaza,
tan tierno y cruel que no lo puedo decir.
Gerardo Alfonso
Bello!!!
ResponderEliminarHermoso tema, interpretación impecable, colirio para los sentidos. Hace falta más de esto.
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